El shock petrolero y su impacto en las finanzas públicas
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Con este texto se pretende contribuir a la discusión sobre nuestra compleja coyuntura en materia de hidrocarburos, a la controversia, a poner el tema en la agenda pública; la larga vinculación de su autor a la Especialización en Derecho Minero-Energético que ofrece la Universidad Externado de Colombia y a su grupo de investigación le ha estimulado a seguir profundizando sobre el apasionante mundo del petróleo, que mueve, y seguirá moviendo, por varias décadas más la economía global.
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El shock petrolero y su impacto en las finanzas públicas - Amylkar D. Acosta Medina
SGR
PRESENTACIÓN
Esta publicación, que compendia mis escritos atinentes al comportamiento de los precios internacionales del crudo y su impacto en las finanzas públicas nacionales, no tiene otra pretensión distinta a despertar el interés de legos y expertos para que profundicen en el análisis de los antecedentes y las consecuencias que se derivan del mismo, y se replanteen el modelo económico imperante.
Como es bien sabido, Colombia no se puede catalogar como país petrolero, sino como un país con petróleo, dada la modestia tanto de sus reservas, en declinación, como de su producción. Desde 2014 las reservas de crudo han venido cayendo sin remedio y los volúmenes de producción se alejan cada vez más de la meta de enantes del millón de barriles/día. Y lo más preocupante es que la perspectiva no es alentadora, dado el declive de la actividad exploratoria. Colombia está a menos de cinco años de tener que importar crudo para poder cargar sus refinerías y ya sabemos lo que ello puede llegar a significarle. Se repetiría la historia: en 1975 el país perdió la autosuficiencia petrolera y durante diez años tuvo que importar crudo, hasta que se le apareció la Virgen con el yacimiento de Caño Limón.
Colombia se ha visto afectada mayormente por la actual coyuntura porque a la caída de los precios internacionales, que son una variable exógena, se ha venido a sumar la caída de la producción. De allí los niveles récord de déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, la caída de la inversión extranjera directa (IED) y el descuadre de las finanzas públicas. Son las finanzas de la nación las más afectadas, pues después de percibir una renta petrolera de 23 billones de pesos hace sólo tres años, ahora le ha quedado a deber a las empresas petroleras, a las que les tiene que reintegrar más de $800.000 millones. En menor medida se han visto afectadas las regiones también y ello en razón de que las empresas tienen que pagar las regalías sobre su producción y no sobre sus utilidades.
La vulnerabilidad de la economía nacional frente a los embates de la caída de precios es mayor por el proceso de reprimarización que ha experimentado los tres últimos lustros, igual que ha ocurrido en el resto de Latinoamérica, con una marcada dependencia con respecto a los commodities. Se plantea ahora, tardíamente, el cambio de modelo hacia la que han dado en llamar nueva economía
, que no es otra cosa distinta a la diversificación del aparato productivo, como desde hace rato lo venía recomendando la Cepal. Pero ello toma tiempo y esfuerzo continuado. Y no se puede caer en el garlito, en aras de impulsar otros sectores de la economía, de no hacer esfuerzos para reactivar el alicaído sector minero-energético, con el que tendremos que seguir contando.
Espero contribuir con este texto al debate, a la controversia y a poner el tema en la agenda pública. Mi ya larga vinculación a la Especialización en Derecho Minero-Energético que ofrece la Universidad Externado de Colombia y a su grupo de investigación, me han estimulado a seguir estudiando y profundizando sobre este apasionante mundo del petróleo, que mueve y va a seguir moviendo por varias décadas más la economía global. Mis agradecimientos por haber hecho posible esta publicación, la cual espero sirva de material de estudio y de referencia para quienes quieran incursionar en él.
Amylkar D. Acosta Medina
VAMOS POR MÁS RESERVAS
La primera prioridad del país es incorporar más barriles de crudo a sus reservas probadas, dada la precariedad de estas, toda vez que los 2.445 millones de barriles con los que cuenta a duras penas le alcanzarían para sólo 6,6 años de autosuficiencia. Por ello se dice de Colombia que en lugar de ser un país petrolero es un país con petróleo. No obstante, es de resaltar el hecho de que gracias a los esfuerzos exploratorios realizados en los últimos años, en el año 2007 se detuvo la caída de las reservas y estas han registrado un repunte desde 2008. En los últimos cuatro años (2010-2013), las reservas probadas se incrementaron el 18% y ello es tanto más meritorio si tenemos en cuenta que las extraídas en ese mismo lapso crecieron más que proporcionalmente, un 27,3%, al pasar de un promedio de 785 mil barriles/día-año a más del millón de barriles.
Y ello ha sido posible sin encontrar en los últimos veinte años ni un Caño Limón ni un Cusiana, pero ayudados por una seguidilla de pequeños hallazgos que sumados han permitido incorporar mayores reservas, al tiempo que le han ganado al país una mayor prospectividad petrolera. Desde luego, también ha contribuido a ello la aplicación de nuevas tecnologías de recobro mejorado. Para destacar, el hecho de que la participación de las mayores reservas que corresponde a nuevos descubrimientos ha venido in crescendo, el año pasado alcanzó el 39%.
No obstante, dado que la meta del Gobierno es pasar de una relación reservas-producción (R/p) de 6,6 actual a 10 en el año 2018, para alcanzarla se requerirá pasar de una adición de reservas del año anterior de 436 millones de barriles a adicionar anualmente 615 millones de barriles. Dicho de otra manera, se necesitaría pasar de un índice de reposición de reservas actual de 118% al 167%, ímproba tarea esta. Para ello el país tiene que apretarle el paso a la actividad exploratoria, ya no sólo limitada a los yacimientos convencionales sino también ampliando la frontera hacia los no convencionales, amén de la campaña en que ya está comprometido de búsqueda de hidrocarburos off shore.
Esa es la apuesta de Colombia con la reciente Ronda Colombia 2014. De hecho, en el país pasamos de perforar 21 pozos exploratorios en 2004 a perforar 131 en 2012, registrándose una leve caída en 2013 cuando se perforaron 115 de 130 que era la meta, y ahora se proyecta perforar 135 para el presente año. Claro que para alcanzar esta meta es preciso remover tres grandes escollos que están frenando la actividad petrolera en el país: los ataques terroristas contra su infraestructura, la conflictividad social y la dilación en los procesos de licenciamiento ambiental y consultas previas.
Creemos que no hace falta promover cambios en la normatividad legal para atraer la inversión y estimular la actividad hidrocarburífera en el país, cuyos últimos ajustes se hicieron para incentivar la producción incremental y, más recientemente, en lo atinente a la exploración y desarrollo de yacimientos no convencionales. De lo que se trata es de que tales reglas se cumplan y de esta manera ganar en seguridad jurídica, que es lo que a ratos queda en entredicho cuando se presentan circunstancias en el entorno de la actividad que la ponen en riesgo. Un estudio reciente de Arthur D. Little muestra a Colombia como el país más atractivo de Latinoamérica por sus términos fiscales, así como por su clima político y de inversión, recibiendo una calificación de 3,9 sobre 5, superando entre otros a México y Brasil. Es decir, que Colombia sigue siendo competitiva y atractiva para la inversión y los inversionistas de la industria petrolera.
Bogotá, septiembre 14 de 2014
www.amylkaracosta.net
LA CAJA REGISTRADORA
Prefiero tener vagamente la razón que
estar equivocado con precisión.
KEYNES
EL CUARTO MENGUANTE
El sector minero-energético y los hidrocarburos en particular cobraron una gran importancia en la economía nacional merced a un largo ciclo de gran demanda y altos precios internacionales, al punto que uno y otro llegaron a representar el 10,3% del PIB para el sector en 2012 y el 5,6% los hidrocarburos, que marcaron su punto de inflexión a partir del cual entramos en lo que he denominado el cuarto menguante del auge de este sector a escala internacional. Es bien sabido que dicho boom tuvo su principal impulso en la creciente demanda por los commodities por parte de los países emergentes, encabezados por China y la India, catalogados como las aspiradoras
de materias primas, cuyas economías lograron desacoplarse de la economía global en momentos que el crecimiento de esta se ralentizaba por cuenta de la recesión de la Unión Europea y la lenta recuperación de la crisis hipotecaria de Estados Unidos.
Las economías de los países emergentes terminaron resintiéndose del ya largo letargo de las economías líderes de Occidente y los crecimientos de la economía china e hindú por encima del 10% y del 7%, respectivamente, son cosa del pasado pues, como es apenas lógico, con una tasa de crecimiento del 7,5% en el primer caso y de 5% en el segundo, demandan menos materias primas y ello ha contribuido a la contracción de sus mercados, así como también a la destorcida de los precios de las mismas. Dada la enorme dependencia de los países latinoamericanos de sus exportaciones de materias primas, al revertirse la tendencia de la demanda y de los precios, el decenio virtuoso, durante el cual la economía de la región creció por encima del promedio histórico, llegó a su final. Colombia, de alguna manera, fue la excepción, dado que los precios del crudo se mantuvieron a niveles altos favorecidos por la crisis del Medio Oriente y más recientemente por la ofensiva del Estado Islámico en Irak.
Sin embargo, desde el año anterior el crecimiento de la economía colombiana, no obstante que supera al del resto de países de la región, se ha visto lastrado por el menor crecimiento del sector minero-energético que venía jalonándolo. Esta locomotora ha perdido velocidad a causa no sólo de un entorno internacional que ha cambiado desfavorablemente debido a la variación de dirección de los vientos que soplan, sino también a obstáculos más ligados a la turbación del orden público en las regiones en donde operan las empresas que adelantan la actividad extractiva, amén de los desencuentros con las comunidades asentadas en dichos territorios y la incertidumbre en torno a las licencias ambientales y a las consultas previas, a falta de reglas claras y consensuadas. En efecto, después de haber alcanzado un máximo de crecimiento del PIB de 7,9%, que no se veía desde la década del setenta con su bonanza cafetera, en contraste con el crecimiento promedio de 1,8% entre los años 2004 y 2007, ese ritmo decayó y sólo el último año se ha notado un repunte, pero aupado por el sector de la construcción que relevó al sector minero-energético como principal dinamizador de la economía nacional. Y no es para menos, pues en la medida en que decae la producción de hidrocarburos y minerales, se impacta el ritmo de crecimiento de la economía. Como lo advierte Anif, si el sector minero-energético pasa de un crecimiento de 11,3% (2008-2011) a 6-7% anual, ello significa medio punto porcentual de crecimiento potencial de la economía (de 4,5% a 4%)
¹ .
GRÁFICA 1. CRECIMIENTO ANUAL DEL PIB
Fuente: DANE.
Después de que en la década anterior el sector minero-energético creció por encima del crecimiento de la economía (2010-2013, crecimiento promedio del sector 11,7% vs. 4,8% del PIB total), ahora su crecimiento es menor que este y se ha venido rezagando con respecto a otros sectores. Todavía en 2012 y 2013 el crecimiento del sector, 4,6% y 7,8% respectivamente, superó el crecimiento de la economía, 4% y 4,7% respectivamente. La economía nacional mostró un repunte sorprendente en el primer trimestre de este año con un crecimiento del PIB del 6,4%, el segundo mayor crecimiento de la economía en el mundo después de China; entre tanto el crecimiento del sector minero-energético fue del 5,6%. Para el segundo trimestre, el crecimiento del PIB global fue del 4,3%, al tiempo que el sector minero-energético cayó -2,2%. Para el consolidado del primer semestre de 2014, mientras el PIB total creció 5,4%, el del sector minero-energético creció un anémico 1,7%. Este comportamiento del sector se tradujo en una pérdida de participación en el PIB, pasando del 10,3% en 2012 a 10,1% en el primer trimestre de 2014 y en el caso de los hidrocarburos particularmente se pasó del 5,6% en 2013 a 5,3% en el primer trimestre de este año (gráfica 1).
EL DESBALANCE COMERCIAL
Con el decaimiento de la actividad minero-energética se vino abajo también la afluencia de inversión de capitales al sector, que hasta hace muy poco crecía de manera sostenida. Aunque este sector sigue siendo el mayor receptor de inversión extranjera directa (IED), viene perdiendo participación: entre el primer semestre de 2013 y el primer semestre de 2014 pasó del 61% al 50% del total. No obstante que en el primer semestre de este año se incrementó 9,8% la IED con respecto al primer semestre del año anterior, en lo que hace relación al sector minero-energético no sólo no creció sino que tuvo una baja del 9%.
El sector de los hidrocarburos representa el 56% de las exportaciones, pero también representa el 13% de las importaciones, las cuales han multiplicado por seis su peso en el total de estas. Preocupa sobremanera el progresivo deterioro de nuestra balanza comercial, dado que mientras las exportaciones caen, las importaciones crecen sin parar. A guisa de ejemplo, en el mes de agosto de este año las exportaciones registraron una baja del 3% al pasar de US$4.977,7 millones a US$4.829,5 millones con respecto al mismo mes del año anterior. Es muy diciente que después de que en el primer semestre del año pasado las exportaciones del países superaron a las importaciones en US$1.811 millones, en el primer semestre