2016
I
Tengo miedo a morir
demasiado pronto,
a la soledad,
a la oscuridad.
Miedo a hacer
y que me hagan daño.
Miedo al fracaso,
a los colmillos
de la ansiedad.
Miedo a no saber querer
y miedo
a empezar a odiar.
Miedo al dolor,
a equivocar el camino,
a no llegar.
Me da miedo,
a veces,
dejarme llevar
y otras por el contrario
el no sentir el impulso.
Me da miedo el pasado,
el presente
y ese futuro inexistente.
Me da miedo perderme
y me doy miedo yo mismo.
Y a pesar de este catálogo
de infinitos miedos
sigo machacando días
con mi espada de cartón
porque intuyo
que mis miedos
no han de ser
muy distintos de los tuyos.
II
No me encorva el paso del tiempo.
No son los días los que pesan.
Pesan las palabras,
los hechos,
la dulzona podredumbre
de la indiferencia.
Pesan los desencuentros,
aquella despedida en la estación.
Pesan aquel mal gesto
y mi mirada esquiva.
Las noches de insomnio,
las mañanas de pereza.
Pesan.
Pesan las manos manchadas,
el exceso de limpieza en los pies.
Pesa tu recuerdo,
mi futuro
y nuestro presente.
Pesa lo que no fue dicho
y pesa también
lo que sin solución se dijo.
Mis palabras, tu silencio,
pesan como gotas de deshielo
colgando de un alero
condenadas al suicidio.
Pesa cada músculo de mi cuerpo,
cada litro de sangre.
Pesan los párpados
del que mira sin llegar a ver.
Pesa el murmullo indescifrable,
la incomunicación.
Pesan.
Pero los días,
los días no pesan.
Es la rutina de verlos