Vida, confesión y muerte de Efraín González
By J.Tito Alba
3/5
()
About this ebook
A comienzos de la década 1960, las áreas rurales de varios departamentos de Colombia fueron azotadas por cuadrillas de bandoleros, auspiciados desde la clandestinidad por los partidos liberal, conservador y comunista.
Uno de estos pandilleros fue Efraín González Téllez, cabo desertor del Ejército colombiano, quien escapó de las Fuerzas Militares para organizar una cuadrilla de malhechores, con la misión de vengar la muerte de su padre a manos de adversarios políticos.
Con prosa rica en figuras literarias, claridad y precisión histórica el abogado J. Tito Alba, reconstruyó los episodios históricos mas trascendentales de la turbulenta existencia del bandido célebre por la crueldad y las excentridades criminales con que ejerció el terror entre las comunidades campesinas y la forma como puso en ascuas mas de una vez a la policía nacional y a las tropas que lo buscaban para capturarlo o eliminarlo si oponía resistencia armada.
La surrealista y desordenada operación militar que terminó con la muerte de Efraín González en una vivienda ubicada en el sur de Bogotá, demostró la sagacidad y arrojo del delincuente, la entonces inexistente preparación de las tropas para realizar operaciones concretas contra objetivos urbanos y el consuetudinario oportunismo de los dirigentes de turno para auto atribuirse éxitos militares, incluidas las argucias de estrategas militares que se auto adjudican, como lo hizo en este caso el entonces presidente Guillermo León Valencia.
J.Tito Alba
Escritor colombiano, natural de Bogotá, con amplia facilidad de expresión y vocabulario refinado a la usanza de los intelectuales del siglo XX en el país.
Related to Vida, confesión y muerte de Efraín González
Related ebooks
Farc veinte años. De Marquetalia a la Uribe Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa última libertad humana Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl Compadre, El Diablo, El Padrino Nayarit, tierra del narco Rating: 5 out of 5 stars5/5Capitán Guadalupe Salcedo Legendario guerrillero liberal de los Llanos Orientales Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCicatrices de Una Guerra: Historias no Contadas, Memorias para que el Pasado no se Repita Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsSobreviví a una masacre cometida por las Farc Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCamilo Cienfuegos Vive: El Señor de la Vanguardia - Soy Yo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDon Mateo Rey: Crónicas de barbarie en el occidente antioqueño Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDrama, Pesadilla y Espectáculo Rating: 3 out of 5 stars3/5Novato en nota roja: Corresponsal en Tegucigalpa Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsBalas por encargo Rating: 5 out of 5 stars5/5Malayerba: La vida bajo el narco Rating: 4 out of 5 stars4/5Los caballos de la cocaína Rating: 5 out of 5 stars5/5Las vidas de Pedro Antonio Marín Manuel Marulanda Vélez Tirofijo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsTrece Sentidos Rating: 4 out of 5 stars4/5Fantasmas Del Pasado Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPerros en invierno: (y primaveras con Lucina) Rating: 4 out of 5 stars4/5El cartel de Cali: La organización que se llevó a cabo sobre bases empresariales: Guerra de Carteles, #2 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa Dama De La Frontera: Una Hermosa Lección De Valentía Y Amor Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsChicas Kaláshnikov y otras crónicas Rating: 5 out of 5 stars5/5Morir en el Socialismo del Siglo XXI Tomo I Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDiez relatos, diez miradas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCogobierno desde La Catedral Verdadera historia de la fuga de Pablo Escobar de la cárcel-hotel Rating: 5 out of 5 stars5/5Mínimos peces Rating: 5 out of 5 stars5/5El Soldado Raso: Cómo Encontrar Información En Casi Cualquiera Gratis Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsAsesino de sicarios Rating: 5 out of 5 stars5/5Catarsis Por Barríos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl Eln por dentro Rating: 5 out of 5 stars5/5Venezuela: Biografía de un suicidio Rating: 4 out of 5 stars4/5Vaqueros, Oficiales de la ley y Forajidos Rating: 0 out of 5 stars0 ratings
Criminals & Outlaws For You
Sobreviviendo a Pablo Escobar: "Popeye" El Sicario, 23 años y 3 meses de cárcel Rating: 4 out of 5 stars4/5El Chapo, el señor del gran poder Rating: 4 out of 5 stars4/5En el Infierno Rating: 5 out of 5 stars5/5Las más grandes teorías conspirativas: Misterios, #6 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsRostros del mal: Los perfiles psicológicos de las mentes contemporáneas más perversas y sus crímenes Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsYo confieso...: Diario de un delincuente Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl zar de la droga, la vida y la muerte de un narcotraficante mexicano Rating: 4 out of 5 stars4/5Molly's Game: La historia real de la mujer de 26 años Rating: 3 out of 5 stars3/5El verdadero Pablo: Sangre, traición y muerte... Rating: 5 out of 5 stars5/5Pancho Villa: La vida y leyenda del famoso revolucionario de México Rating: 5 out of 5 stars5/5Los Peores Villanos de la Humanidad: Descubre a los Personajes que más Hicieron Temblar al Mundo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsJesús Malverde: El santo popular de Sinaloa Rating: 4 out of 5 stars4/5Los últimos días de Vlad el Empalador Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLíneas de sangre: La historia verdadera sobre el cartel, el FBI y la batalla por una dinastía de carreras de caballos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCarta desde Zacatraz: Retrato del monstruo de El Salvador Rating: 4 out of 5 stars4/5Personajes de la Historia Malignos: Los Seres más Malignos de la Historia Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPiratas de todos los tiempos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa casa de los lamentos: Crónica de un juicio por asesinato Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsAgentes, Informantes y traidores: Misterios, #10 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsTania, la guerrillera que acompañó al che Guevara Rating: 5 out of 5 stars5/5El Eln por dentro Rating: 5 out of 5 stars5/5Memorias de un vigilante Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsTirofijo: Los sueños y las montañas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPlena Rating: 5 out of 5 stars5/5Las vidas de Pedro Antonio Marín Manuel Marulanda Vélez Tirofijo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsPerfiles Oscuros: Biografías de Asesinos en Serie Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsOperación Odiseo- Final de Alfonso Cano, Filósofo del Narcoterrorismo Comunista contra Colombia Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLas guerrillas del Llano Rating: 5 out of 5 stars5/5Anatomía de un esquema Ponzi: Estafas pasadas y presentes Rating: 0 out of 5 stars0 ratings
Reviews for Vida, confesión y muerte de Efraín González
1 rating0 reviews
Book preview
Vida, confesión y muerte de Efraín González - J.Tito Alba
PORTAL
─Es ley que nueva sangre,
pida la sangre en tierra derramada.
Para vengar la muerte
la voz de Erinnys a la muerte llama,
y al crimen sigue el crimen,
y sigue la venganza a la venganza─
Esquilo. (Las Coéjoras)
Pum… Pum... Pum... El eco de los tres disparos, despacioso y aterrado, se refugió en el monte. Tres nubecillas azulosas, indecisas y vagas, se diluyen en la mañana radiante, propicia para la vida y los amores, para los trinos y el murmullo de las auras fragantes...
El desconcierto de la tragedia paraliza en los rostros el rictus amargo de la muerte. De la muerte que acaba de pasar, veloz y desconcertante, por aquellos contornos tranquilos y apacibles, donde la víctima, Martín González, creyó encontrar el reposo que le negaron las adustas breñas de su tierra nativa.
Tendido sobre el surco que recogiera el sudor de su frente agobiada, con los ojos muy abiertos, tratando de horadar el infinito, los brazos en cruz cual una víctima inmolada en el altar de los odios fratricidas, yace Martín González, ante el adolorido desconcierto de Efraín, su hijo, desertor por entonces del ejército, y convertido desde ya, para su propia perdición y la de muchos, en su más encarnizado enemigo.
Pum… Pum... Pum... Tres disparos de alcance histórico. Tres puntos suspensivos hacia la tragedia... Tres puntos suspensivos hacia el propio suspenso...
¿Lugar? Unos dicen que modesta parcela del occidente colombiano, bautizada por siniestra casualidad con el nombre de El Recreo
, y hasta afirman que corría el año sesenta, por el mes de abril. Exactamente, abril 17. Abril trágico...
Otros aseguran que fue en Albania, donde los González buscaron refugio para eludir a la justicia, que los buscaba desde atrás. Agregan que en una batida pereció el anciano, y que a partir de entonces organizó el huérfano su cuadrilla y se echó por los atajos del asalto y el despojo.
Pum... Pum... Pum... Comienzo de la encrucijada. Iniciación de la duda. Principio de las disputas. Para algunos, punto de partida de las hazañas increíbles de Efraín González. Para otros, un eslabón más en la cadena pesada y ruda de sus delitos.
Para muchos, una incógnita perdida entre millares de folios que en los anaqueles de juzgados y alcaldías esperan la mano paciente que vuelva por los fueros del rigorismo y entregue al análisis de sociólogos e historiadores —los tenemos y, ¡vive Dios!, muy buenos— el material disperso y desgonzado de esta inaudita y convulsionada vivencia.
CAPÍTULO I
CARLOS EFRAÍN
─Lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario de dementes─
Shakespeare.
De la tierra, la buena tierra, de la que pone fin a nuestra pena
, como decía don Juan de Castellanos, era Efraín González. En un hogar campesino, humilde pero limpio, pobre pero altivo, vino al mundo un niño el 20 de octubre de 1933, en la regocijada villa de Jesús María
, por tierras de Santander.
El cura que lo bautizó lo puso Carlos Efraín, sin sospechar siquiera que el infante, con el correr de los días y los años, sería aventado por la suerte hacia los cuatro puntos cardinales de la violencia, y que ni siquiera eso, ni su nombre de pila podrían conservar intacto, en las incertidumbres de la fuga y la acechanza.
Para algunos fue el viejito
. Para otros Juanito
. Para los de más allá el compadre Juan
, y para la conseja y la imaginación calenturienta de comadres cuenteras, el siete colores
.
De sus primeros años poco ha trascendido fuera de los círculos familiares. Sus primeros vagidos, el gatear sobre el suelo apisonado del patio acogedor, los balbuceos celebrados en el corro de los hermanos y los primos, las caricias de la madre complacida y ufana, son episodios íntimos, episodios inéditos, vinculados tan sólo al recuerdo lejano y adolorido de una estirpe afrentada por la tragedia y la desdicha.
A pesar de ello, no es empresa difícil reconstruir el ambiente de esas épocas, común a nuestros campos: modesta la vivienda, llena de afectos y querencias. Sobre los acuciosos barandales, los aperos y las enjalmas del trajín cotidiano.
Las jaulas con las mirlas y los toches condenados a votos perpetuos. Los perros levantiscos y alzados, tan fieles para la guarda de la heredad como cumplidores en la caza del tinajo y del zorro por las cañadas y las vertientes de la serranía.
La huerta de vistosas legumbres, como una ti-mida doncella arrimada a las tapias coronadas de enredaderas y bejucos. El riachuelo manso, el regato límpido donde las mujeres desmugran y enjuagan la ropa, se desliza sin complicaciones, mansamente, co-mo en un poema virgiliano.
Las brisas, también aquí, huelen a azahar. Y entre los muros de la casa, un ambiente de paz y dulce transcurrir, apenas distraído por el chisporroteo de la lumbre hogareña, que en la cocina hospitalaria cuece las viandas rústicas, los corderos pascuales, los perniles y los lomos promisorios. Ahí nació Efraín.
Los meses corren lentos y apacibles. Sin sobresaltos ni pesadumbres. Un buen día llevan al infante a la iglesia del pueblo para cristianarlo.
Bajo un azul especialmente vistoso y terso, al repique de unas campanas diáfanas y claras, adornado de encajes y de cintas, el cura le lava por entero la fétida costra del pecado original y deposita sobre sus labios infantiles el gusto salobre de lo desconocido.
A la salida de la ermita, de amplios alares y ventanucos arrodillados, sobre el atrio rojizo de ladrillo revolotean, como gorriones, los muchachos, reclamando el pafolio
, según viejas usanzas. Los padrinos sufragan este impuesto al cariño en modestas y rútilas monedas.
Y luego, la fiesta recogida y franca. Las bebidas humildes. El esfuerzo, bien logrado, de la repostería casera. Los bambucos irresponsables y alborotados, que vuelan de las bandolas, de las guitarras y los tiples, como la risa sencillota y amable brota de la conciencia limpia y el obrar discreto.
Efraín va creciendo. Ya dio los primeros pasos sobre la alfombra multicolor de la floresta. (Los campesinos no conocen otras). Ya sorprendió, en lo más empinado de la cumbre, la madriguera de las bestezuelas salvajes, y aprisionó entre sus manos vacilantes los jilgueros y los bababuyes, en los tibios nidos semi-ocultos entre la arboleda.
Ya puede bañarse solo en el río, desnudo co-mo un lirio, sin que el temor le asedie ni le acobarden las prudentes admoniciones de los otros rapaces. Con sus propios medios, a la intemperie, se está haciendo un hombre.
Por el mundo circundante se aventuran ya sus ojos inquisidores, de cuyas pestañas parecía sus-pendida una novela triste. La novela triste de su tragedia y de sus duelos.
Una vez fue al pueblo. Lo llevaron sus gentes, una mañana dominguera, esplendorosa y festiva. Sobre la plaza, tendida al sol como el vientre rubio de una diosa pagana, los señores —los amos
, como después oyó que los llamaban—, presumían sobre sus altas muías, imponentes como catedrales, o caracoleaban en sus finas bestias de paso castellano, con una suficiencia y una altanería de quien todo lo tiene y cree que todo lo merece.
Un señorito de esos, boquirrubio y pedante, se apeó de su cabalgadura en una de las esquinas, en momentos en que entraba a la plaza un grupo de labriegos. Venía con ellos una mocita sonrosada, de tez de pomarrosa, pies blanquísimos (que humillaba la capellada de los alpargates) y un porte digno y señorial, que el señorío no escasea por esas breñas de Santander, donde la sangre ibérica irrigó en abundancia el tronco sumiso de las razas nativas.
Se dirigió el galán hacia la moza, talvez envalentonado por los licores que a pesar de la hora temprana había ingerido, quiso retenerla entre sus brazos, y tal vez —¡si pudiera!— marchitar con la impudicia de sus besos los labios inmaculados, que sólo por el amor de Dios se habrían estremecido, si acaso.
Pero un mocetón arrogante, echándose la ruana al hombro con ademán airado, se fue sobre el audaz y antes de que tuviera tiempo de intentar su defensa, le descargó sobre el rostro lujuriante un sonoro puñetazo justiciero.
Y sin que nadie pudiera evitarlo, ni acaso se diera cabal cuenta de lo que ocurría, las autoridades pueblerinas cayeron sobre el campesino, lo molieron a garrote limpio —¡no!, limpio no!— y atado, como una bestia dañina, fue conducido a la prisión, sangrante, escuálido y tembloroso.
Efraín no vio más. Efraín no quiso ver más. Supo después que el alcalde, puesto allí por los amos para que les alcahueteara sus truhanerías, lo condenó de plano, sin oírlo siquiera. Ni la fianza ofrecida, ni los buenos oficios del cura lograron libertarlo de las garras de la justicia
.
De una justicia que por primera vez apareció, tornadiza y falaz, ante los ojos atónitos del niño. ¡Bueno entonces! ¡Puro entonces! ¡Desprevenido entonces!
El retorno al hogar fue triste. Efraín, con el ceño rugoso, sellada la boca otrora parlanchina y hasta entrometida, arrastró por el crepúsculo