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Yo fui Jack el Destripador
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Yo fui Jack el Destripador

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Cuando Jack el Destripador aterrorizó Londres en 1888, desencadenaría una ola de misterio tras su desaparición y su cadena de violentos y terroríficos asesinatos terminaría tan rápido como había comenzado, dejando a su paso uno de los crímenes no resueltos más antiguos del mundo. Ahora, en 1907, el biógrafo Charles Hapgood está a punto de recibir la visita de un hombre que, sorprendentemente, afirma ser el famoso Destripador y desea narrar su historia antes de su inminente muerte. Escéptico al principio, Hapgood acepta escuchar su historia, siendo más adelante testigo de una prueba indiscutible de que su visitante dice la verdad y es realmente quien dice ser. Conforme Hapgood escucha la historia del hombre, se va sumergiendo en un mundo de dolor, crueldad, horror y tristeza a medida que descubre cómo un niño inocente se convirtió en el monstruo viviente más grande que el mundo haya conocido jamás. A medida que la historia se desarrolla, el escritor comienza a temer por su propia seguridad ya que el hombre alguna vez conocido como Jack el Destripador utiliza sus propias palabras para narrar su historia, un relato que va mucho más allá de la línea de tiempo conocida de sus horrendos crímenes y alcanza nuevas profundidades de terror y depravación que Hapgood nunca podría haber imaginado.

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateMar 21, 2018
ISBN9781547520879
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    Yo fui Jack el Destripador - Michael Bray

    YO FUI JACK EL DESTRIPADOR

    blood_PNG6091

    Michael Bray

    Copyright © 2017 Michael Bray

    www.michaelbrayauthor.com

    El derecho moral de Michael Bray a ser identificado como el autor de esta obra ha sido afirmado de acuerdo a la Ley de Derecho de Autor, Diseño y Patentes, 1988. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin la autorización por escrito del editor.

    TAMBIEN DEL MISMO AUTOR

    Dark Corners

    MEAT

    Whisper

    Echoes (Whisper Trilogy book II)

    Voices (Whisper Trilogy book III)

    Whisper: The untold stories

    Funhouse

    Forgotten Fears

    From the Deep

    Return to the Deep

    Spawn of the Deep

    The Island

    The Last Mutation

    Cody Rexell: Monster Hunter

    Cody Rexell & The Cannibal Death Camp

    Project Apex

    The Dark Place (Hell on earth book one)

    FEED

    Art (With Matt Shaw)

    Monster (With Matt Shaw)

    Home Video (With Matt Shaw)

    Trapped (With Matt Shaw)

    Deranged: The complete works of Bray & Shaw

    The House that Hell Built (With Matt Shaw & Stuart Keane)

    Something in the Dark

    EXENCIÓN DE RESPONSABILIDAD DEL AUTOR

    Antes de sumergirnos en esta historia pensé que sería una buena idea dedicar algunas palabras para asegurar que todos estamos en la misma página. Este libro, aunque se basa en los horrendos asesinatos de Whitechapel que ocurrieron en 1888 en Londres, NO pretende ser una novela históricamente precisa. Ahora bien, He realizado una gran cantidad de investigación al elaborar el presente libro para asegurar que coincida con su marco temporal, sin embargo, si has venido aquí en busca de alguna teoría mía acerca de la verdadera identidad de Jack el Destripador, has venido al lugar equivocado. Debido a toda la especulación que existe acerca de quién era el verdadero responsable, desde Tumblety hasta Sir William Gull y todos los demás, he decidido mezclar la ficción con los hechos, por lo que mi Jack no es una persona que haya existido realmente y no guarda relación con ninguno de los sospechosos. Al escribir este libro me propuse que fuese el mejor trabajo de ficción que pudiese realizar. Existe una gran cantidad de libros históricos que tratan acerca de quién pudo, o no pudo ser el asesino, este no es uno de esos. Esta es una historia ficticia en su mayor parte, creada en torno a algunos de los crímenes más brutales que se han cometido en Inglaterra. Si has venido esperando algo más, entonces deberás dejar de leer ahora mismo y retirarte para buscar algo en la sección de crímenes reales.

    Si todavía estás conmigo y deseas seguir, Entonces los invito a todos a que se me unan en un viaje a la Inglaterra del siglo XIX, una época oscura, cruel y brutal. Estamos por retomar la historia de un escritor que está a punto ser visitado por un hombre que tiene una extraña y espectacular historia que contar....

    CAPÍTULO UNO

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    Distrito de Whitechapel

    Londres, Inglaterra 1907

    ––––––––

    Aquel hombre mantenía sus ojos fijos en el suelo mientras doblaba hacia Union Street, inclinando su cabeza contra el gélido viento de diciembre, que parecía anunciar una amenaza de nevada. Aquí las casas lucían pulcras y bien cuidadas, las calles se encontraban libres de la escoria y los malvivientes que solían frecuentar los barrios marginales situados a menos de una milla de distancia a sus espaldas. Incluso estas casas palidecían comparadas con la ornamentada mampostería y las puertas de bronce de Westminster, sin embargo, su viaje no llegaría tan lejos. Era aquí, con las clases medias, donde se encontraba su destino final. Desde que salió de su casa aquella noche, había considerado dos veces dar marcha atrás, y sin embargo el fuego que ardía en su interior lo obligó a continuar el viaje. Dobló a la izquierda, dirigiéndose a Mountford Street, donde notó un cambio en el entorno. Aquí las casas eran más grandes, de dos pisos, y colocadas una junto a otra en hileras gemelas situadas a cada lado de las calles. Sus ojos se movieron de puerta en puerta, de ventana en ventana y una vez más consideró abandonar el viaje y regresar a su casa. Redujo el ritmo de su enérgico paso para observar mejor los números de los edificios, buscando el que se le indicaba en la carta que había recibido.

    El hombre se detuvo cuando ya había recorrido por la calle un tercio del camino, tomándose un momento para abrigarse mejor contra la helada embestida del viento y el aguanieve, que le golpeaban el rostro con cada ráfaga. Miró el edificio. La fachada era de piedra gris, y las ventanas eran oscuras y sin rasgos distintivos, salvo una en el piso inferior, que se avivaba con el brillo naranja de la luz del fuego. Un corto sendero conducía a tres escalones de piedra, y en la puerta, su aldaba de cabeza de león, se balanceaba bajo la acometida del viento. Era algo tan poco acogedor como impresionante. El hombre echó un vistazo a la pequeña placa de latón montada junto a la puerta, verificando que se encontraba en el lugar correcto. La placa tenía un nombre grabado en ella, cubierto por gotas de lluvia.

    HAPGOOD.

    Escuchó un sonido proveniente desde cierta distancia calle abajo y observó a una joven pareja que se acercaba, llevaban los brazos enlazados mientras se susurraban entre ellos. Se miraban a los ojos mientras caminaban, recordándole terrores y pesares olvidados desde hacía tiempo y haciendo que sintiese en el corazón un escalofrío que rivalizaba con aquel que le provocaba el gélido viento. Mientras la pareja pasaba, bajó la cabeza y volteó a otro lado para ocultar sus facciones, un viejo hábito que no se había desvanecido con el tiempo.

    La pareja continuó su camino, sin notar la presencia del hombre que estaba parado frente a la casa. Los observó mientras continuaban con lento andar, ajenos a las condiciones climáticas, hasta que se perdieron de vista al dar la vuelta en la esquina. Enterrando esos recuerdos reprimidos por tanto tiempo y que ahora intentaban salir a la superficie, el hombre pasó sus manos por la parte delantera de su abrigo, sacudiendo el ligero polvo que comenzaba a formarse conforme el aguanieve se transformaba en nieve. El hombre sacó su reloj de bolsillo. Su anfitrión lo esperaba a las nueve en punto, y como un hombre que siempre se había sentido orgulloso de su puntualidad, se propuso esperar hasta la hora exacta, con tormenta o sin tormenta. Miró en dirección al camino que había tomado la pareja, ya desaparecida, que los llevaría hacia cualquiera que fuese su destino, y se preguntó si irían a ver alguna obra de teatro, o si tal vez se disponían a pasar la noche juntos al calor de su hogar y a resguardo de las inhóspitas condiciones climáticas. Un sentimiento de amargura se apoderó de él, pero lo reprimió enseguida. Sabía que, si no lo hacía, podría despertar al demonio que vivía en su interior. La edad lo había vuelto más paciente y capaz de ejercer cierto control sobre la bestia, pero el paso de los años también lo había hecho cuestionarse acerca de su propia mortalidad. Ya no era un hombre joven, fuerte y vigoroso. Le parecía que en un corto período de tiempo se había transformado en otra cosa, en un individuo viejo y marchito que difícilmente reconocía. Volvió a mirar el reloj y esperó a que la manecilla marcase la hora, luego subió los escalones y llamó a la puerta. Una luz llenó el arco de cristal que se encontraba sobre la puerta, la cual a su vez se abrió para revelar a quien sería su anfitrión durante aquella noche.

    Capítulo dos

    blood_PNG6091

    Charles Hapgood era un hombre delgado, ataviado con una camisa blanca casual desabrochada y pantalones marrones. Su nariz larga, hombros inclinados y cejas bajas le daban la apariencia de un pájaro.

    ‘¿Sr. Hapgood, Supongo?’ dijo el hombre, tendiendo la mano hacia el dueño de la casa.

    ‘Así es, por favor pase’, dijo Hapgood, mostrando a su invitado el pasillo antes de cerrar la puerta contra el silbido del viento.

    ‘Por favor, aquí puede poner su abrigo, señor, el clima está terrible esta noche’. Dijo Hapgood, señalando el perchero que se encontraba junto a la puerta. El hombre obedeció, quitándose el abrigo y el sombrero, y colocándolos en el perchero, para luego volverse hacia Hapgood, quien indicó con un gesto hacia el fuego que crepitaba en el estudio.

    ‘Por favor, pase y entre en calor usted mismo con el fuego señor...’  Hapgood dejó inconclusa la frase, esperando que el visitante se presentase.

    ‘Miller’, respondió el visitante mientras entraba al estudio. Sus ojos inspeccionaron la habitación mientras se acercaba hacia una chimenea de gran tamaño, encima de la cual se encontraba una pintura que representaba la resurrección de Cristo. Una de las paredes del estudio estaba cubierta de libros de todo tipo de volúmenes y de todas las materias posibles, los cuales se apilaban desde el suelo hasta el techo. A un lado de las dos sillas colocadas junto a la chimenea, se encontraba el escritorio de Hapgood, cuyo estado era tan caótico como su colección de libros.

    ‘¿Desea beber algo Sr. Miller?’ preguntó Hapgood mientras se servía un brandy grande. 

    Miller asintió mientras calentaba sus manos, frotándolas una contra otra para restaurar la sensación. Hapgood regresó con las bebidas y las colocó en la pequeña mesa que se encontraba entre las dos sillas, el líquido dorado reflejaba y distorsionaba la luz del fuego. Levantó su vaso y tomó un sorbo, pensativo, mientras observaba a su visitante.

    ‘Por favor, tome asiento’, dijo Hapgood, señalando una de las sillas de respaldo alto mientras se sentaba en la otra. Miller se sentó, colocando sus finas manos sobre su regazo.

    Hapgood estudió a su visitante, sumergiéndose en los detalles y tratando de encontrar sentido a la extraña serie de eventos que habían conducido a la presente reunión. Miller era alto y muy delgado, tenía un rostro con pómulos sobresalientes. Su apariencia pasaría como ordinaria si no fuese por sus ojos, que eran de un tono azul intensamente brillante. El aspecto del resto del hombre no tenía nada de especial, Hapgood incluso diría que resultaba anónimo. Su boca era una delgada línea fruncida sobre el mentón, y llevaba el cabello recogido hacia un lado, el cual, según notó Hapgood, estaba encaneciendo por la edad. Miller tenía lo que Hapgood llamaba apariencia atemporal, lo que hacía que calcular su edad fuese algo imposible.

    ‘Así que, Sr. Miller’, dijo Hapgood mientras tomaba otro sorbo de su bebida.  ‘¿Puedo preguntar sobre la naturaleza exacta de su solicitud para verme esta noche? En mi oficina me dijeron que había sido bastante insistente y que se trataba de algo que tenía que ver con mi trabajo’.

    Miller no respondió. Miraba hacia las llamas, perdido en sus pensamientos.

    ‘Por favor, señor, Resulta irregular para mí encontrarme con clientes potenciales en mi casa. Si lo prefiere, podemos concertar una reunión para discutir esto en mi oficina a través de los canales correctos y a su debido tiempo’.

    Estaba a punto de hablar nuevamente cuando Miller lo miró, haciendo que Hapgood respirase. El color de los ojos de Miller resultaba aún más hipnótico cuando miraba fijamente. Estos eran de un peculiar color azul, como si estuviesen iluminados desde su interior. Hapgood sintió que más que mirar hacia él, era como si Miller estuviese mirando a través de él y estuviese enterado de todos sus secretos más íntimos. El incidente duró solamente unos segundos, antes de que Miller señalase hacia una pila de archivos de color marrón que se encontraban sobre la pequeña mesa al lado de la silla de Hapgood.

    ‘Según entiendo, usted actualmente escribe un libro acerca de los asesinatos de Whitechapel ocurridos en mil ochocientos ochenta y ocho’.

    ‘Así es, es correcto. ¿Y entiendo que usted cuenta con información relacionada con el caso, que podría ser de utilidad para mi investigación?’

    ‘Tengo entendido que el Inspector Abberline mismo lo ayuda en su investigación’, dijo Miller, esbozando una leve sonrisa en su rostro al mencionar el nombre del inspector.

    ‘Así es, el Sr. Abberline tuvo la amabilidad de ofrecerme su ayuda, sin embargo, no veo cual es la relevancia de...’

    ‘¿Y qué tan avanzado va en la elaboración de este libro Sr. Hapgood?’ preguntó Miller, fijando nuevamente su helada mirada en él.

    ‘No veo que pueda tener eso de relevante. Por favor, Sr. Miller, indique su asunto o temo que me veré forzado a pedirle que se retire. Tengo mucho trabajo que hacer’.

    El esbozo de sonrisa se desvaneció, Miller se reclinó en la silla y dio un sorbo a su brandy. ‘Mi intención no es ofender su amable hospitalidad, de hecho, se trata de lo opuesto. Estoy aquí para darle el más grande de todos los regalos’.

    ‘Me temo que no entiendo’.

    ‘Tengo entendido que usted está considerado como uno de los mejores escritores de Londres. De hecho, en cuanto a mis indagaciones acerca de la persona podría ser la más adecuada para mi propósito, fue su nombre el que se mencionó en casi todas las ocasiones en que me recomendaron al escritor con quien debería hablar’.

    ‘Gracias, Sr. Miller, me siento complacido de que mis siempre amables colegas tengan en tan alta estima mi trabajo’.

    Miller dio otro sorbo a su brandy, disfrutando de la calidez que irradiaba a través de su cuerpo. ‘Deseo que usted escriba mis memorias. La edad se está convirtiendo en una carga para mí, y la vida ha comenzado a llevarse lo que yo consideraba como garantizado. Usted, por supuesto, será bien pagado por su trabajo, incluso más que en la simple cuestión financiera, cuando los detalles de la historia de mi vida salgan hacia la superficie’.

    Con el ceño fruncido, Hapgood colocó su vaso sobre la mesa. ‘Le ruego me disculpe Sr. Miller, me temo que ha desperdiciado su tiempo. Estoy, como podrá darse cuenta, increíblemente ocupado con la elaboración de mi libro, y me sería imposible encontrar tiempo para hacer lo que me solicita. Aparte de eso señor, Me temo que no me dedico a escribir material autobiográfico. Mi campo se relaciona más con los hechos históricos que con las memorias. Puedo, sin embargo, recomendar a varios de mis colegas, quienes estarían felices de...’

    ‘No’, dijo Miller, colocando su vaso vacío sobre la mesa.

    Hapgood notó un ligero cambio en el comportamiento de su invitado, un destello apenas perceptible de algo al interior de esos ojos que desapareció tan pronto como había aparecido.

    ‘Sr. Miller, lo siento, pero no puedo ayudarle. En la ciudad hay muchos biógrafos competentes y calificados que aceptarían gustosos escribir sus memorias’. Dijo Hapgood, poniéndose de pie y dirigiéndose hacia la puerta.

    Miller no se levantó. Miro a Hapgood a los ojos. Había algo que Hapgood no lograba identificar. Arrogancia tal vez, o ira. Lo hacía sentir curiosidad y temor al mismo tiempo.

    ‘Sr. Hapgood, por favor tome asiento’.

    No era una solicitud. Había un aire de autoridad en la voz de Miller que hasta ese momento había estado ausente. Hapgood comenzó a pensar que había algo más en su visitante que no había captado en su primera impresión. Se sentó, y los dos hombres se miraron uno al otro con el crepitar del fuego como único sonido de fondo.

    ‘Estoy seguro de que sus colegas son excelentes escritores, pero para las presentes circunstancias, necesito el mejor, y ese, buen señor, es usted. como ya habíamos establecido. Ahora por favor, permítame explicarle antes de que rechace mi propuesta’.

    Esperó escuchar una protesta, y al ver que su interlocutor guardaba silencio, prosiguió.

    ‘Estoy muriendo, Sr. Hapgood. Incluso, aquí, mientras usted y yo conversamos, siento la presencia espectral de la muerte. Mi cuerpo está envejeciendo, mis huesos están cansados. Temo Que no pasará mucho tiempo antes de que parta de este mundo, y lo acepto. Este mundo y yo nos hemos hecho compañía por bastante tiempo. Antes de que eso ocurra, hay mucho que contar, lo cual debe ser registrado oficialmente antes de que se pierda para siempre’.

    Hapgood se terminó su brandy y puso el vaso vacío sobre la mesa.

    ‘Lamento su situación Sr. Miller, en verdad, pero como ya lo he afirmado, señor, No soy capaz de ofrecerle mi ayuda en esta ocasión. Estoy mucho muy ocupado’.

    ‘Usted no entiende Sr. Hapgood, hay una carga sobre estos hombros. La cual no puedo llevar conmigo a la tumba. Debe escuchar lo que tengo que decir’.

    ‘No soy un sacerdote, solo soy un humilde escritor. Tal vez en la iglesia estarán dispuestos a escuchar su confesión’. La frustración de Hapgood iba en aumento, sin embargo, la curiosidad le impedía solicitar a su visitante que se marchase.

    Miller hablaba lentamente, la rápida transformación del hombre balbuceante que entró por primera vez en la casa resultaba sorprendente. ‘No necesito confesarme, puesto que no he cometido ningún pecado. Mi inminente muerte no guarda relación con nuestro encuentro esta noche.  Estoy más que listo para presentarme ante Dios y justificar todo lo que ha ocurrido. Le he escogido a usted por otra razón, y lo juro, de un modo u otro usted escuchará lo que tengo que decir antes de que la noche se extinga’.

    A Hapgood se le dificultó emitir una respuesta. Estaba excitado y enfadado, atemorizado y curioso. La combinación de emociones le hacía difícil elaborar cualquier pensamiento racional. ‘Sr. Miller, sin ofender’. Dijo. ‘Estoy, sin embargo, simplemente tratando de evitar que tanto usted como yo desperdiciemos nuestro respectivo tiempo. Me encuentro atrasado en mi trabajo, y si pretendo terminarlo, me temo que este requerirá de toda mi atención’.

    Miller se inclinó hacia adelante, mirando hacia los ojos de Hapgood y hablando casi en un susurro. ‘Sr. Hapgood, creo que usted no ha entendido. Me temo que lo que tengo que contarle hará que su trabajo actual se vuelva obsoleto’.

    ‘Es una cuestión de opinión, y francamente señor, constituye una falta de respeto. Usted entra a mi casa bajo circunstancias irregulares y encima irrespeta mi labor. Lo siento, Sr. Miller, no hay nada que hacer. Temo que tendré que insistirle que se marche inmediatamente. No le puedo ayudar’.

    ‘Esos archivos’. Dijo Miller, ignorando a Hapgood. ‘¿Es correcta mi presunción de que algunos de ellos contienen las notas personales del Inspector Abberline? ¿Sus propias opiniones privadas acerca del caso Whitechapel?’

    Hapgood asintió con la cabeza ‘Así es. El inspector y yo somos amigos cercanos, y desde que él se retiró, me ha estado ayudando con mi investigación. No veo que relevancia pueda tener eso’.

    ‘Y, Sr. Hapgood ¿Es correcta mi presunción que dentro de esas notas hay información que solo el inspector conoce? ¿En otras palabras, información que nunca fue revelada al público durante la investigación inicial?’

    ‘Así es, las opiniones personales del Inspector Abberline acerca del caso están contenidas en esos archivos, sin embargo, no veo la pertinencia de ello respecto a nuestra conversación’.

    ‘Es pertinente porque ello me permitirá explicarle porqué he venido aquí. ¿Supongo que usted está familiarizado con el caso y sus detalles más íntimos?’

    El enojo de Hapgood se hacía más grande y podía sentir como enrojecían sus mejillas. ‘Así es, Me siento orgulloso de mi investigación. Mi exploración del caso se encuentra en una etapa avanzada, como lo mencioné con anterioridad’.

    ‘¿Sería tan amable de revisar los archivos del Inspector Abberline? En particular, los del asesinato que tuvo lugar en Hanbury Street’.

    ‘Estoy familiarizado con el caso’. Afirmó Hapgood de manera cortante. Deseaba que aquel hombre se marchase de su casa, pero sentía curiosidad acerca de la dirección que estaba tomando la conversación.

    ‘Le ruego

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