Entre el placer y los negocios
By Lissa Manley
5/5
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About this ebook
Lissa Manley
Lissa Manley decided she wanted to be a published author at the ripe old age of twelve. . She feels blessed to be able to write what she loves, and intends to be writing until her fingers quit working, or she runs out of heartwarming stories to tell. Lissa lives in the beautiful city of Portland, Oregon with her husband, grown daughter and college-aged son. She loves hearing from her readers and can be reached through her website www.lissamanley.com, or through Harlequin Love Inspired.
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Entre el placer y los negocios - Lissa Manley
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2006 Melissa A. Manley
© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Entre el placer y los negocios, n.º 2071 - octubre 2017
Título original: The Parent Trap
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-458-4
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Si te ha gustado este libro…
Prólogo
ESTÁS segura de que esto va a funcionar, Zoe? –preguntó Kristy Clark, mordiéndose el dedo pulgar. Quería creer desesperadamente que el nuevo plan de su mejor amiga para inventar una familia iba a funcionar, aunque se preguntó si era estúpida por tratar de que su papá se enamorara. Ya ni siquiera tenía citas ni nada por el estilo.
Zoe Lindstrom puso los ojos azules en blanco mientras le colocaba un vestido de volantes a su Barbie Malibú.
–Claro que va a funcionar. Somos inventoras, igual que mi abuelo.
–Pero, ¿de verdad crees que podemos hacer una familia? –Kristy se movió en los escalones del porche mientras trataba de pasar un peine de plástico por el pelo enmarañado de su muñeca para que quedara bien con su vestido de flores–. Es más o menos… bueno, ¿imposible?
Para ella, una familia instantánea, con hermana incorporada, parecía una esperanza excesiva. Y tener una mamá… bueno, eso era un sueño… en realidad, una fantasía hermosa.
¡Ah, pero tener una mamá con quien poder mantener conversaciones de chicas e ir de compras! Por supuesto que su papá era fantástico. Pero era un hombre. ¿Qué sabía sobre los colores más selectos de laca de uñas?
Zoe buscó en la caja de zapatos llena de ropa de Barbie y sacó un velo de novia y unos zapatos blancos de satén.
–Yo no tengo papá, tú no tienes mamá. Tu papá es muy gracioso y a mi mamá le gusta reír, y a los dos les gusta hacer ejercicio y los dos son dueños de restaurantes. Son perfectos el uno para el otro. No puede ser tan difícil –puso el velo en la cabeza de la muñeca y luego le enfundó los zapatos.
–Pero, ¿y si no se enamoran?
Kristy quería una familia por encima de cualquier cosa, pero su papá tenía que estar enamorado de la mujer con la que se casara, si es que alguna vez lograba encontrar a alguien en quien se interesara. En ese momento, parecía algo imposible. Sólo tenía ocho años, pero no era difícil ver que él todavía echaba mucho de menos a su mamá, aunque hacía siete años que había muerto e ido al cielo.
Zoe se echó el pelo rubio por encima de los hombros y la miró con expresión exasperada.
–¿Quieres relajarte? Todo saldrá bien mientras sigamos la fórmula de mi abuelo. Trazar un plan. Repasarlo. Eje… mmm…. oh, sí, ejecutarlo. Ejecutarlo otra vez si es necesario –sonrió y alzó su Barbie, vestida para una boda–. Mientras no lo estropeemos todo como suele hacer mi abuelo, todo saldrá bien.
Kristy deseó poder tener la misma confianza. Zoe era tan serena, tan segura, tan divertida. Todas las cosas que ella anhelaba ser.
Quizá repasar El Plan ayudaría.
–De modo que el Plan A va primero, ¿verdad? –preguntó.
Zoe asintió.
–Exacto. Plan A, cena en mi casa mañana por la noche. Usa cualquier excusa, pero consigue que tu papá venga aquí. Mi mamá va a tomarse la noche libre del restaurante, y yo ya he elegido la música romántica.
–Entendido –jugó con el extremo de su trenza, admirando el modo en que Zoe lo había planeado todo–. Luego el Plan B, ¿correcto? –no la entusiasmaba mucho ese plan, pero serviría si la ayudaba a inventarse una familia.
–Exacto otra vez. El Plan B, nos peleamos en el colegio. Los dos padres tendrán que reunirse para ocuparse de eso.
–Y después el Plan C.
–Sí. El Plan C, excursión de Exploradoras a la playa el próximo fin de semana. Ya lo he arreglado con la jefa de grupo para que tu papá y mi mamá compartan el mismo coche y pasen todo el día juntos como escoltas. Mi abuelo le dijo a mamá que ese día necesita el coche, así que ella no podrá ofrecerse a llevarnos. Y recuerda, todo nuestro plan probablemente se vaya al traste si mi mamá averigua cuál es el trabajo de tu papá y si tu papá averigua cuál es el trabajo de mi mamá, así que tenemos que callarnos eso, ¿vale?
–Vale –Kristy tragó saliva–. Y luego… el Plan X.
Zoe la miró, de repente seria.
–El Plan X es la última alternativa, a ejecutar sólo si falla todo lo demás.
–No quiero hacer el Plan X –Kristy se mordió el labio. Su padre la castigaría sin salir de por vida si llegaba a hacerlo.
Zoe apoyó la mano en el brazo de Kristy y apretó.
–No te preocupes por el Plan X. No va a pasar –recogió su muñeco Ken y le arregló el esmoquin negro–. Pero si sucede, no ocurrirá nada. Estaremos seguras todo el tiempo, Kris. Nadie saldrá lastimado.
Kristy lo esperaba. Estaba loca por inventarse una familia, pero el Plan X la ponía nerviosa.
Era una pena. Estaba más decidida a ser como Zoe. Confiada. Atrevida. Segura de sí misma y de su plan.
–Ésta es mi mamá y éste es tu papá –dijo Zoe, alzando a la Novia Barbie y al Novio Ken. Luego los juntó con suavidad, como si se estuvieran besando, y sonrió–. Podemos hacerlo, Kris. Si queremos ser una familia, tenemos que hacerlo.
Como siempre, Zoe tenía razón.
Era hora de inventar una familia, del modo que pudieran.
Capítulo 1
TOMA, mamá, ponte esto.
Jill Lindstrom dejó la lasaña que acababa de sacar del horno, luego giró y se encontró con la mirada entusiasmada de su hija Zoe, de nueve años. Ésta sostenía el frasco del perfume favorito de Jill, con el dedo sobre el rociador, lista para vaporizarle una descarga en la cara.
Jill retrocedió un paso con celeridad, situándose fuera de su alcance, luego enarcó una ceja.
–Cielos, Zoe, cuidado adónde apuntas con eso.
La pequeña puso los ojos en blanco.
–Sólo ponte un poco.
–Ya me perfumé esta mañana –dijo Jill, yendo a la nevera para sacar la ensalada César que había preparado antes–. No necesito más.
–Vamos, mamá…
Jill alzó una mano.
–Escucha, ya me he puesto los vaqueros y el jersey que tú me elegiste, y me dejé el pelo suelto como me exigiste casi a la fuerza –dejó la ensalada y fue a buscar los utensilios para servirla–. Trazo la línea en el exceso de perfume. Queremos darle la bienvenida a Kristy y a su papá, no desmayarlos con una sobredosis de Ralph Lauren.
Zoe bufó, se echó el pelo rubio por encima del hombro y giró para abandonar la cocina.
–Muy bien, mamá. Estaré esperando en el salón.
Jill la observó irse, moviendo la cabeza y con una sonrisa. Desde luego, no hacía falta ser un genio para descubrir que Zoe estaba muy, muy interesada en que estuviera, y al parecer oliera, muy presentable. Sospechaba que no era una coincidencia que también el padre de Kristy estuviera soltero como ella.
Era como si Zoe y su mejor amiga jugaran a formar parejas. Se preguntó si en parte se debería a la influencia del abuelo de su hija. Ésta lo adoraba y él no había hecho un secreto del deseo que tenía de que Jill volviera a casarse.
Sin importar quién estuviera involucrado, era una pérdida de tiempo. Aunque hacía seis años que su ex marido, Doug, la había dejado por otra mujer, aún no estaba preparada para volver a poner a tiro su corazón y su autoestima. Quizá nunca lo estuviera.
Regresó a la nevera y sacó el aliño de la ensalada y el queso parmesano. Al recoger los platos para la ensalada, se reiteró lo importante que era no verse arrastrada a ninguna relación. Y no sólo porque no se encontrara preparada para abrirse y que la dejaran otra vez cuando apareciera alguien mejor. Aunque ésa era una buena razón por sí sola.
No, también necesitaba centrarse en su restaurante, el Wildflower Grill, y convertirlo en un éxito, un sueño esquivo que estaba decidida a capturar y a no soltar.
Llevó todo a la mesa del comedor.
Estaba cansada de que sólo la conocieran como la hija del «Loco» Winters, de Elm Corners, inventor residente de Oregón. El tipo chiflado con el pelo tieso y gafas de montura gruesa, que iba por ahí con un mandil manchado de hollín y botas rojas de montañismo. Ser la única pariente de un hombre que hacía estallar cada nuevo invento, y todo lo demás que tocaba, no resultaba fácil.
Volvió a la cocina sintiéndose un poco culpable. No estaba orgullosa por lo que le inspiraba la fama que tenía su padre en la ciudad, pero ahí estaba.
No era un mal hombre. La había criado él solo después de que su madre muriera cuando Jill tenía tres años. En absoluto una tarea fácil… y siempre había estado allí cuando lo había necesitado. Pero no había manera de eludir que era el centro de las bromas de los vecinos y siempre había vivido bajo esa sombra. Que Doug la dejara no había ayudado. Era hora de salir a la luz, de triunfar y ganarse el respeto que jamás había tenido. Tener un restaurante próspero, ser un miembro valorado de la comunidad empresarial de Elm Corners, era el modo de lograrlo.
Se mordió el labio. Había dado un paso atrás en sus esfuerzos por alcanzar el siguiente nivel de éxito y al fin poder ampliar el restaurante, tal como había querido hacer durante los últimos meses.
La semana anterior, el local que había quedado vacío junto a su restaurante había sido contratado súbitamente por alguien, antes de que ella pudiera negociar un contrato. Era típico de su mala suerte que no sólo fueran a abrir otro restaurante al lado del suyo, sino que le hubieran podido quitar el ansiado local delante