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Bailar en San Antonio
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Bailar en San Antonio

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Un día de diciembre de 1991, en una pequeña localidad serrana de Córdoba, un grupo de artistas junto a la comunidad local daba inicio al Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo. Un evento autogestionado, basado en el trabajo comunitario, sin fines de lucro, que se ha realizado cada año desde entonces. Aún hoy, en una sociedad tan individualista, resulta un hecho llamativo, que parece ir contra la lógica dominante de lo social. Durante cuatro días, miles de personas se encuentran para compartir todos los aspectos de la vida. Durante esos días acampan, cocinan, trabajan y comen juntas. Pero además comparten músicas, danzas, producciones artesanales, talleres culturales, fotografías, video. Los autores de este libro, basándose en los testimonios de los participantes y en sus propias vivencias, se proponen indagar sobre estas particulares prácticas buscando los modos de pensar y sentir en los que encuentran su fundamento.
LanguageEspañol
Release dateApr 11, 2016
ISBN9789876991377
Bailar en San Antonio

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    Bailar en San Antonio - Claudio Díaz

    Díaz

    Prólogo

    Recuerdo claramente la primera vez que tuve oportunidad de conversar con el Negro Valdivia. Fue en su casa de Mayu Sumaj una tarde esplendorosa de mayo. Fuimos con Gabriel Bendersky y charlamos largamente bajos los árboles del patio. De esa charla recuerdo dos cosas que se fueron haciendo más y más importantes para mí.

    Por una parte, esa fue la primera vez que escuchaba hablar del Encuentro de San Antonio. Gabriel y yo formamos parte de un equipo de investigación que venía estudiando las músicas populares desde la perspectiva de la sociología de la cultura. En esos días andábamos indagando sobre el circuito de las peñas, y preguntándonos por el tipo de música que prefería la gente que asistía y por las razones de esa preferencia. En esa búsqueda muchas personas nos habían hablado de Valdivia por diversas razones, entre ellas por ser durante mucho tiempo el maestro de ceremonias de las peñas del Dúo Coplanacu.

    Pero la charla con el Negro nos fue llevando de a poco para el lado del Encuentro. Un poco sorprendido, y ansiosamente, le empecé a preguntar por las características que tenía y el Negro, con ese hablar pausado que lo caracteriza me dijo: tenés que ir, no te lo puedo explicar. Tenés que participar para ver cómo es. En ese momento estaba muy lejos de entender lo que me estaba diciendo. Y estaba lejos de saber la importancia que tenía esa idea de participar, en la lógica del Encuentro.

    Eso fue en mayo. En diciembre de ese año participé por primera vez, y de a poco me empezó a caer la ficha. Todavía me está cayendo.

    La otra cosa que me dijo tenía que ver con el baile. Yo le preguntaba por estilos de danza, por las particularidades del modo de bailar que venía observando en las peñas, y él intentaba explicarme. Pero en un momento, con la misma parquedad me dijo: tenés que ir a bailar vos. Hay cosas que no te puedo explicar, las tenés que vivenciar. Algunas semanas después fui al taller que coordina en el Centro Graciela Carena de Córdoba. Con el tiempo también empecé a comprender lo que me quería decir. Pero me refiero a un tipo de comprensión que no tiene que ver solamente con el pensamiento reflexivo, sino también con el movimiento del cuerpo en interacción sensible con la música. Cuando uno se dedica a la sociología de la cultura bastante a menudo se encuentra con los límites de la palabra. Por lo general lo que se hace ante esos límites es extremar la vigilancia, inventar un lenguaje distinto que permita referirse con precisión a los fenómenos observados. Pero bailar, el sólo hecho de bailar, me fue poniendo en relación con otra forma del pensar. Un tipo de comprensión diferente que se logra en los pasos de la danza, en el movimiento del torso y de los brazos, en el juego de las miradas, en el contacto sutil con el compañero, en el abrazo, en el movimiento gozoso del cuerpo.

    Desde entonces he participado en talleres con Silvia Zerbini, Juan Saavedra, Geraldine Maurutto, el Pato Mulhall… y nunca dejé de asistir al del Negro Valdivia. Y algo fue cambiando en mí. Fui recuperando una forma de la alegría, de raíces antiguas, que está en el movimiento, en el juego, en la expresión, en el protagonismo que el cuerpo tiene en la danza.

    Los organizadores del Encuentro de San Antonio suelen repetir una frase que funciona como una especie de principio orientador para la participación: del Encuentro cada uno se lleva lo que necesita y aporta lo que cree que hace falta. Yo no lo sabía la primera vez que fui, pero lo que necesitaba, lo comprendí después, era esa alegría de estar con otros, bailando.

    Cuando empecé a pensar en este libro, cuando lo charlamos con el Negro, con Natalia, con Florencia, lo que intentaba era realizar un pequeño aporte, muy humilde, como un acto de gratitud por la recuperación de esa profunda alegría. Por eso en este trabajo he intentado escribir no sólo desde una mente que piensa, sino también desde un cuerpo que baila.

    Claudio

    Durante mucho tiempo el Encuentro fue un persistente susurro para mí a través de mi hermano Mario y de amigos músicos. Con el paso de los años el susurro se transformó en voz cuando investigando con Claudio los circuitos de difusión y consumo de folklore muchos chicos hablaban de la magia de San Antonio. Hasta que en 2010 el Encuentro se me hizo cuerpo.

    Recuerdo que fui con una compañera del equipo de investigación, Malena Marengo, y no podía creer la cantidad de carpas… de personas y de niños que había ahí. Un mundo a la vera del río y los árboles, un mundo que olía a comida de madres y se movía al ritmo de sonidos que habían poblado mi infancia.

    En pequeños gestos como repulgar empanadas, apilar sillas a las seis de la mañana cuando el sol te pega en la cara, mantener llena la pava para que a nadie le falte un mate, limpiar los baños, el peso de lo colectivo va derribando los muros del yo en el que habitualmente estamos instalados. Como dice el Curita Sánchez: un poquito a cada uno/ no le hace mal a ninguno/ un poquito a cada cual/ a ninguno le hace mal.

    Y es en la urdimbre de lo colectivo que el cuerpo y la cabeza te van cambiando. Te vas animando a jugar, a romper estructuras y es en ese animarse que yo descubrí la danza.

    Bailar me dio libertad, descubrí maneras de seducir, de relacionarme que estaban dormidas y comprendí, cosa bastante difícil para una académica como yo, que no todo puede ser dicho con palabras. Pero sobre todo al bailar entendí que nada soy y que nada puedo hacer sin la ayuda de los demás.

    En las charlas con Kari y Aldo, con Silvia Zerbini, o Juan Saavedra fui comprendiendo como desde el compromiso y el afecto se fue tejiendo esta concepción de la danza donde la vida y el baile van de la mano. Y que el cuerpo es un territorio donde se dirimen luchas y se discuten políticas.

    Bailar en San Antonio te lleva a pensar en el cuerpo como un espacio creativo, de conocimiento, que jamás se va a terminar de construir. Cada experiencia va moldeando el barro del que estamos hechos. Recuperar mi cuerpo, somnoliento ante tantas horas de tipeo en la computadora, me hizo replantear qué es lo que hago en la academia, cómo los saberes se van construyendo y sobre las violencias que las palabras legitimadas van ejerciendo sobre las voces, los cuerpos y pensamientos de todos aquellos que habitan y construyen nuestras investigaciones.

    Cuando Claudio nos planteó la idea a Florencia y a mí de hacer un libro sobre el Encuentro al principio me pareció una tarea compleja porque era desarmar, pacientemente, un tejido de palabras, experiencias y emociones construido a través de múltiples voces. Pero lo que empezó siendo un mar de horas de entrevistas, cientos de páginas que hubo que escribir y rescribir se transformó en un libro, en una humilde forma de decir gracias por el encuentro con el cuerpo, con la danza y con la felicidad.

    Natalia

    La i-lógica del Encuentro, la magia de lo simple, lo bello, lo vital y nutritivo… me llevaron a miles de preguntas y movilizaron muchas ganas de entrarle desde diversos costados, porque la experiencia desde siempre se me presentó integral: desde lo artístico; lo político organizativo-comunitario; lo humano; la vinculación con la naturaleza.

    Decidí tornarlo parte importante de mi vida, lo elegí para estudiarlo en mi tesis¹. Un tipo de estudio muy placentero, pueden imaginarlo.

    El trabajo de campo de mi investigación me llevó a habitar el espacio del Encuentro como una encuentrista más: bailando, cocinando, guitarreando de madrugada. Lejos de impedirme ser parte, me permitió descubrir mi manera particular de participar en él: cada entrevista, encuesta u observación participante fueron experiencias con otros, con ustedes. Bellas experiencias, conversaciones que nos llevaron a reír juntos, a pensar juntos, a sentir juntos emociones que en más de una oportunidad me obligaron a poner pause en el grabador. Porque en el Encuentro es habitual toparse con eso sagrado, los sentidos más íntimos y profundos que nos habitan, y que no pueden grabarse, ni transcribirse luego.

    Y ya no quiero (y quiero a la vez) que la tesis termine, no falta mucho para que eso suceda. Quiero seguir saboreando esos encuentros múltiples y diversos que alberga el Encuentro de San Antonio. Por suerte la mesa está casi servida. El casi nos habilita un terreno abierto para seguir siendo parte y aportando con distintos ingredientes a la comida comunitaria, aportando las propias producciones culturales, maneras de estar y habitar un espacio común. A la manera del mundo que soñamos, y que necesitamos.

    No quiero dejar de estar, y más que –ahora sé– en la preparación de la mesa están ustedes, queridos, muchos, compañeros. Todos están nombrados de alguna manera en este libro, que no pretende más que seguir el diálogo y compartir palabras muy sentidas y vividas en nuestro Encuentro.

    Flor

    Bailar en San Antonio / Cantando en San Antonio es al mismo tiempo un libro y un disco.

    El libro fue posible gracias al aporte de numerosas personas. En primer lugar, todos los artistas, miembros de la organización y participantes del Encuentro que aceptaron ser entrevistados y compartieron con nosotros no sólo sus reflexiones y saberes, sino también su hospitalidad. A continuación presentamos la lista de todos ellos y las fechas de realización de las entrevistas:

    Negro Valdivia (23/05/2009 y 13/01/2011); Curita Sánchez (1º/12/2010 y 13/01/2011); Maxi Ibáñez (25/02/2011); Ramiro González (9/08/2011); Karina Rodríguez (11/09/2011 y 5/02/2012); Aldo Corso (20/08/2011); Silvia Lallana (02/12/2010); Paola Bernal (23/11/2010); Titi Rivarola (23/11/2010); Lula Fernández (14/06/2011); Guillermo Ré (30/08/2011); Silvia Zerbini (29/08/2011); Juan Saavedra (15/12/2010); Oscar Arce (10/12/2010); Mariano Medina (24/02/2011); Roberto Cantos y Julio Paz (16/08/2011); Claudia Burraccione (16/12/2010); César Tosco (14/02/2011); Mónica Frassón (11/12/2011); Mariana Del Valle (13/01/2011); Mauricio Muchiutti (11/12/2011); Priscila (11/12/2011); Eloisa (10/12/2011).

    Además algunas personas aportaron materiales escritos, investigaciones propias y sugerencias varias. Ellas son Geraldine Maurutto, Karina Rodríguez y Silvia Zerbini. Curita Sánchez además nos facilitó la colección de la Revista del Encuentro y el video de los 15 años.

    Agradecemos también a Dani Marín por la realización de la imagen del disco.

    Finalmente, queremos agradecer a la gente de EDUVIM, la Editorial Universitaria de Villa María, por hacer posible la edición de este trabajo.

    En relación al disco, debemos agradecer especialmente a los integrantes del Dúo Coplanacu y a toda la gente del sello Latitud Sur. Ellos hicieron posible la grabación en vivo del Encuentro Nº 20, en 2010, y con enorme generosidad pusieron a disposición ese material, con todo el procesamiento técnico necesario para desarrollar el disco que va incluido en este libro. Los músicos que participaron, al igual que los autores de este libro, cedieron sus derechos de autor como un aporte para el Encuentro.

    1 Tesis: Artes de hacer en los Encuentros Culturales del interior de Córdoba. 2010- 2012. Directoras: Dra. Isabel Rauber y Dra. M. Eugenia Boito. Doctorado en Estudios Sociales de América Latina. Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba.

    1. El Encuentro, desde sus antecedentes, olía a interior

    Natalia Díaz - Florencia Páez - Claudio Díaz

    Algo parece estar fuera del orden

    Alguma coisa esta Fora da ordem

    Fora da nova ordem mundial

    Caetano Veloso

    Un día de diciembre de 1991, en una pequeña localidad serrana de Córdoba, un grupo de artistas junto a la comunidad local daba inicio al Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo. Un evento autogestionado, basado en el trabajo comunitario, sin fines de lucro, que se ha realizado cada año desde entonces. Aún hoy, en una sociedad como la argentina, resulta un hecho llamativo, que parece ir contra la lógica dominante de lo social.

    Pero si uno mira hacia atrás, y recuerda lo que se estaba iniciando en la Argentina de aquellos años, resulta más llamativo todavía. Curita Sánchez, uno de los referentes del Encuentro, reflexionando sobre eso nos decía:

    (…) se implantaba la época neoliberal. (…) Y yo creo que de ahí sale un poco y surge… la necesidad de todo eso fue llevando a estos espacios.

    Claudio: hacer algo que fuera contra esa…

    Curita: Exactamente. Porque, después, con el tiempo uno analiza, con los años, charlando con los amigos y dice, ¿por qué pasó esto? Y muchos coincidimos en que fue por eso, porque es como que empezaba a, se veía venir eso y, por suerte, es como que surgió antes una movida y se pudo agrupar ahí unos cuantos referentes de lo que era el arte.

    Mucho se ha escrito sobre la época llamada neoliberal que se desarrolló a escala global y que tuvo sus particularidades en la Argentina y Latinoamérica. Según los recuerdos de Curita, algo se veía venir ya a fines de los ochenta, de manera que la movida que empezaba a armarse tenía de algún modo un sentido defensivo, algo del orden de la mutua protección. ¿Pero qué era lo que se venía?

    No es nuestra intención recuperar aquí los muchos y buenos análisis económicos, sociológicos y políticos acerca de lo que pasó con la sociedad Argentina bajo la hegemonía neoliberal que empezó a construirse con la caída del gobierno de Raúl Alfonsín, la asunción anticipada de Carlos Menem, en 1989, y condujo a la crisis de 2001 y la caída de Fernando De la Rúa. Pero sí proponemos una breve reflexión acerca de algunas características sociales, principalmente en el aspecto simbólico, que contrastan fuertemente con los principios que se fueron construyendo y sosteniendo en el Encuentro de San Antonio.

    Podemos decir, entonces, que cada sociedad va construyendo sus problemas. Cada sociedad determina y recorta cuáles son sus objetos de interés, qué cosas son importantes para la vida y movilizan a la gente. Cada sociedad establece de qué se habla todo el tiempo y de qué no se puede hablar. También es cada sociedad la que establece los criterios de verdad, es decir qué tipo de argumentos y conocimientos son aceptados como válidos y verdaderos. Y cada sociedad también establece su Ley. No solamente en el sentido más o menos obvio de su sistema jurídico, sino en el sentido más profundo de aquella Ley fundamental que rige las conductas, que establece el valor de las acciones y de las personas. Pero el establecimiento de todas esas cosas no es resultado del consenso, sino más bien de las luchas sociales, políticas y económicas en las que unos sectores se imponen sobre otros. Es decir, es resultado de las relaciones de poder.

    En los años ochenta, después de la dictadura militar, ese lugar de la Ley fundamental lo ocupó la idea de la legalidad democrática. La sociedad intentaba tomar distancia de un hecho horroroso fundamental: la violación sistemática de la ley por parte del Estado. En ese hecho horroroso se fundaba una solidaridad nueva en la que las grandes mayorías coincidían. La democracia, el estado de derecho, eran el centro de un imaginario social que daba sentido a muchas prácticas, no sólo políticas sino también culturales, en un sentido más amplio. Pero desde el punto de vista económico, el proceso de concentración iniciado durante la dictadura no se detuvo. Los problemas derivaron en la crisis de la hiperinflación que generó la sensación de que algunas promesas de la democracia quedaban incumplidas. Y ante esas promesas incumplidas, los voceros del poder económico concentrado insistían en que el Estado no debe intervenir en la economía, en que es ineficiente, en que es necesario permitir el libre juego del mercado. Muchos coinciden en caracterizar como un golpe de mercado la crisis que terminó con el gobierno de Alfonsín.

    Con la llegada de Menem comienza algo nuevo. Poco a poco se fue imponiendo un nuevo consenso, un nuevo imaginario que se articulaba alrededor de una nueva representación de la Ley. Las imágenes centrales fueron las de la Estabilidad (garantizada por la ley de Convertibilidad) y la Eficiencia (garantizada por las privatizaciones). En la nueva situación era el Mercado y no el Estado quien debía regular las relaciones sociales. El Mercado venía a ocupar el lugar de la Ley y no sólo en la Argentina. Se trataba del Nuevo Orden Mundial.

    En función de esa ley se medía el valor de los gobiernos, de las empresas, de los trabajadores, de los artistas, de todas las personas. Y la Ley del Mercado tenía (tiene todavía) un aura un tanto mágica, casi los atributos de la divinidad. Como Dios, la Ley del Mercado es absoluta, porque todo lo demás queda sometido a ella: los derechos sociales, la cultura, el trabajo. Es también misteriosa, porque sus arcanos son indescifrables para los simples mortales. Sólo los economistas, especie de sacerdotes del Mercado hablan su extraño lenguaje. Es una Ley Superior, porque está por encima de la política y de las decisiones del Estado. De hecho, en relación con esa Ley Superior, los gobernantes son meros administradores que sólo deben competir entre sí en el sentido de demostrar quién es más capaz de administrar según las necesidades del Mercado.

    En la medida en que ese nuevo imaginario se impuso, todas las cosas, todas las prácticas, todas las personas empezaron a ser juzgadas y valoradas en términos de eficiencia, competencia, cifras de ventas, actualización. Palabras como marketing y management empezaron a funcionar como fetiches. Pero la Ley del Mercado también fue trazando una frontera, y del otro lado fueron arrojados los otros: los ineficientes, los que no se modernizaron, los que no tienen espíritu de empresa, los perdedores, los enfermos, los viejos, los pobres, los campesinos, los que cuestionan el modelo, los que no son competitivos.

    La contracara de ese imaginario del Mercado fue la emergencia cada vez más notoria y difundida de todos esos otros. En el discurso oficial apareció la obsesión por el tema de la inseguridad. Pero desde esos otros se fueron desarrollando toda clase de estrategias políticas novedosas. El movimiento piquetero, los movimientos sociales, los movimientos de mujeres, las minorías sexuales, el movimiento campesino, las organizaciones ecologistas, los organismos de Derechos Humanos, las organizaciones estudiantiles, las organizaciones de artistas independientes, todos ellos, y cada uno a su manera, fueron generando discursos alternativos. Y en esos discursos empezaban a verse las fisuras de ese sentido común neoliberal que se había vuelto dominante.

    Muchos artistas populares, de diferentes disciplinas, formaron parte de esas redes que resistían y construían sentidos alternativos. Algunos de ellos fueron artífices del tejido de los hilos que hicieron posible, hasta hoy, el Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo.

    Los primeros entrecruces: años ochenta

    Urdimbre, en el telar, es el cruce de hilos,

    el principio del tejido, el milagro de la unión.

    Rafael Amor

    Cuentan Curita y el Negro Valdivia que los orígenes del Encuentro pueden rastrearse en la década del ochenta. Es en este tiempo donde quizás podemos ubicar el principio del tejido, los primeros vínculos entre los artistas cordobeses y con pares de otros territorios del país.

    Los escenarios eran otros, San Antonio todavía no aparecía como el espacio del Encuentro. Sin embargo, en esta localidad nacía, allá por 1980-81 La Candelaria, una academia de danza que convocaba a chicos de la zona de Icho Cruz, Mayu Sumaj y San Antonio. El profesor era el Negro Valdivia quien, por veinte años, llevó a bailar a los chicos por los caminos del país, con la ayuda de padres inquietos que trabajaban para conseguir dinero para los trajes, pasajes y alojamientos.

    En Córdoba, durante esos años había una movida periférica cultural muy intensa, en palabras de Curita. Tenían juntadas frecuentes en lugares específicos como La Casa del Arte y La Pulpería El Viejo Rincón.

    La Casa del Arte era un pequeño teatrino, ubicado en ese tiempo en la esquina de 25 de Mayo y Maipú. Constituía un lugar importante en el itinerario que recorrían los artistas protagonistas de la historia del Encuentro, frecuentado también, entre otros, por Jacinto Piedra, Alberto La Pepa Sbezzi, el Bicho Díaz, Peteco Carabajal, Julio Paz y Oscar Aguilera y por actores referentes del teatro cordobés como Toto López. Allí, comenta el Negro, teníamos clases de danza donde te ibas nutriendo de un montón de cosas. Cabe mencionar que en este momento, todavía no era muy común que se bailara cuando los músicos tocaban.

    También estaba La Pulpería El Viejo Rincón en la calle Dumesnil, donde uno podía encontrarse con artistas como La Pepa Sbezzi, Julio Paz, Ica Novo, Hamlet Lima Quintana, Armando Tejada Gómez, Néstor Chacho Echenique y Patricio Jiménez integrantes del Dúo Salteño. La Pulpería El Viejo Rincón era una peña sin micrófono. No eran lugares masivos, eran medio ocultos. Alguien tenía que invitarte, describe Curita, y esos datos de algún modo pueden vincularse a determinadas características que fue tomando luego el Encuentro: la invitación a participar a través de alguien conocido y los carriles alternativos por los que circula.

    Para esa época empezaban a hacerse también las Peñas del Comedor y las Peñas de la Cripta, que también fueron referentes de la movida cultural cordobesa. Otros lugares que están grabados en la memoria son

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