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Ask y Embla
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Ask y Embla

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About this ebook

Un placer para los sentidos que emana de la reflexión y emoción. Singular, genuina, original, atrevida. Ejercicio de libertad. Mucho sentimiento.

Una historia acerca de la evolución afectiva, emocional, amorosa de una mujer nacida en la segunda mitad del siglo XX.

¿Quién es Juan? ¿Acaso un don Juan que anhela, en el último tramo de su vida, haber sabido más acerca de las mujeres con las que ha mantenidouna relación amorosa?

Una novela que incide en la potencia sensorial que nos embarga al sentir deseo y se está en la tarea de satisfacerlo, cuando dicho deseo impregna cualquier actividad cotidiana. Las etapas de una vida, una vida obviamente enmarcada en un contexto cultural determinado y a pesar de los condicionantes que ello conlleva, llevar a cabo el ejercicio de la libertad para establecer el itinerario personal en dicho terreno íntimo, la reflexión acerca de todo ello desde la perspectiva de una mujer heterosexual,con regocijo por la vivencia de ser mujer con respecto al hombre, la vivencia de la otredad con el matiz diferenciador del género al que decide pertenecer cada persona.

Una cuidada disposición de las palabras para provocar el placer de la lectura, dando igual importancia al contenido y la forma. Singular, genuina, original, atrevida.

LanguageEspañol
PublisherCaligrama
Release dateApr 21, 2017
ISBN9788491128946
Ask y Embla
Author

María Soret

María Soret, nacida en Gipuzkoa, ha escrito desde niña como forma paralela de comunicación, pero es gracias a Caligrama que ha podido materializar su obra y pasar a escribir de manera formal. De carácter apasionado y sensible, ha buscado refugio en la literatura, la música y los placeres que invitan a la calma como los paseos por la naturaleza y la conversación con amigos en torno auna mesa.

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    Ask y Embla - María Soret

    Ask y Embla

    filigrana

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Ask y Embla

    Primera edición: abril 2017

    ISBN: 9788491127673

    ISBN e-book: 9788491128946

    © del texto

    María Soret

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Ask y Embla

    María Soret

    caligrama

    Primer correo: si

    ¿Juan!...¡Hola!

    He dejado transcurrir un tiempo antes de dar respuesta a tu correo, concretamente a la particular propuesta que me hacías en él. La boca abierta por la sorpresa es el estado que sucedió a la primera lectura seguido de un punto hilarante en la comisura de mis labios cuando estos se cerraron. Después imprimí el correo para transportarlo conmigo en los recorridos que haga por mi pequeña casa y lo volví a leer junto a la ventana de la cocina, ésta da al sur y suelo buscar en ella el dulce sol de invierno o el picante del verano, coloco un instante la palma de mi mano sobre el alfeizar desnudo de plantas, disfruto de la luz que todavía entra ancha a la altura de mi casa. Engancho la cortina, blanca como la niebla, a la manilla de la ventana o abro esta para que entre la calma y disfruto.

    Impreso el correo tenía ya entidad de carta y bajó de la posición vertical a mi regazo, primero con mi cuello y mi espalda doblegados sobre ella (en placentera concentración) luego miré al frente leyéndola ya por dentro.

    Una proposición la tuya a la que me gustaría responder con la misma elegancia con la que está formulada. Deseas saber, ¿saber ahora? cuando ha transcurrido la mayor parte de tu vida ¿no te ha bastado tu experiencia para formarte tus propias ideas al respecto? Y dicho conocimiento ¿no sería conveniente tratar de adquirirlo (si fuera posible) cuando uno comienza a vivir?

    Te intriga saber cómo sentimos las mujeres el amor y el sexo, te consideras un ignorante al respecto pero la vida consiste en probar y acertar y errar.

    Me has elegido a mí porque sabes que de aceptar diré la verdad, pero ten en cuenta que será sólo mi verdad, sin posibilidad de generalizaciones, la que me atañe a mí por ser mujer heterosexual y hasta ahí llega la basta e incompleta pero práctica definición que me corresponde.

    Cualquier faceta de una vida que alcance una cifra media puede resultar abundante, mucha comida ingerida, muchos trayectos recorridos, muchas rayas marcadas en el cabello, muchas inyecciones puestas, muchas lecciones explicadas, muchas veces la misma lección, muchos ceros e incluso muchos sobresalientes, muchos surcos arando la tierra, muchos pasos, muchas sonrisas y lágrimas. Dormir y despertar, dormir y despertar, despertar y despertar. Despertar a una nueva sensación. Quizá el sexo constituye esa forma de despertar a una forma de sentir nueva. Siempre diferente, incluso con la misma persona, como un paisaje conocido que varía.

    Y el sexo contado ¿cómo?, el sexo nunca aislado de las emociones, nunca inocuo, nunca estéril. Aún en una relación directa y apremiante, como necesidad básica que yo he tenido en una fiesta de navidad, yo como una bola brillante y perfumada, embriagada más que por el alcohol por el gentío que desea sentir, el sexo transportado en la arena pegada a la piel de los hombros por la brisa cálida de una noche de verano, puede parecer nada pero es mucho, yo creo que es todo. Es la necesidad de juntarnos, la necesidad del otro, aunque sea por un instante, el instante en que se miran dos desconocidos en la calle, un instante que concita la eternidad.

    Si acaso he sentido el sexo estéril ha sido cuando empezaba y terminaba en mí, lo he disfrutado y ha amortiguado la intranquilidad, el desasosiego que impregnaba mis tareas cotidianas, ha evitado que me expusiera a un encuentro sin alma. Pero he dirigido yo el recorrido y nunca me he sentido sobrecogida ni envuelta ni aturdida ni transformada como en un encuentro con otro en el que me excita desconocer la trayectoria de su mano, de su boca...sobre mi cuerpo. Ofrecerle y que me ofrezca la libertad para determinar el recorrido.

    Cuando me he masturbado mi mano y mi pecho, mi mano y mi tripa, mi mano y mi hombro contrario no dejan de pertenecer ambos al mismo cuerpo, al mismo cerebro. Mi mano sobre cualquier parte de mi cuerpo no ofrece ni intriga ni generoso abandono. Mi pecho conoce el recorrido que va hacer mi mano sobre él, mi pecho apenas percibe la temperatura de mi mano, voy de mí a mí. Y puedo entender a quien disfruta más de su propio abrazo e incluso comprendo que le confiera fortaleza, fortaleza inviolable. Yo, de momento, prefiero mi geografía, incluso la más recóndita, recorrida por otro cuando el deseo que siento hacia él diluye las fronteras., las mías y las suyas.

    Aún hoy no sé de dónde proviene lo que llaman sucio, de dónde lo limpio. La connotación que divide lo uno de lo otro. La conclusión es que no proviene de mí, no proviene de ningún cuerpo, de ningún corazón . Proviene de un interés espurio que lastimó por ejemplo a los que nacimos en España a finales de los años 60 o principios de los 70. Cómo explicar a una persona joven hoy en día, a los hijos de los que nacimos entonces, que tan sólo pensar, idear un beso con la persona que te gustaba, acariciarle los genitales o acariciarselos uno mismo era algo negativo, algo a evitar, era pecado. Bastaba con reproducir la idea en la mente. Peor era llevarlo a cabo.

    La primera acotación, la del pensamientos, es la que a mí realmente me parece obscena, el más arrogante intento de privación de libertad.

    Sé que es la furia del deseo la que impregna en ocasiones el encuentro sexual, con una brizna bélica que a veces también está presente en la relación previa o posterior a dicho encuentro, tiene mucho de lúdico y animal.

    Yo he sentido muchas veces que no había más verdad que él y yo frotándonos desnudos, buscándonos ciegos y mudos, tapándonos la boca con la boca del otro. Verdad pura, neta, eludiendo nuestras abyectas zonas...me he sentido construyendo verdad.

    En tu correo te percibo más apegado a la tierra, menos teórico que hace 30 años, casi los mismos que nos separan a uno de otro. Yo también creo haber tomado ese camino o, mejor dicho: el camino se ha situado enfrente para que yo lo recorriera.

    Quizá la sabiduría que otros poseen al poco de nacer a nosotros nos ha llegado a base de razonarlo todo, incapaces de dejarnos llevar,llevar... por la vida.

    Es tal vez el sexo lo que a mí más me ha facilitado el acercamiento a la vida sin tener que pensarla. El pensamiento emanaba de él, antes de él, después...re nombrando las sensaciones, bautizando las nuevas, recolocando prioridades y necesidades. Constituyéndome, siendo yo la propia sensación. Siendo yo la sed y el hambre. Yo el deseo y el retrato del placer. Y curiosamente, es así, cuando más animal parezco que más mente me siento.

    Ahora comienzo a sentir que se calma, que se va transformando no sé bien de qué manera. En cualquier caso busco siempre el encaje perfecto entre quién soy y quien quiero ser. Y lo consigo porque aquí dentro nadie puede mandar, es en lo que podemos y debemos ser plenamente libres y para conseguirlo has de dinamitar si es necesario el armazón que construyeron y siguen construyendo (quizás, en la actualidad más ladina e imperceptiblemente) para ti...otros.

    Segundo correo: la impronta

    He elegido un principio que pudiera atrapar de alguna manera entre mis manos y ofrecértelo. Aunque puede presentarse tan escurridizo como un sueño—En realidad recuerdo el recuerdo del recuerdo...así tantas veces como mi memoria ha ido hacia esos días. La memoria como reflejos encadenados, como una sucesión de reflejos o una cadena de espejos...imposible recordar la edad exacta. He aprendido que el deseo puede romper biología y cronología.

    Mi actitud hacia el sexo guarda la impronta de esa relación con él. Creo repetir esa forma (o al menos su búsqueda) de relacionarme íntimamente, efectivamente tan valiosa, pues supone un pacto profundamente íntimo que siempre me ha provocado mucho bienestar. Que desaparezcan los alrededores y se produzca la cesión confiada de un cuerpo a otro.

    Tampoco sé cómo se produjo y cómo lográbamos que se siguiera produciendo sin pertenecerrnos ningún espacio, ningún horario, sin siquiera pertencernos a nosotros mismos; pero lograbámos meternos en la cama a patalear debajo de las sábanas como dos animalillos, ahuecándolas y ese espacio de bóvedas efímeras de blanca penumbra, de cálido,recóndito y aislado iglú implosionó en mi cerebro, ocupándolo, sustituyéndolo, provocando la formar de estar en el presente que siempre anhelo, sin necesidad de pasado ni de futuro. Un presente quieto, exacto, perfecto, real, aferrado a mi cuerpo para fijarme en él..

    La erótica de las actividades compartidas que no eran más que los juegos. Ir en bici. Sentada en la parrilla durante largos recorridos, la incomodidad irritó mis genitales, me llevé la mano sobre ellos y él me preguntó ¿te escuece ahí?, usando sólo el adverbio de lugar amplió mi arco de intimidad con él . Nadie que no fuera yo (y yo, en silencio), había referido la existencia de esa parte de mi cuerpo. Lo que no se nombra no existe. Mención poderosa. Mención creadora. Hasta entonces sólo a mí me había incumbido.

    Era moreno, de piel, de cabello, de ojos...con labios carnosos. Con el mentón ligeramente horadado. Me gusta la gente morena, cuanto más morena mejor, me parecen notablemente repasados, rotulados, remarcados, redibujados sus rasgos para atraer. Más visibles en mi espacio, ocupan éste de manera contundente. Era realmente guapo, de rasgos armoniosos.

    Recuerdo la sensibilidad extrema a esa edad y durante toda la adolescencia para la estética. Muy pequeña creía, con absoluta falta de lógica temporal, espacial...que me iba a casar con el guapo actor que aparecía en la pantalla de la televisión. Fantasía tan potente como absurda.

    En la adolescencia sólo triunfan los muy guapos y muy guapas, creo que reina ese factor como determinante porque ceder en ello parece que implica renunciar a los sueños antes de empezar a vivir.

    Mi primo y yo a los ojos de los demás eramos hábiles para disimular la vida paralela que han de llevar los niños eludiendo la disciplina.

    Nuestro decorado era la España de los años 70. ¿te acuerdas de en torno a qué conceptos se organizaban nuestras vidas? El pecado y el secreto, y es difícil para una persona joven hoy en día entender la escasez de recursos visuales que podían provocarnos placer, todo estaba prohibido. Cómo explicar que una viñeta recortada en la que aparecían un hombre y una mujer sentados en la cama, cubiertos con las sábanas hasta la cintura, con el dibujo de los pechos desnudos de ella fuera pecado. Pecado mirar su pezón oscuro, hipnótico, helicoidal...la redondez turgente en la base de los mismos con el gesto implícito de sopesarlos o acariciarlos. Ahora, ni la pantalla con la imagen más nítida ni la escena más explicita pueden proporcionarme el placer que me daba esa escena, de lo que tapaban las sábanas, de lo que estaban haciendo allí, juntos...los pechos y mi mirada, ambos solemnemente estáticos, atados los unos a la otra...proyectando sobre ellos el deseo de que fueran los míos, traspasándome el placer que a ella le proporcionarían las caricias del hombre que estaba a su lado. Cómo dar a entender que había que esconder o deshacerse de esa muestra. Fuí a enterrarla detrás de unos arbustos de un parque cuando creía haber pecado demasiado. Pero volví a los dos días y allí estaba, de rodillas volvió el placer y me hincó en la tierra. Me la llevé de nuevo pero se impuso el miedo y la volví a enterrar, antes la rompí y la lluvia de los días posteriores acabaría por deshacerla en la tierra.

    Un día encontramos en lo alto de un armario unas revistas en las que el único contenido desde la portada hasta el final eran mujeres que enseñaban los pechos, lo hacían de frente, de soslayo...aparecían separados, rebosando por los frágiles costados, acentuando su leve caída cuando posaban de perfil...pero siempre mirando a la cámara, mirando a quien miraba las fotografías, a veces con el dedo índice bajando un poco el labio inferior, eran fotografías de colores tenues. En ocasiones un haz de luz polvorienta provenía de la ventana y atrapaba parte de la piel de la mujer tiñéndola de sol pálido. Ese haz de luz se interponía entre la mujer y la cámara impregnando la fotografía del omnipresente aura religioso de nuestras vidas. El tergal de los pantalones de campana, de cintura alta señalaba la parte del tronco de la mujer en el punto que parecía que fuera a doblegarse o partirse. A partir de ahí era el desnudo, los pechos pequeños, medianos...despuntaban en el recto torso como flores con las hojas abiertas y las areolas como estigmas. Areolas claras,como la piel tapada al sol.

    De tanto cogerlas y dejarlas apresuradamente se debió notar que las habíamos encontrado y un buen día, la mano ciega palpando el techo del armario sólo encontró polvo y desaparición, imagino que las compraría mi padre y mi madre accedería con resignación hipócrita y autolimitante fruto de lo que se esperaba de ella, vigilada desde la atalaya de la supuesta decencia femenina.

    Viñetas, dibujos, fotos, la carátula de una cinta de música en la que una blusa tenía los tres o cuatro primeros botones abiertos, el surco de los senos...chispas crepitantes necesitando hacer arder la prohibición, dejando salir a la luz lo que nos acompaña y concierne toda la vida.

    Todo ocurría en silencio en los años 60 y 70, todo se cimentaba en él. La forma más eficaz de negar la existencia. El secreto, el pecado, la prohibición...todo ello lo conoces mejor que yo.

    Existían revueltas o revoluciones físicas y psíquicas, convulsiones vividas en el interior de la casa de cada uno, en el cuerpo de cada uno. Existía un forma de compartir todo eso, de transportarlo de un pensamiento a otro, de llevarlo de un cuerpo a otro, de transmitirlo...lo he mencionado antes: el secreto. La única forma de pervivencia para el deseo. La vida subterránea, paralela, la no oficial. De la que se habla bajito pero como único escape para una sociedad dirigida hasta el extremo de pretender reglamentar el recorrido de la sangre en las venas, la dilatación y la contracción de las pupilas, el rubor en el rostro, el ritmo del corazón, abortar el golpe de calor que anega el rostro, que tiñe de rojo los labios, que endurece los pezones, cuando el deseo está y es.

    Todo ese placer provocaba más ridículo sentimiento de culpa inoculada desde la cuna, con manotazos mudos, reprobaciones lacónicas pero efectivas y por tanto más necesidad de penitencia. Mi pequeño cuerpo debía vencer dos horribles instantes de ceguera hasta arrodillarme y colocarme enmarcada en la madera casi negra del confesionario, dos segundos hasta que lograba vislumbrar a través de ese panel de agujeros resecos, sin miel, una enorme cabeza de soslayo que me hablaba con la mismas consistencia que lo hubiera hecho el gigante o el cabezudo de las fiestas. Esa cabeza insistía en saber qué era exactamente lo que me provocaba aquél cielo de papel fotografiado. Recuerdo respirar muy arriba y muy brevemente cada vez, lo justo.

    El aire explosionando en las cuerdas vocales que enumeraban mis terribles y lujuriosos pecados para salir de allí cuantos antes, salir corriendo a

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