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Recuerdos desvanecidos
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Recuerdos desvanecidos

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About this ebook

De pequeña, Izzie perdió a su mamá y luego a su papá con casi treinta años. Sintiéndose destrozada, acudió a la única persona que creyó que iba a estar allí para ella. Y su corazón se partió en más pedazos aún. Pero cuando conoce al nuevo vecino que se mudó a la casa de playa de al lado, no esperaba sentir una atracción tan profunda por el soltero Dakota Jackson.

Por primera vez, Izzie lucha por mantener su corazón intacto y se promete que ninguna otra persona lo romperá como sucedió en el pasado. Dakota sabe que ella tiene sentimientos por él, pero también sabe del daño que le puede causar.

Para eliminar todos los secretos, él debe confesar todo lo que sabe... y traer los recuerdos desvanecidos de vuelta a la vida. Pero, ¿acaso será suficiente?

LanguageEspañol
PublisherA.M.
Release dateJan 2, 2018
ISBN9781547513116
Recuerdos desvanecidos

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    Recuerdos desvanecidos - A.M. Willard

    Recuerdos desvanecidos está dedicado a mi padre, que nunca tuvo la oportunidad de leer mis historias publicadas. Él fue quien me respaldó a lo largo de los años, y me hizo convertir en la persona que soy hoy. No hay día que pase en que no te eche de menos o piense en algo increíble para contarte. Siempre estarás en mi corazón, hasta que nos volvamos a encontrar.

    La afición tiene dos partes. La primera es la pérdida. La segunda es la reconstrucción de la vida.

    ~Anne Roiphe

    Capítulo UNO

    MIENTRAS SACO las bolsas con comestibles de la cajuela, me llama la atención un movimiento repentino que proviene la casa de playa desértica de al lado. Ha estado vacía durante un tiempo ya, y todos los vecinos sentimos curiosidad por saber quiénes son los nuevos dueños.

    Me cubro los ojos del brillante sol de junio para intentar ver mejor a la persona que se dirige hacia mí. Cuando se acerca, noto la magnífica pared de músculos dentro de una sencilla camiseta gris, unos pantalones desgastados y chanclas.

    Él detiene su metro ochenta de altura frente a mi metro setenta, y yo elevo la mirada hacia él. Tiene el cabello espeso, enmarañado y de color castaño con unas ondas que le cuelgan alrededor del rostro, y yo siento el deseo enorme de estirar la mano y pasar los dedos temblorosos por él.

    Mientras intento recuperar el sentido, una de las bolsas se desliza de mis brazos y se estrella contra el pavimento, y las dos botellas de vino se hacen añicos y el líquido oscuro se expande en un charco.

    –¡Mierda! Qué delicada, Izzie. –Mientras me inclino para recoger el vidrio, mi rostro se pone colorado de la vergüenza. El extraño se agacha al lado mío, y sus piernas se pliegan en una manera que no hubiera creído posible para un hombre tan alto. De rodillas, recogiendo vidrio, tenemos la misma altura.

    –Cuidado. –Su voz es cálida y gruesa, con una mezcla de acento del norte. De alguna manera, hace que la simple palabra suene como música.

    Estira una mano para quitarme las piezas rotas. Yo la ignoro y continúo tirando el vidrio en la bolsa rasgada.

    Él debe notar el rechazo en seco y hace una pausa en silencio antes de hablar.

    –Lamento haberte asustado, soy Dakota; me acabo de mudar al lado.

    No estoy de humor para jugar a este juego de intercambios amables, en especial con este vecino atractivo y sus deslumbrantes ojos verdes. Le lanzo una mirada y noto los mechones de pelo que le cayeron sobre el rostro. Vuelvo a sentir el deseo de acariciarlo y mover las piezas solitarias para poder verle los ojos. En cambio, tenso las manos hasta formar puños y luego las vuelvo a relajar.

    –Eh... Está bien. Soy Izzie, vivo... Bueno, vivo aquí mismo. –Señalo mi cabaña detrás de mí.

    –Un placer conocerte, Izzie. –Estira la mano para que yo la apriete. Durante un breve momento, dudo, y luego cedo.

    El agarre de Dakota es firme pero amable, lo que provoca una ola de calor que me recorre todo el cuerpo. Es un sentimiento desagradable, hace que se me acelere la respiración y me palpite el corazón.

    Tironeando para retirar la mano, elevo la mirada hacia él rápido.

    –Gracias por la ayuda, pero... necesito llevar la comida a la casa y comenzar a preparar la cena.

    –¿Tienes invitados?

    –Sí... sólo las chicas; intentamos cenar al menos una vez por semana. –Hago un gesto negativo con la cabeza y me pregunto: ¿Realmente le acabo de decir eso?

    –¿Las chicas?

    –Sí, Kelsey y Leah. Mira, de verdad debo entrar. Fue un placer conocerte, Dakota. Te veré por allí.

    –Claro. Sólo me quería presentar. Nos vemos por allí, entonces.

    Luego de recoger el resto de las bolsas, me volteo para dirigirme hacia mi seguridad. Cuando entro en la cabaña, la esencia debilitada de Old Spice llega a mi nariz y me hace acordar a la comodidad, la seguridad y el amor.

    De camino a la cocina, intento sacudirme las emociones que circulan por mi cuerpo. Apoyo las bolsas en la mesada, saco la lengua para humedecerme los labios y noto lo seca que está mi boca. Saco la jarra de agua del refrigerador y lleno un vaso. Me quedo parada allí, en el medio de la cocina, y me pregunto de dónde proviene este sentimiento. No estoy segura si es por el calor que hace afuera o por los ojos verdes de Dakota. Sea lo que sea, encendió un fuego interno en mí. Definitivamente, esto es algo que nunca antes sentí.

    Peter, mi ex prometido, nunca me hizo sentir una descarga eléctrica en el cuerpo ni me hizo gritar para que me apagaran el incendio. Incluso mientras estoy aquí parada, sigo humeando. Si esto va a suceder cada vez que Dakota esté cerca de mí va a ser necesario cargar tres litros de agua helada para todos lados. O hago eso o me mantengo bien alejada de él. Considerando que en realidad parecería una tonta cargando agua para todos lados, decido ignorarlo.

    Recojo mi teléfono para escribirles a Kelsey y Leah y veo a Dakota. Se está inclinando contra la baranda de su pórtico y mira las olas romper en la orilla. Ahora se cambió y lleva un traje de baño negro, no usa camiseta, sus músculos brillan y noto tinta negra en el brazo, pero no puedo estar segura desde aquí.

    De regreso al planeta tierra, abro mi teléfono y finalmente comienzo a tipear el mensaje de texto.

    Yo: Problemas con el vino, ¿alguna puede detenerse a comprar más? Ya saben cuáles comprar.

    Luego de apretar el botón de enviar, intento encontrar la manera de explicar el problema.

    Kelsey: ¿De verdad? ¿Has derrapado? Yo compraré porque sé que voy a llegar temprano.

    El siguiente sonido es de Leah.

    Necesitaré saber por qué has tenido problemas con el vino. Eso no es propio de ti. Llego tarde. Gracias.

    No me sorprende que Leah llegue tarde; nunca llega a tiempo... jamás.

    Sacudo la cabeza pensando en ellas porque sé que se van aprovechar al máximo de este pequeño inconveniente. Necesito recuperar el control de lo que siento. De lo contrario, me dirán por centésima vez que debo seguir adelante y volver a subirme al caballo.

    Mi receso de verano acaba de comenzar y necesito una pausa mental con urgencia. Nada de calificar tareas o de levantarme antes de que salga el sol para llegar a la escuela antes que mis estudiantes. Sobre todo, ninguna otra responsabilidad que no sea yo misma durante los próximos meses y, si tengo suerte, no pensaré en el pasado. Lo único que quiero hacer es remodelar la cabaña, ponerme al día con la lectura y relajarme. Eso es todo. Pero por algún motivo, en el fondo tengo una noción loca de que este verano va a ser una montaña rusa.

    Reencaminándome, comienzo a preparar las verduras para la ensalada y las hago a un lado. Vuelvo a la mesada, marino el salmón y corto las patatas. Mientras llevo a cabo estas tareas simples, me doy cuenta de que mis pensamientos siguen dispersos y que necesito cambiarme antes de que lleguen mis amigas.

    En mi alcoba, cruzo el pequeño armario que se encuentra en la esquina. Luego de sacar mi vestido favorito color azul marino, lo coloco sobre la cama y luego comienzo la búsqueda de las sandalias camel en el suelo. Un golpe en la puerta principal me sobresalta. Corro a la sala de estar, echo una mirada por la mirilla y me doy cuenta de que es Kelsey.

    –Entra, me estoy cambiando.

    –¿Por qué estás toda agitada, Izzie?

    –He estado corriendo para todos lados para tener todo listo para la cena y perdí la noción del tiempo. Ve a abrir el vino. Estaré allí enseguida.

    De regreso en mi alcoba, apresurándome para terminar, me miro en el espejo. Mi largo cabello color miel cae en cascada hasta la mitad de mi espalda y no llevo maquillaje. Satisfecha con el aspecto simple, admiro mi piel bronceada y decido que funcionará.

    Me uno a Kelsey en la cocina, tomo uno de los vasos que ya están llenos de vino y me inclino contra la mesada. Entonces escucho un golpe débil.

    –Entra –grito, porque sé que es Leah, que entra rápido y se dirige hacia nosotras. Dado que no hay paredes interiores, nos puede ver paradas en la barra. La envuelvo en un abrazo, tomo mi copa y le paso a Leah la suya.

    –Izzie, ¿finalmente has instalado los parlantes en el pórtico trasero? –pregunta Kelsey.

    –No, ya saben que no tengo ni idea de cómo cablear todo eso.

    –Bueno, ¿y de dónde viene la música?

    Me detengo para escuchar, y yo también la oigo.

    –Creo que viene de al lado. Supongo que la nueva familia se mudó hoy.

    –Ay, ¿cómo son? –pregunta Kelsey.

    –No estoy segura. Sólo conocí a Dakota por ahora. –Al terminar, elevo la copa y le doy un sorbo para distraerme y no decir más nada.

    –Ah, ya saben, es simplemente otro chico, nada especial –dice Leah con su tono sarcástico al tiempo que mueve la mano en el aire.

    –De verdad, Izzie, se te iluminan las mejillas ante la sola mención de él. Y cuando llegué, estabas radiante. ¿Lo estás escondiendo en tu alcoba? –me interroga Kelsey.

    –¡No! ¡No! Él parece agradable y es atractivo. Estoy segura de que tiene familia, y ya saben que no me interesa tener una relación con nadie de todas maneras.

    Ellas hacen un ademán y se dirigen al invernadero con la esperanza de echar un vistazo. Afuera, detectan a Dakota de inmediato, que recorre su camino de regreso de la playa. Aún lleva el traje de baño negro y ahora tiene gotitas de agua que le caen en cascada por el cuerpo y no tiene una toalla a mano. Nos ve mirándolo fijo y se detiene. Dakota voltea la cabeza en nuestra dirección y nos muestra una amplia sonrisa. Yo me escondo detrás de las chicas y me aseguro de echarle un vistazo a su cuerpo mojado. Dakota avanza un poco más en nuestra dirección, luego se detiene y nos saluda con la mano.

    –Hola, Izzie –dice con su acento del norte. Las chicas voltean la cabeza hacia mí con los ojos abiertos de par en par.

    –Simplemente un chico, ¿no? –pregunta Kelsey.

    –Ay, vamos, déjenme en paz. Nos acabamos de conocer y, sí, es un chico.

    –Con o sin familia, ese hombre está tan caliente como el fuego. Me voy a mudar contigo solamente para verlo todo el día –dice Leah mientras se abanica con la mano.

    –Vamos, ya paren de ser tan entrometidas. Tenemos que encender la parrilla, me muero de hambre.

    –De acuerdo, si no hay más remedio. Estoy segura de que veremos más de él pronto –afirma Kelsey.

    Riéndome de ellas mientras enciendo la parrilla, me doy cuenta de que eché de menos esto. Escuchar las olas mientras la brisa me rodea la piel y, por supuesto, el cotorreo entre las chicas. Bueno, podría ser mejor si Peter y mi padre estuvieran aquí. Eso haría que esta noche fuera perfecta.

    Mientras sacudo la cabeza para quitarme esos pensamientos, digo una plegaria silenciosa para que se queden fuera de mi cabeza. No quiero pensar en Peter o en mi papá esta noche, ya que eso sólo les daría a Kelsey y a Leah algo de qué preocuparse.

    Kelsey se debe haber dado cuenta de que me distraje, lo que la obliga a seguirme a la cocina.

    –Izzie, ¿estás bien?

    –Sí, ya me conoces, me distraje, pero ya estoy aquí. Nada de preocuparse esta noche, ¿lo prometes?

    –Lo intentaré, pero ya sabes que siempre me preocupo por ti.

    –Vamos, comencemos con la cena. Me muero de hambre. Ya sabes que Leah estará lista para comer en unos diez minutos.

    Llevamos el salmón y las patatas envueltas en papel aluminio, regresamos afuera y nos acercamos a la parrilla. Levanto la tapa, coloco la comida en los rieles calientes, la cierro y echo una mirada a la puerta de al lado. Los pensamientos del pasado y de Dakota me envuelven por millonésima vez en el día.

    La cabaña del al lado es hermosa, más grande que la mía, y siempre ha sido parte de mis recuerdos. Me acuerdo de todos los años en los que crecí aquí y lo divertido que fue. Siempre ha sido una puerta giratoria de alquileres de verano, lo que siempre significaba chicos y personas nuevas que conocer. Desde el año pasado, ha estado vacía, como yo. Ahora, la habita una nueva familia, y yo siento un poco de curiosidad acerca del aura que adoptará la cabaña. ¿Tendrá niños correteando por el pórtico, en dirección a la playa para hacer castillos de arena y remontar barriletes en un día ventoso? Es un concepto precioso ver, por fin, algo de vida por aquí.

    Nadie la alquiló el año pasado, y la cabaña se veía tan muerta como me sentí yo por dentro. Era bastante adecuado, si me preguntaban. No estoy segura de cómo funcionó, pero lo hizo. En especial desde el verano pasado, no quería ver nada que cobrara vida. Diablos, yo estaba muerta por dentro, junto con todo lo que me rodeaba. Cualquiera habría pensado que un zombi habitaba aquí la mayoría de los días hasta que de alguna manera logré salir de mi estado de depresión.

    De regreso a la realidad, echo un vistazo para ver si puedo ponerme al día con lo que sucede a mi alrededor. Kelsey está hablando sin parar sobre su día y sobre su deseo de ser maestra como yo.

    –Kelsey, matarías a los niños en diez segundos. Te volverían loca y tú los abandonarías. Y entonces, ¿qué?

    –Ya sé, ya sé, pero quiero tener los veranos libres como tú. Tú puedes quedarte aquí y contemplar esta vista todo el día. Extraño los días en los que hacíamos eso durante todo el receso de verano –gimotea Kelsey.

    –Recuerden que este verano no estaré jugando; estaré remodelando lo que aún no se ha hecho en la cabaña. Es hora de hacer más mejoras y cambios. Realmente dudo que sea tan divertido como cuando éramos chicas.

    Me volteo y me doy cuenta de que la cena está lista.

    –De acuerdo, comamos. ¿En el pórtico o en la casa?

    –Perra, por favor. Ya sabes dónde vamos a comer –grita Leah.

    –Está bien, sirvamos los platos y rellenemos las copas. Tengo hambre.

    Capítulo Dos

    NUESTRAS RISAS ALCANZARON un nivel completamente nuevo esta noche, y ninguna de nosotras notó que al lado la música se detuvo. Hemos hablado de todo lo que he estado haciendo para mantenerme ocupada y de lo que las chicas han hecho.

    Leah cree que ahora, con media botella de vino ingerida, es un buen momento para sacar los últimos chismes sobre la vida de Peter. Todos –absolutamente todos– creen que me tienen que mantener al tanto de su vida. Honestamente, lo único que quiero es olvidar todo lo que fue Peter.

    –Bueno, le pidió matrimonio a esa chica que estaba viendo.

    Escupiendo el vino sobre la mesa, giro la cabeza hacia Leah.

    –¿Qué? ¿Estás bromeando?

    –Lo siento, Izzie, pero no. Me enteré esta tarde por Joseph y quería que lo supieras primero.

    Miré hacia Kelsey y ella parece tan asombrada como yo.

    –¿Sabías eso? –Le pregunto.

    –No, cariño, no lo sabía. –Kelsey le echa una mirada a Leah–. Pero quizás hubiera sido buena una advertencia.

    –Debo decir que estoy asombrada, pero en realidad no es asunto mío, chicas. Él me dejó, ¿se acuerdan? –Les recordé el pequeño hecho.

    –Sí, nos acordamos. Nosotras fuimos las que intentamos animarte cuando sucedió eso. Diablos, aún intentamos animarte –dice Leah.

    Algo molesta con mis dos mejores amigas, apoyo la copa y me dirijo a ellas.

    –No necesito que me animen. ¡Estoy bien! ¿Cuántas veces se los tengo que recordar?

    –Sólo queremos que seas feliz, Izzie. –Kelsey se encoge de hombros.

    –Soy feliz. Puede que no esté enamorada o que no tenga el corazón intacto en este momento, pero lo soy. –Decido ser valiente para ver qué puedo averiguar, en especial con la bomba que me tiró Leah encima, y pregunto–: ¿Sabes qué fecha escogieron y en dónde?

    –No, sólo sé que él le pidió matrimonio luego de salir durante nueve meses. Y van a venir para el Cuatro de julio. Joseph me dijo que se quedarán con él durante la visita.

    –Vaya, me sorprende que él haya aceptado. La última vez que se mencionó a Peter, Joseph dijo que se lo iba a entregar en bandeja de plata a los tiburones por haberme roto el corazón –digo con una sonrisa de suficiencia.

    –Sí, bueno ya sabes cómo es, pura cháchara y poca acción –dice Leah.

    Mientras sigue yéndose por las ramas, yo decido desconectarme. Veo que sus labios se mueven, sé que están hablando, pero no puedo comprenderlas. Me perdieron después de todo el asunto del matrimonio de Peter. Eso sólo me recuerda cuán poco significaron para él los cuatro años que pasamos juntos, y en mi cabeza revivo la última noche que pasé con él.

    La cabaña estaba tranquila y todos los invitados al funeral se habían ido. Era casi como la cáscara vacía de un ataúd. Peter estaba en el lavabo de la cocina, con la mirada vacía clavada en el agua rocosa del Atlántico.

    –Esta noche habrá una tormenta –dije, un poco fuerte en el entorno, y le alcancé una copa de vino tinto a Peter. Él hizo un gesto negativo con la cabeza, sin mirarme mientras me conducía a la mesa del salón comedor. Haciendo a un lado el ramo de calas que me habían llevado, se sentó a mi lado y se tomó un momento para estabilizarse.

    –Izzie, lo siento. Este no es el momento adecuado, pero no puedo esperar más.

    –Peter, por favor, esta noche no –le rogué y elevé la mirada hacia él–. Ha sido un día muy largo, estoy cansada. Bebamos una copa de vino, veamos la tormenta y afrontemos el futuro mañana.

    Pasé la mano por su manga como seña de que necesitaba que me abrace. Con la mirada fija en su boca mientras él hablaba, me pregunté cuánto tiempo habíamos pasado sin besarnos... probablemente meses. Había pasado todo el tiempo libre que tenía fuera de la escuela cuidando de mi papá, su enfermedad lo carcomía día a día.

    –... nuevo director del departamento en Houston –oí y volví a prestarle atención a Peter.

    –Aguarda. ¿Qué? –solté abruptamente–. ¿Cuándo?

    Él suspiró.

    –No estabas escuchando, Izzie. Ya no escuchas más nada. He aceptado la oferta de director de departamento en Houston. Me voy el sábado.

    –El sábado... –Miré alrededor, a los restos de la vida de mi padre–. Es demasiado pronto, Peter. Necesito organizar la herencia de mi padre y es la mitad del semestre; no puedo dejar a los niños así sin más.

    Él me miró con los ojos llenos de lástima y no tenía sentido. Luego, todo encajó de repente cuando él siguió explicándome.

    –He arreglado con una empresa de mudanza que te traigan tus cosas aquí mañana.

    –¿Qué?

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