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La Cazadora de Cimas (The Summit Seeker)
La Cazadora de Cimas (The Summit Seeker)
La Cazadora de Cimas (The Summit Seeker)
Ebook175 pages2 hours

La Cazadora de Cimas (The Summit Seeker)

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About this ebook

Vanessa empezó a correr para combatir sus demonios, curar sus heridas más profundas, y encontrar su paz en las montañas. Sus descripciones graficas de senderos espectaculares te llevan a lugares salvajes donde encontraras bellezas violentas, extensa tierra virgen, y percepciones personales muy profundas. En este libro de anécdotas breves, Vanessa explora el sendero y la resistencia a nivel emocional, psicológico y espiritual. Tejiendo sus historias de esfuerzo, el hambre y la aventura, Vanessa toca nuestra fibra sensible y llama a nuestro instinto más primitivo como especie: sobrevivir.

LanguageEspañol
PublisherVanessa Runs
Release dateApr 22, 2016
ISBN9781310044861
La Cazadora de Cimas (The Summit Seeker)

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    La Cazadora de Cimas (The Summit Seeker) - Vanessa Runs

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    La Cazadora de Cimas:

    Memorias de una Corredora Nómada

    Por

    Vanessa Runs

    Derechos de autor 2016 por Vanessa Runs

    (Copyright 2016 by Vanessa Runs)

    ISBN: 9781310044861

    Todos los derechos reservados

    Primera edición española

    Diseño del libro: Y42K Publication Services

    http://www.y42k.com/publishing-services/

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    Table of Contents

    Dedicación

    Prólogo

    Introducción

    Capítulo 1: Creciendo y Aprendiendo a Correr

    Capítulo 2: Encontrándome y Descubriendo Senderos

    Capítulo 3: Viajando Lejos y Corriendo Ultras

    Agradecimientos

    Dedicación

    Para Shacky, sin quien ninguna de mis aventuras sería posible.

    Prólogo

    Por Gordon Ainsleigh

    Hace muchos, muchos años, en uno de mis raros momentos viendo la televisión, tomé interés de una entrevista de Dick Cavett con Truman Capote, quien había provocado una gran conmoción con sus libros de bastante grosor, en particular En Sangre Fría, que hablaba sobre detalles íntimos de horrendos crímenes y horrendos criminales. La conversación fue algo así:

    Cavett a Capote: Siempre escribes libros sobre crímenes terribles. ¿Es porque si escribieras un libro sobre la gente común, nadie lo leería porque no sería interesante?

    Capote: ¡Oh, no, claro que no! La gente común tiene vidas muy interesantes… absolutamente interesantes… si pudiéramos hacer que dijeran toda la verdad. Pero claro que no lo hacen. Pero cuando pasa un crimen terrible y todo detalle ha sido investigado, y todos los secretos han salido, entonces la gente dirá la verdad, y eso hace un buen libro.

    Es verdad: mucha gente común tiene vidas muy interesantes, y por unos años a mediados de mis veinte, cuando trabajé de consejero, ocasionalmente descubrí los dramas abarcados a los que Truman Capote dedicó su vida a escribir: cuando la gente revela los secretos más verdaderos de sus vidas.

    ¿Pero qué pasa cuando una persona que no es común—Vanessa por ejemplo—nos dice la verdad sobre su vida? Bueno, es una sucesión de altibajos, y es un viaje en el que te vas a embarcar en este libro, un libro por Vanessa, sobre Vanessa.

    Algunas de las experiencias resonarán profundamente en tu alma con momentos de tu propia vida que estarán contigo hasta el día que llegues a fallecer. Sentirás que tú y Vanessa están respirando el mismo aire, sintiendo el mismo sol, enfrentándose al mismo vacío, y disfrutando de la misma alegría.

    Y después te llevará a donde nunca imaginaste que pudieras ir. Ella nos deja vivir más que nuestra única, pequeña, vida. Me recuerda que nadie en mi vida, con quien estaba encariñado, había muerto hasta que mi abuela—quien tomo el papel de mi mamá cuando mi madre trabajaba y tomaba el papel de mi padre—murió a los 90. La mamá de Vanessa murió cuando tenía 9 años. Experimentamos esa muerte, y la muerte metafórica de su padre que pronto siguió, con Vanessa, y eso llena los lugares vacíos en nuestra experiencia como seres humanos.

    Vanessa nos lleva a donde nunca hemos viajado, y a donde siempre hemos estado. Nos sorprende lo diferente que es su vida a la de nosotros, y en veces, que tan semejante. El camino sobre el que nos lleva es una montaña rusa entre modos-de-vida y eventos que no hubiéramos imaginado, a eventos tan comunes como hablando de nuestros procesos digestivos pasando de bajada de 5 a 10 millas por hora sobre senderos salvajes.

    Cuando primero conocí a Vanessa, ella era parte de un grupo grande (de más o menos 25, la mayoría de San Diego) a quienes fui introducido en Phoenix, cuando nos reunimos para almorzar y salimos a enfrentarnos a uno de los momentos más decisivos en la vida de un corredor de senderos: las atontadas de Borde-a-Borde-a-Borde—de cruzar doble el Gran Cañón. Del Borde Sur al Borde Norte y de regreso al Borde Sur, sin descansar la noche en el hotel del Borde Norte.

    Siempre que me encuentro a alguien llamada Vanessa, me recuerda de una memoria dolorosamente dulce de hace mucho tiempo de una muchacha bonita bien encantadora con dientes de conejo la cual aconsejaba en un centro de detención juvenil, cuando trabajaba en un centro de asesoramiento a mediados de los 20 años. Ella llegó ahí por tener sexo a cualquier oportunidad con cualquier muchacho que había disponible.

    Un anochecer, en una sesión de asesoramiento privada en un cuarto con ventanas grandes que miraban al pasillo, me dijo, Ya sé que para ellos nada más es sexo, pero por ese breve momento, me siento amada, y eso me vale la pena aunque cause problemas. Quería decirle, Por favor, Vanessa, búscame cuando llegues a edad adulta, pero tenía miedo de perder mi trabajo si lo decía.

    Por años, busqué una mujer que quería ser amada tanto así. La espera y los dientes de conejo fácilmente valieran la pena. Y claro que los dientes de conejo se pueden enderezar, si solamente Vanessa le hubiera importado a alguien suficientemente para pagarlo. Pero no le había importado a nadie.

    Unos cuantos de nosotros salimos en una camioneta grande antes que bajara el sol, a buscar el inicio del sendero Sur Kaibab, de donde empezaríamos nuestro viaje espectacular del Gran Cañón la mañana siguiente. En lo que el resto de nosotros contemplábamos nuestro destino abrumador del siguiente día, Vanessa le preguntaba a Shacky, su compañero de aventuras en la vida, que le tomara una foto parada en un pie, la planta del otro pie presionada sobre su rodilla, manos arriba en la posición de yoga llamada el árbol, sobre un pináculo que sobresalía de la pared del Cañón con aire vacío alrededor.

    Y era su idea parar a Shacky junto al letrero que nos advertía que gente muere aquí cada año, con Shacky imitando la posición y expresión del excursionista casi muerto casi no aparecía en el gráfico. Y luego todos nos juntamos alrededor del letrero a imitarlo también. Poco sabíamos que iríamos a ver y sentir esa expresión muchas veces durante las próximas 19 a 20 horas.

    Vanessa estaba revisando los árboles maltratados por el viento, el musgo, localizando un Cóndor de California en un pináculo poco lejos, y luego trotando por los caminos en zigzag del sendero al atardecer tan lejos que la llamamos, preocupados que desapareciera en la oscuridad. Lo que quiera que hiciéramos, donde quiera que fuéramos, echa un vistazo alrededor y Vanessa era la que más se divertía. Ella ha decidido seriamente en disfrutar la vida lo más que la vida se pueda disfrutar.

    Ese atardecer durante la cena, yo buscaba cohortes que me siguieran en un esfuerzo contra-la-corriente. Antes que me juntara con ellos en Phoenix, había sido decidido que todos los corredores de doble cruce (la mitad de nuestro grupo solo corrió al Río y el Rancho Fantasma y regresó) saldría a las 3:30 am. Yo quería salir a primera luz porque, aunque soy un experto reconocido de caídas elegantes, la caída potencial en unos de esos caminos en zigzag no estaba dentro de mi continuo de riesgo adaptable. Además, quería ver el empezar del amanecer sobre el Cañón.

    Iba de mesa a mesa durante la cena, sin tener mucha suerte, hasta que Vanessa hablo: A mí me gustaría hacerlo de esa manera. Luego ella miró a Shacky (conocido por su madre como Robert Shackelford) y dijo: ¿Está bien? Y Shacky le respondió con algo como: Sí. Claro. Cuenta conmigo. Entonces empezamos a persuadir a Christine Bilange, quien lucía yeso por fracturarse el antebrazo justo arriba de la muñeca el mes anterior cayendo al correr un sendero, que debería bajar con nosotros a la luz del día, cuando el riesgo de una caída sería mucho más reducido.

    Cinco a.m. Vanessa es contagiosa (como lo verás) y pronto estábamos sorprendiendo y maravillando como a la mitad de lo que lo hacía ella sobre el escenario, y estábamos exquisitamente alegres de estar haciendo algo tan magnífico. Éramos como turistas, excepto que corríamos de oooh y ahhh a tomar fotos, en vez de caminar. Fue un fin de semana a principios de Mayo, la mejor temporada del año para el doble cruce de Borde-a-Borde-a-Borde, y ola tras ola de corredores de toda América bajo el sendero detrás de nosotros, saludándonos al pasar.

    Cerca de 15 millas a pasar el día, comenzó a calentarse y Shacky empezó a tener problemas en la larga subida gradual a lo largo del arroyo Ángel Brillante. Sus genes son de Irlanda, fría y nublosa, y todavía tiene problema adaptándose al suroeste Americano. Christine era un demonio de subida con los genes de la Costa del Sol al sur de Francia, y forjo adelante, conmigo siguiendo lo mejor posible con mis genes noruegos y británicos.

    Como escribe Vanessa, ella pesa más que el típico ultra corredor (mientras siendo seriamente atractiva, yo añadiría). Casi esperaba que se derritiera en el calor, pero sus genes Centroamericanos jugaban alegremente. Ella y Shacky entraron a la parada de descanso Casa Pump en la base de la preciosa escalada brutal (aproximadamente 5,500 pies) al Borde Norte justo cuando salía unos minutos detrás de Christine. Shacky se dejó caer en una banca, como un hombre gravemente enfermo probando su ataúd. Vanessa parecía como si acababa de llegar de una caminata de media milla. Él tiene problemas con el calor y la altura, explicó ella. Yo pensé: ¡Ay Dios! Y sólo habíamos llegado a 16 de las 44 millas, y todavía no hacíamos ningunas de las dos ascensiones gigantescas.

    Durante el resto de nuestras 19 y 20 horas en ese mundo maravilloso de piedra y sol y aire y viento y frío y calor, 19 millas de cuales fueron pasadas en temperaturas moderadas a horneadas con el arroyo fresco cantarín Ángel Brillante tentadoramente cerca, sería impresionado por tres fenómenos asombrosos: cuanto tenía que esperar a Christine que caminaba de puntillas con precaución por los caminos zigzag, y cómo me hacía sentir tan viejo y gordo y lento por las subidas; cómo Shacky seguía pareciendo estar a punto de muerte, pero de alguna manera seguía tambaleándose a los reposos más y más largos que yo tomaba, justo cuando estábamos a punto de ir (con Christine—una dominatriz Francesa si alguna tal vez hubo una—gritando: Está bien, Gordy, es hora de ir!); e increíblemente cómo Vanessa corría adelante de Shacky en cada uno de esos reposos para pasar algún tiempo con Christine y yo antes de volver a recoger a Shacky. Incluso llegando a cuando el sol bajaba por el oeste, me daba cuenta que las millas estaban tomando su precio a Vanessa cuando comenzó a verse como si hubiera llegando de una carrera 10K polvorienta.

    La transferencia del parecer de Shacky de infante a cadáver progresaba tan implacablemente por Camp Cottonwood (milla 28 de 44) que, cuando Christine y yo llegamos al Rancho Fantasma (milla 35 de 44), hice arreglos para que Shacky tuviera una cama de emergencia al fondo del Cañón. Luego nos despedimos de Vanessa (¡quien había corrido por delante para pasar tiempo con nosotros… otra vez!), y bajamos hacia el río, a través del puente, y cuesta arriba 5,000 pies en nueve millas. Así que no estaba pasando el tiempo abajo por el Río Colorado para ser testigo del equilibrio de la relación entre Shacky y Vanessa, cuando el fresco del anochecer barrió a través del Gran Cañón, y sus genes Irlandeses despertaron y dijeron: ¡Genial, hombre, genial!, y las genes tropicales de Vanessa dijeron: ¿Qué es esta idiotez? ¡Nosotros no hacemos esto!

    Así que como Christine y yo atravesamos camino tras camino en zigzag frente al más frío y más frío, más ventoso y más ventoso Borde Sur, vimos un milagro en la oscuridad debajo de nosotros: dos luces, haciendo su camino hacia arriba.

    De alguna manera, siento que este libro surgió de esas dos luces marchando de subida lentamente saliendo de esa oscuridad profunda.

    Hay algunos que encontrarán este libro como entretenimiento. Otros utilizaran este libro como un puente a un mundo que nunca podrían haber imaginado para sí mismos. En cualquier caso, espero que esté de acuerdo conmigo cuando digo que quería que este libro se quedara conmigo más tiempo. Quería pasar más tiempo con Vanessa en cada lugar que su destino tocó la Tierra, cual supongo que tendré que esperar hasta que escriba su próximo libro.

    Después de regresar a su vida en Inglaterra después de la Primera Guerra Mundial, T.E. Lorenzo (de Arabia) escribió Siete Pilares de la Sabiduría, en el que escribió: La mayoría de hombres sueñan por la noche, y despiertan por el día encontrando que fue una vanidad. Pero los que sueñan por día son hombres peligrosos, porque trabajaran su sueño con ojos abiertos para hacerlo posible.

    Me pregunto lo que hubiera pasado si Lorenzo hubiera llegado a conocer a Vanessa como Shacky ha llegado a conocer a Vanessa, y encontró su alma gemela. Quizás Lorenzo no hubiera tenido que montar su moto cada vez más y más rápido hasta el final.

    ¿Quién sabe? Tal vez los reencarnacionistas tienen la explicación correcta de cómo funciona el Universo, y Vanessa es Lorenzo de Arabia en nuestro tiempo. Por lo menos, sus espíritus se conocen bien.

    Y ahora ambos han escrito un libro para mostrarnos dónde mirar, si elegimos seguir sus pasos, cada uno a nuestra propia manera.

    Introducción

    Si lo que buscas es un libro de cómo correr más rápido, la forma de llegar a un nuevo record personal, o cómo entrenar para tu próxima carrera, este es el lugar equivocado para buscar.

    Mi

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