Noche de salvaje pasión: Ganaderos de Texas (2)
By Sara Orwig
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About this ebook
Sara Orwig
Sara Orwig lives in Oklahoma and has a deep love of Texas. With a master’s degree in English, Sara taught high school English, was Writer-in-Residence at the University of Central Oklahoma and was one of the first inductees into the Oklahoma Professional Writers Hall of Fame. Sara has written mainstream fiction, historical and contemporary romance. Books are beloved treasures that take Sara to magical worlds. She loves both reading and writing them.
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Book preview
Noche de salvaje pasión - Sara Orwig
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Harlequin Books S.A.
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Noche de salvaje pasión, n.º 1099 - febrero 2018
Título original: World’s Most Eligible Texan
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-751-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Prólogo
–¿Te quieres ir a tu casa de Royal?
–Sí, me has oído bien. ¿Puede venir a recogerme el avión familiar? –preguntó Aaron Black, que estaba hablando por teléfono.
Sabía que para su hermano era una sorpresa que le pidiera una cosa así.
–No me puedo creer que me lo pidas, pero por supuesto que te enviaré cuanto antes el avión. Mi querido hermano, uno de nuestros diplomáticos en España se va a tomar unas vacaciones en Royal, Texas. Sigo diciendo que me parece increíble.
–El Departamento de Estado lo ha arreglado todo, así que puedo tomarme un descanso –contestó Aaron–. ¡Maldita sea, tú también te tomas vacaciones!
–Claro, y suelo irme con mi familia a uno de esos países donde tú trabajas. Pero no dejamos Houston para volver a Royal.
–Quizá deberías hacerlo. Royal es muy bonito.
–Sí, si te gustan las vacas y los mosquitos. Me apuesto lo que quieras a que a los dos días me llamas de nuevo para que te vaya a recoger el avión. ¿Y qué pasará con la embajada mientras tú no estás?
Aaron sonrió divertido desde su oscura y silenciosa casa de Georgetown.
–La embajada americana en España podrá pasarse unos días sin su primer secretario.
–No puedo creer que esté hablando con mi hermano. ¿Estás seguro de que estás bien, Aaron?
–Sí, estoy bien. Saluda a Mary y a los chicos de mi parte. Mejor todavía, dales un beso muy fuerte. Y gracias por enviarme el avión.
–Claro. Hasta pronto. Llámame de vez en cuando para decirme que sigues bien.
–Estoy bien, mami.
–Bueno, soy tu hermano mayor y tengo que cumplir con mi papel de vez en cuando. Además, insisto en que estás haciendo algo muy raro. ¿No tendrá algo que ver con el Club de Ganaderos de Texas?
–En efecto –respondió su hermano con franqueza.
Su hermano no era miembro, pero podía haberlo sido y sabía que el club era una fachada para que sus miembros trabajaran secretamente salvando vidas.
–¿Y por qué no me lo has dicho antes? Cuídate.
–Gracias, Jeb –Aaron colgó el teléfono–. Sí, es un poco raro. Gracias a una texana alta y morena estoy haciendo cosas que no había hecho en mi vida.
Mirando como hipnotizado los copos de nieve y las luces, recordó la fiesta del Club de Ganaderos que había tenido lugar tres semanas antes. El pulso de Aaron se aceleró en sus venas al recordar el momento en el que había visto por primera vez a aquella mujer que llevaba un sencillo vestido negro. Cuando se había dado la vuelta, los ojos azules de la mujer se habían encontrado con los suyos y él había sentido, por un momento, que algo se encendía en su interior. La mujer se estaba riendo de lo que le había dicho alguien. Aaron, al ver su sonrisa y sus enormes ojos azules, había sentido un deseo irresistible de conocerla. Creía que conocía a todo el mundo en Royal, pero desde luego a aquella mujer no la había visto nunca.
En ese momento, Justin Webb le dijo algo y Aaron se giró hacia él para saludarlo. Cuando volvió a mirar en dirección a la mujer, esta había desaparecido. Le llevó veinte minutos encontrarla en medio de la sala abarrotada de gente. En cuanto la vio, se presentó y dos minutos más tarde estaba bailando con ella. Luego, mucho más tarde… Recordó su rostro, el calor de sus besos, su pasión. Aaron lo tenía tan fresco, que su cuerpo reaccionó a los recuerdos. Se llamaba Pamela Miles.
En ese momento, y rompiendo el hilo de sus pensamientos, un coche se detuvo a la puerta de su casa en Georgetown. Era su vecino, Brad Meadows, que se bajó el primero y luego ayudó a salir a su mujer y a su hija. Los tres fueron hacia la puerta de su casa riendo, pero la pequeña, de tres años, miró a la casa de Aaron y lo vio de pie en la ventana. La niña sonrió y le hizo un gesto con la mano. Aaron respondió a su saludo y sintió una punzada en su interior.
Brad Meadows tenía familia. Una esposa muy guapa y una hija preciosa, pensó.
«¿Y qué tiene que ver eso conmigo?»,se dijo, pasándose la mano por la frente mientras la imagen de Pamela Miles acudía de nuevo a su memoria. «¿Desde cuándo envidio a alguien porque esté casado?».
Pero entonces pensó en su propia familia y en lo feliz que había sido su infancia, con sus dos hermanos y su hermana. Luego miró a su alrededor y reparó en el salón, silencioso y vacío, como su vida.
Pero, ¿por qué demonios se le ocurrían últimamente ese tipo de cosas?
Sin embargo, la noche que había pasado con Pamela había sido una excepción. La soledad, la sensación de que se estaba perdiendo algo importante y el vacío que había estado experimentando los últimos años, se habían evaporado desde el primer momento que la había mirado a sus ojos. Desde aquella primera mirada, la química entre ellos había sido tan intensa, que solo con recordarla se ponía a sudar. Pero había habido algo más profundo que el simple deseo físico. Por lo menos para él.
A la mañana siguiente, ella se había marchado sin despertarlo. Él trató de no darle importancia a aquel hecho. ¿Cuándo había dejado él que una mujer lo obsesionara tanto? Si ella quería terminar así… de acuerdo. Además, él tenía que regresar a Washington y luego a España, de vuelta al trabajo. Sabía que ella iba a marcharse a Asterland, donde iba a trabajar como profesora. Así que podría ir a verla allí una vez que estuviera de vuelta en España.
Dos días más tarde, un avión privado había salido de Royal, en Texas, con dirección a Asterland con Pamela Miles a bordo. No lejos de Royal, el avión había tenido que hacer un aterrizaje de emergencia. Cuando Matt Walker, un ganadero y miembro del club, lo llamó para informarlo de lo del aterrizaje y otros extraños sucesos ocurridos en Royal, Aaron había tratado de ponerse en contacto con Pamela, pero había sido inútil.
Esta había salido del hospital poco después de sufrir el accidente, pero Aaron tenía tan pocas referencias de ella que no pudo encontrarla. Por otra parte, estaba claro que la mujer no tenía ningún interés en verlo, así que había intentado olvidarla.
Pero Pamela Miles tenía la capacidad de aparecer en su mente de una manera tan constante, y tan extraña para él, que Aaron no podía evitar el continuo deseo de volver a verla..
Mientras observaba cómo los copos de nieve caían, para luego fundirse sobre la estrecha calle de Georgetown, lo invadió una sensación de vacío más fría que la nieve. Al principio, estaba muy ilusionado con su trabajo, pensando que podría cambiar las cosas y ayudar a hacer un mundo diferente, pero ya no pensaba lo mismo.
Últimamente se había vuelto muy consciente de sus treinta y siete años y de lo poco que había conseguido en la vida. Pero la noche de la fiesta en Texas, aquella sensación había desaparecido. Pamela lo había hecho revivir, de una manera que antes hubiera creído imposible.
–Maldita sea, Pamela, estoy seguro de que sentiste lo mismo que yo –movió la cabeza, pensando en que la mujer no tenía ningún interés en él.
Lo había dejado claro. Aunque él iba a regresar para confirmarlo.
A la tarde del día siguiente, a finales de enero, Aaron tomó el coche familiar que le habían dejado en el aeropuerto y se dirigió por una carretera polvorienta hacia el lejano rancho, pero no se fijó en los árboles que se elevaban a un lado y otro de la carretera, porque en su mente solo existía Pamela.
Aaron había vuelto a casa y estaba decidido a encontrar a aquella mujer.
Capítulo Uno
–La explicación de por qué sientes náuseas es bien sencilla, Pamela.
La mujer estaba sentada sobre la mesa camilla, con las piernas cruzadas, mirando hacia el doctor Woodbury, que la trataba desde que era una niña.
–Estás embarazada.
–¡Embarazada! –exclamó, agarrándose a la camilla con ambas manos.
«Embarazada. ¡Pero si solo he hecho el amor una vez en toda mi vida, hace tres semanas! No puede ser».
El doctor Woodbury le estaba hablando, pero ella no oía nada. «¡Embarazada!».
Aquello le causaría problemas en su trabajo. Iba a tener un hijo. Un hijo… La palabra resonó en su mente. ¡Era imposible! Bueno, tampoco era imposible. Había pasado una noche con Aaron Black. Cerró los ojos y se aferró al frío metal de la camilla, sintiéndose como si se fuera a desmayar.
–Conociéndote como te conozco, me imagino que querrás tener el bebé.
Las palabras del doctor resonaron en su mente… «Querrás tener al bebé… ».
Pamela abrió los ojos y se puso una mano sobre el vientre.
–¡Sí! Claro que quiero tenerlo –contestó.
Los ojos azules del médico la miraron con calma.
–Tu madre abortó dos veces después de que te tuviera a ti. No quería tener más hijos.
–Pero yo no soy mi madre –contestó ella pensativa.
De repente, pensó en su madre y la opinión que tenían de ella en la pequeña localidad. Y no solo el doctor, sino todos los habitantes. Su madre era la prostituta local. Así la habían llamado muchas veces. Pamela recordó los comentarios, las palabras a media voz y las bromas que había oído respecto a ella. Y lo que era peor, se acordaba perfectamente de los muchos hombres que solían pasar por la pequeña casa donde vivían.
No obstante, se sorprendió al saber que había tenido dos abortos. Aunque