El Despertar de Cthulhu: De la Ignorancia a la Sabiduría; de la Luz a la Oscuridad
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Durante una conferencia, llevada a cabo en Miskatonic University, Arkham, Massachusetts - Estados Unidos, dirigida a estudiantes y profesores de la institución, donde será presentado el exitoso escritor y empresario, John Howard Brown, quien hablará de su reciente libro, éste terminará conociendo a Miguel O'donojú, un joven contador, que ha heredado la libreta de anotaciones, de su difunto abuelo, Aaron Cedric O'donojú, cuyos descubrimientos rondan en la demencial existencia de criaturas monstruosas, asociadas a hechos terribles y primigenios, ocurridos en Innsmouth, Dunwich, París, Londres, entre otros lugares y diversos tiempos; donde predomina la aparición de un misterioso ser, envuelto en túnicas oscuras, con el rostro siempre cubierto, comparable a un morador de los desiertos, denominado como, el Monje Negro.
Johnn A. Escobar
Johnn A. Escobar nació en Buenos Aires, Argentina el 5 de Junio del año 1991.Estudio en el Instituto Superior Mariano Moreno y posteriormente en el Instituto Terciario Interval.A partir del año 2015 comienza su carrera como escritor.Autor de la serie literaria compuesta por nueve libros: El Fulgor de las Tinieblas.Los títulos que componen la serie son:Por el sendero de las tinieblas.El Ejército Errante.La Torre Imperial.La casa en la colina.La noche de la bestia.La Primicia.El Misterio de Crowswood.La Marca de Fuego.Antes de que Amanezca.Además de la serie literaria ha publicado las novelas tituladas:El Ángel Caído.El Despertar de Cthulhu: De la ignorancia a la sabiduría; de la luz a la oscuridad.Testimonio de una vida.Y dos libros de cuentos:Vencedores Vencidos.Cuentos de una noche sin luna.Ha escrito varios géneros literarios, entre los cuales se encuentran misterio, thriller, sobrenatural, fantasía oscura, terror y erótico.
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El Despertar de Cthulhu - Johnn A. Escobar
El Despertar de Cthulhu
De la Ignorancia a la Sabiduría; de la Luz a la Oscuridad
Johnn A. Escobar
Copyright © 2016 Johnn A. Escobar
Todos los derechos reservados
Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no es la intención del autor.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o de otro modo, sin el permiso expreso por escrito del editor.
En memoria de Lord Dunsany, Ambrose Bierce, R.W.Chambers, Arthur Machen, Algernon Blackwood, Frank Belknap Long, Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Hazel Heald, Henry Kuttner, Robert Bloch, Zealia Bishop, Adolphe de Castro, E. Hoffmann Price, William Lumley, y Howard Phillips Lovecraft.
No está muerto quien puede yacer eternamente, y en épocas extrañas hasta la muerte puede morir.
Howard Phillips Lovecraft
I
Las anotaciones de Aaron Cedric O'donojú
Los alumnos y profesores de Miskatonic University, en la ciudad de Arkham, dentro del estado de Massachusetts - Estados Unidos, se hallaban reunidos en el auditorio, debido a la llegada del empresario y escritor, John Howard Brown. Se trataba de un hecho trascendental, pues, seleccionaba con cuidado los lugares donde presentarse, siendo un hombre reservado pero sociable. En lo que respecta a sus obras reflejaban una cultura sublime, planteando problemas ideológicos combinados con descubrimientos modernos, su primer libro, Susurros del pasado, había visto la luz a comienzos del año 2002, y desde entonces, publicó veintitrés libros filosóficos, el más reciente terminó, a una semana de su lanzamiento, por transformarse en un Best Seller, titulado, La noche de las ilusiones. Un trabajo que abordaba, desde un punto de vista razonable, la posibilidad de mundos extrahumanos, contando con una investigación hecha con el apoyo de científicos, médicos, arqueólogos e historiadores.
En cuanto a su persona, se trataba de un empresario que creó una gran fortuna gracias a los bienes raíces, escribía en lengua española, y vivía en Buenos Aires, Argentina.
La conferencia, dio inicio a las tres y media de la tarde; el decano subió al escenario, diciendo.
—Buenas tardes, damas y caballeros, educadores y estudiantes. Es un honor para mí presentar ante ustedes, al señor John Howard Brown.
Todos aplaudieron, mientras hacía acto de presencia un hombre joven de cincuenta años de edad, en buena forma física, con los cabellos castaños y cortos, carecía de vello facial, tenía la piel blanca y los ojos color miel, dueño de un buen porte, vistiendo un elegante traje negro, una camisa blanca y una corbata azul oscura, en tanto sus zapatos negros relucían. Extendió su mano saludando al decano e intercambiaron lugares.
—Diría que es un placer estar aquí —dijo Brown en tono alegre— pero pensarán que solamente copio al decano.
Los presentes comenzaron a reír, pues comprendieron que John Howard poseía un excelente sentido del humor, además de ser carismático y sumamente humilde, en ningún momento se molestó frente a las preguntas que le efectuaron, casi de forma furtiva, respondiendo siempre con amabilidad. Para terminar la conferencia, luego de una hora, Brown se expresó de la siguiente forma, explicando su punto de vista sobre la humanidad, tema principal en su libro.
—Los humanos hemos sido seres narcisistas, adoptando deidades como resultado de una búsqueda eterna por el sentido de la vida, siempre creyendo y justificando, fervientemente, que todos poseemos una meta específica. Sin embargo, gracias al avance de la ciencia, se sabe que no fuimos creados, sino que hemos sido producto de la selección natural de las especies y la evolución, tal como estipula Charles Darwin, sabemos, gracias a Galileo Galilei, que la tierra, nuestro planeta, no es el centro del universo. Pero, gracias a estos avances y descubrimientos, hoy por hoy, existen grandes conflictos planteados por la raza humana, pues tengan religión o no, siempre deberán debatirse si la existencia misma tiene un sentido, en la antigüedad e incluso en nuestros días, aún existen personas a lo largo del globo, quienes creen fielmente en seres creadores, solo que han reemplazado a las divinidades por razas extraterrestres, lo que intenta prevalecer, a toda costa, es el sentido de la vida y el hecho que nuestro destino, como humanidad, está bajo la mirada crítica de unos seres superiores a quienes les importamos, pero he aquí la variable. Que tal si de hecho alguna raza superior existiera, un Dios o varios Dioses, pero no se parecieran en nada a nosotros, sus pensamientos y sus planes nos fueran ajenos, que tal si ellos, en sus infinitos conocimientos y poderes, así como en sus vidas extensas, no nos vieran como sus iguales, ni siquiera como súbditos, sino como insectos o plantas, es decir, somos solo seres insignificantes dentro de un vasto infinito.
Con esas palabras enmudeció a los presentes y la conferencia culminó, John se retiró del escenario, el asistente general del auditorio tomó la palabra.
—Estimados alumnos y profesores, tengo el agrado de decir, que el señor Brown realizará una firma de libros, en el segundo piso.
Todo siguió su marcha, los presentes, con sus copias en mano de La noche de las ilusiones, avanzaban ordenadamente; John Howard Brown sentado a una mesa, firmaba el libro, lo entregaba y daba las gracias por haber asistido a oírlo.
El último en la fila era un muchacho, mayor de veinte y menor de treinta años de edad, poseía una barba negra cuidadosamente recortada, los cabellos oscuros y desprolijos, algo pasado de peso, vestía unos pantalones de jean, zapatos negros, camisa blanca y un saco marrón, llevaba un morral, obviamente no se trataba de un profesor, Howard al verlo asumió que tal vez era un estudiante de postgrado. El muchacho estaba nervioso, pero no de forma amenazante, sino como alguien que desea decir algo y no encuentra las palabras correctas.
—Puedo comprender que estás algo ansioso, ¿cómo te llamas?
—Es un verdadero honor conocerlo, mi nombre es Miguel O'donojú, señor.
—¡Es un gusto conocerte Miguel!
—Señor, tengo una pregunta que hacerle, prometo no quitarle mucho tiempo.
—Hazla muchacho, para ello vine —dijo John con una sonrisa agradable en los labios.
—¿Ha oído hablar de un ser, envuelto en túnicas oscuras, con el rostro siempre cubierto, comparable a un morador de los desiertos, denominado como, el Monje Negro?
Al oír esas palabras, John Howard Brown quedó asombrado, miró directo a los ojos del joven.
—¡Sí, lo he oído! Ahora la interrogante es, ¿cómo sabes tú de él?
Miguel iba a responder, pero Brown, con un movimiento de su mano derecha le indicó que no lo hiciera.
—Ya debo retirarme, acompáñame y oiré tu historia.
El joven aceptó, ambos abordaron la limusina del autor, dirigiéndose al hotel Arkham Palace, fundado a finales de los años 90s, donde se hospedaba el señor Brown, ocupando la suite presidencial ubicada en el piso 47. El empresario, en compañía del estudiante universitario, penetraron en el recinto, tomando asiento en cómodos sillones de cuero negro, John ordenó le trajeran un coñac y ofreció a su invitado algo de beber, pero éste negó con la cabeza.
Brown no habló desde ese entonces, se mantuvo en calma, y envió un mensaje con su teléfono móvil, casi de inmediato recibió una llamada, respondió y se limitó en oír, cinco minutos después dio las gracias para dar por terminada la comunicación.
—Señor Miguel Alejandro O'donojú —inició Brown— tiene veintisiete años de edad, graduado hace cinco años en Miskatonic University como contador; nació el veinticuatro de agosto del año 1989 en Buenos Aires, Argentina, fue el único hijo de Emilia Alejandra Upson y Roberto Robledo O'donojú quienes, desgraciadamente, fallecieron durante un accidente de tránsito, hace poco más de dos años. Por su parte, luego de concluir sus estudios universitarios, regresó a su país de origen, donde actualmente trabaja asesorando a pequeñas y medianas empresas, habla a la perfección inglés, alemán y español, aunque este último sea su lengua natal. Llegó nuevamente a Miskatonic University, para realizar un curso de literatura que duraría tres meses, pero algo me dice que su interés en regresar a la universidad, solamente surgió como un medio para conocernos, pues es de público conocimiento que brindaría esta conferencia. Ahora, lo único que no he podido averiguar, es cómo alguien tan joven como usted, ha oído hablar del Monje Negro; es tu turno muchacho, de reanudar lo que deseaba compartirme.
—He leído sus libros y comprendí el trasfondo oculto, es dueño de una obsesión con seres primigenios, están ahí, ocultos en sus obras. Si alguien en esta tierra podía ayudarme, ese es usted, porque verá, cuando era un niño, mi difunto abuelo, solía hablarme de sucesos que acontecieron en Dunwich, Arkham, Innsmouth, París, Londres, entre otros, pero dada mi infantil mente, él no me revelaba mucho, sin embargo, cuando alcancé la adolescencia, mi padre me confesó, que en su juventud, mi abuelo estudió en Miskatonic University, y obtuvo su título como arqueólogo, desempeñándose en un trabajo académico, nada fuera de lo común, o eso pensé. Mi abuelo falleció hace veinte años, mientras dormía; al parecer él tenía un abogado, quien según instrucciones específicas, al cumplir veintiún años de edad, me sería entregada una llave con acceso a una caja de seguridad en un banco local, la misma solamente podría ser accesible a mí; al regresar a Buenos Aires la abrí, hallando una libreta de anotaciones, mis padres no fueron de mucha ayuda, y luego de su fallecimiento me refugié en mi trabajo así como también en los intentos por comprender la libreta, en mi búsqueda leí sus libros, las similitudes son innegables, usted es la persona idónea, para saber si mi abuelo era un hombre de ciencia, o un demente. Y como soy consciente que debe analizar la evidencia, con sus propios ojos, antes de creerme.
En ese momento, Miguel calló mientras se dio a la labor de buscar en su morral retirando una libreta antigua, con portadas rústicas de cuero marrón, y hojas amarillentas, entregando la misma al escritor, este último la abrió con cuidado, comenzando a leer para sí mismo.
Mi nombre es Aaron Cedric O'donojú, nací en Providence el 17 de Febrero del año 1926, estudié en la prestigiosa institución académica, Miskatonic University, donde logré convertirme en arqueólogo y posteriormente trabajar allí mismo como profesor; a la edad de 30 años, cuando me hallaba ordenando viejos documentos en la biblioteca, encontré un testimonio firmado por el fallecido educador Armitage.
Según el mismo, en Dunwich había nacido un hombre llamado Wilbur Whateley el día 2 de febrero del año 1913, este hombre crecía a un ritmo acelerado, su complexión física estaba compuesta por facciones de chivo, y una tez morena; misteriosamente no tenía padre, solamente una madre, cuya deficiencia mental era notoria, de nombre Lavinia, su educación quedó a cargo de su abuelo Whateley, quien tenía fama de brujo, pues solía ascender a la cumbre de Sentinel Hill, donde ejecutaba actos ritualistas. Con el nacimiento de Wilbur, la familia de éste podía ser vista con extrañas llagas en sus gargantas, al igual que su ganado.
Al morir el abuelo de Wilbur, un tiempo después desapareció su madre; en ese entonces, el joven subía con mayor frecuencia a Sentinel Hill, donde gritaba desde la montaña un nombre, Yog-Sothoth.
Armitage conoció a Wilbur cuando éste último viajó a Miskatonic University con el fin de leer el Necronomicón, acto que le fue permitido, aunque, no conforme con ello, trató de convencer a las autoridades universitarias de otorgarle un permiso para llevarse el libro, cosa que fue rotundamente negada.
Poco tiempo después, un intruso quiso robar la biblioteca, pero solamente halló la muerte al ser atacado por varios de los perros guardianes de la universidad. Mientras aguardaban por la llegada de las autoridades y los guardias de seguridad controlaban a los alumnos quienes se agolpaban frente a la biblioteca, los profesores Armitage, Rice y Morgan penetraron, presenciando una fétida charca de líquido purulento amarillo verdoso, viscoso y repugnante, saliendo de un torso con pellejo de cocodrilo y tentáculos en su abdomen, por algunos