El Reino del Terror
By Kim Ekemar
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En 1982 dos viajeros ingenuos llegaron a Paraguay para, como turistas, conocer al país. Por una pregunta trivial, la pareja fue detenida por la policía política bajo la sospecha oficial de ser terroristas. Fueron obligados de quedarse frente a una cámara de tortura, incomunicados, hasta lograr escaparse por un descuido de los oficiales.
Siete años más tarde, el dictador Alfredo Stroessner fue derrocado mediante un golpe de estado. Sin embargo, la historia no terminaría sino hasta un cuarto de siglo después del fin de la dictadura. Fue cuando el autor logró establecer contacto con el Dr Martín Almada – el desenterrador de los Archivos del Terror.
Este libro – minuciosamente investigado, y con las experiencias personales del autor integradas – documenta la turbia vida de Alfredo Stroessner, el dictador más longevo de Sudamérica durante el siglo XX. También revela la habilidad política del astuto dictador; la corrupción que fomentaba; la protección que otorgaba a nazis fugitivos y terroristas; las torturas que presenciaba; el narcotráfico bajo su supervisión; sus aberraciones sexuales; los abusos de sus secuaces; y, su participación en el pacto del Cono Sur – la Operación Cóndor.
Kim Ekemar
I've been fortunate with opportunities to travel the world, counting Mexico, France, Sweden and Spain as my home at one time or other. In the past, a good part of my life was dedicated to business ventures: an art gallery, an advertising agency and commodity trading, among others.My travels have taken me to faraway places and amazing situations. I arrived in Mongolia just as the revolution for independence from the USSR started. I have been taken up the Sepik river by crocodile hunters in Papua Guinea. I’ve climbed Mount Kilimanjaro in Kenya, gone horseback riding to where the Río Magdalena in Colombia begins, crossed the Australian desert, hiked the Inka trail the wrong direction in Peru, and much more. However, the experience with the most impact that I’ve lived through was to be arbitrarily jailed in a centre for torture in Paraguay during the Stroessner dictatorship, under the absurd accusation of being a terrorist. (More about this in my illustrated non-fiction book in Spanish about the dictator, "El Reino del Terror".)During the past two decades, I've been focused on artistic expressions – painting, photography, design and architecture, but mainly on writing. The sources for the things I'm interested in writing about are the passions of people; places and customs that I've experienced around the world; and stories or situations from life that intrigue me.
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Book preview
El Reino del Terror - Kim Ekemar
II. Nota sobre la obra
III. PRÓLOGO
Un viaje inolvidable
IV. Primera parte
El dictador Alfredo Stroessner en su contexto histórico
Capítulo1: Paraguay 1811-1954 / Las guerras que moldearon a un déspota
Capítulo 2: 1954-1966 / La consolidación del poder
- El Golpe de los Capitanes
- Los cambios de personas claves en 1966
Capítulo 3: 1967-1980 / En la cumbre del poder
- La retención del apoyo económico de los Estados Unidos, el traficante Auguste Ricord y la amenaza de los generales
- Agustín Goiburú – el enemigo número uno
- Joel Filártiga
- Martín Almada
- Mario Schaerer Prono
- Miguel Ángel Soler
- La Operación Cóndor
- El fin de la ayuda estadounidense
- Anastasio Somoza Debayle
'
Capítulo 4: 1981-1989 / El ocaso de la dictadura
- Los cambios geopolíticos
- La Iglesia católica y los derechos humanos
- La economía desinflada y la perdida del apoyo de los campesinos
- La división dentro del Partido Colorado
- El ejercito y las conspiraciones políticas
- El golpe de estado
Capítulo 5: 1989-2006 / Exilio y muerte
- El exilio en Brasil
- La muerte del dictador
Capítulo 6: Algunos de los hombres clave que rodeaban a Stroessner
- Andrés Rodríguez Pedotti
- Patricio Colmán
- Edgar Ynsfrán
- Ramón Duarte Vera
- El cruel brazo derecho: Sabino Montanaro
- Alcibíades Brítez Borges
- El brazo siniestro: Pastor Milcíades Coronel
- Antonio Campus Alum
- Mario Abdo Benítez
Capítulo 7: La vida personal del dictador y su familia inmediata
- La esposa oficial: Eligia
- El hijo mezquino: Gustavo Adolfo
- Graciela Concepción y HDD
- El hijo vividor: Hugo Alfredo
- La hija adoptiva: María Olivia
- La amante oficial: María Estela Legal
- Pisando las huellas del dictador – Goli
V. Segunda parte
Detenidos por órdenes superiores
Capítulo 8: El primer día / Entre las zarpas del dictador
Capítulo 9: La primera noche / Hospedaje cortesía de la dictadura
Capítulo 10: El segundo día / En la mazmorra del miedo
Capítulo 11: La segunda noche / Aullidos nocturnos
Capítulo 12: La madrugada del tercer día / Prófugo
Capítulo 13: La tarde del tercer día / Personas non gratas
Capítulo 14: La tercera noche / Bajo vigilancia
Capítulo 15: El cuarto día / Expulsados – con broche de oro
VI. Tercera parte
Tres décadas después
Capítulo 16: El regreso del prófugo
Capítulo 17: Identificando a los actores
Capítulo 18: Los Archivos del Terror
Capítulo 19: La investigación
Capítulo 20: Descubriendo las razones de nuestra detención
VII. Cuarta parte
El aceitado mecanismo del stronato
Capítulo 21: Las limitaciones de la libertad es el precio de la paz
(Stroessner)
- La longevidad del régimen stronista
Capítulo 22: Los responsables y los métodos de manipulación
- El responsable principal
- Los victimarios responsables de la represión
- La impunidad
- El culto presidencial y el lavado del celebro
- Los libros a favor de la democracia están de más; y si están en contra, son perniciosos
(Stroessner)
- La prensa
Capítulo 23: Algunas observaciones sobre la economía durante el stronato
- El cultivo de los campos
- La deforestación
- Las represas Itaipú y Yacyretá
- La ayuda económica de los Estados Unidos
- La economía informal
- El impacto de la corrupción
- La falta de distribución de los recursos
Capítulo 24: El basurero del mundo
- La protección de los nazis fugitivos
- La protección de los criminales internacionales
Capítulo 25: Los campos de concentración, y el robo de los bienes y las tierras
- Saqueos, robo y destrucción de pertenencias
- Tierras mal habidas
- La ocupación de las comunidades campesinas
Capítulo 26: El lenguaje de la represión – la tortura
- La tortura y las ejecuciones
- Robert K. Thierry
- Técnicas de tortura
- El oficio
del torturador
- La tortura de las mujeres embarazadas
- La tortura de niños
Capítulo 27: Los niños que nacieron en la cárcel
Capítulo 28: Los pyragüe
Capítulo 29: La fortuna de la familia Stroessner
Capítulo 30: El narcotráfico
Capítulo 31: La casa de Popol y las niñas de la provincia
- La casa de Popol
- El abuso de niñas preadolescentes
- Los cazadores de niñas
Capítulo 32: Los baños de sangre
VIII. Quinta parte
Estadísticas, agradecimientos y fuentes
Capítulo 33: Algunos datos y estadísticas de la dictadura de Stroessner
- De la detención y la represión
- De los Archivos de Terror encontrados en diciembre 1992
- De la jerarquía oficial de la policía política en 1976
- De las sentencias pronunciadas a los victimarios de la dictadura
- De la ayuda económica de los Estados Unidos
- De las variaciones en la población paraguaya
Capítulo 34: Agradecimientos y fuentes
- Las personas que me proporcionaron información y apoyo para hacer posible esta obra
- Fuentes principales de información impresa
- Permisos de reproducción
- Vínculos en Internet
IX. ANEXO
Una década antes: Asunción el 21 de marzo 1972
Enfrentamientos y soluciones: Una dramatización de la vida cotidiana de Alfredo Stroessner – una interpretación basada en hechos reales.
X. EPÍLOGO
Epitafio del dictador Alfredo Stroessner Matiauda
Introducción
LAS CONSECUENCIAS DE UNA PREGUNTA INCÓMODA EN UNA DEMOCRACIA SIN COMUNISMO
El presente libro, El Reino del Terror de Kim Ekemar, es el grito de un pueblo que fue feliz desde 1811 hasta 1870. Un pueblo en el que se distribuía la riqueza, no la pobreza; un pueblo soberano que no tenía deuda externa, donde los gobiernos de la época no autorizaron el funcionamiento de un solo banco privado y donde se mantuvo inalterable la dignidad nacional. Este pueblo era Paraguay. Lamentablemente en épocas posteriores este mismo pueblo conoció el terror de la dictadura y el horror de la Operación Cóndor.
Su autor, Kim Ekemar, es un escritor sueco de dimensión mundial conocido por escribir historias ajenas. Sin embargo, esta vez nos relata la dura realidad – una historia vivida por él, vista y oída en el vientre de la dictadura cívico/militar del Paraguay después de haber formulado la incómoda pregunta: ¿De quién es este automóvil tan elegante?
El libro es el producto de una flagrante violación a los derechos humanos que el autor personalmente vivió junto a su esposa mexicana Susana García, en Paraguay en 1982. Era la década de plomo
, es decir, la época del vuelo del Cóndor, el pacto criminal militar oficializado en Santiago de Chile el 25 de noviembre de 1975 para supuestamente salvar al Cono Sur de América Latina de las garras del comunismo ateo y apátrida. El autor intelectual de la Operación Cóndor, el entonces Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, impuso el pacto criminal de acuerdo con la Doctrina de Seguridad Nacional y utilizando para ello las dictaduras militares impulsadas por los Estados Unidos.
Paraguay vivió con terror este periódo, y el libro de Kim Ekemar es un valioso aporte para conocer la historia reciente del país – especialmente para las nuevas generaciones, necesitadas de saber lo ocurrido en aquellos años como parte fundamental de una educación basada en la verdad y no en el falseamiento del pasado.
En el fondo El Reino del Terror es una crítica directa a la institucionalización del Estado al margen de la ley en Paraguay. Esta flagrante violación de los derechos humanos estaba controlada a distancia desde Washington y Brasilia; y entre otras negativas consecuencias produjo una gran desindustrialización que puso de rodillas a la clase obrera y campesina. Otra consecuencia fue la extensión del miedo paralizante, que unido a una gran ignorancia, hizo muy difícil la respuesta organizada al terror. El miedo sigue siendo aún hoy la segunda piel del paraguayo en este largo e interminable proceso de transición democrática.
Parafraseando al destacado intelectual argentino Osvaldo Bayer, podemos decir que: Este libro va a resultar con el tiempo una base fundamental para el gran debate en las aulas de los colegios secundarios y universitarios, en los centros de cultura y –porqué no– en el seno del propio Congreso Nacional del Paraguay. Discutir el pasado hasta llegar a reconocer sus propios muertos escondidos debajo de la alfombra
(*). Tenemos que reconocer en ese sentido que Paraguay es un país en el que casi está prohibido pensar y como consecuencia no hay confrontación de ideas y casi tampoco hay memoria crítica.
En el capítulo XXI, en la página 218, el autor nos ilumina la razón de ser de la longevidad del régimen dictatorial stronista
. Una longevidad que siempre contó con el apoyo de Brasilia y Washington, quienes con gran hipocresía, aparentemente no se enteraron de las graves violaciones y genocidios que se dieron lugar en América Latina – Brasil incluido. Hay que destacar que el siglo XX fue el siglo con las más grandes violaciones de los derechos humanos, y a la vez con el mayor número de declaraciones formales de esos derechos.
Los gritos históricos reclamando justicia no pueden morir en la garganta del pueblo. Por eso, para construir el futuro es muy importante educar en la memoria. Justamente este es el enfoque del excelente libro El Reino Del Terror del laureado Kim Ekemar, que cultivó para que algo nuevo esté naciendo en mi pueblo, algo nuevo latiendo con los pobres creciendo …
Asunción, Paraguay, 10 de noviembre de 2015
Dr. Martín Almada
Premio Nobel Alternativo, y miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Americana de Juristas (AAJ)
(*) El dialogo después del silencio. Universidad y dictadura, Buenos Aires.
Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Año 2006.
NOTA SOBRE LA OBRA
Este relato no pretende contar la historia completa de lo ocurrido durante la tenebrosa época que Alfredo Stroessner gobernó Paraguay con puño de acero. Tampoco pretende ofrecer un análisis profundo de los acontecimientos y los crímenes cometidos durante su longeva dictadura: las conclusiones se las dejo al lector. Mi libro debe ser leído como un testimonio más de los actos arbitrarios e impunes cometidos por la institución de represión creada por el dictador. Y, debo enfatizarlo: Stroessner tenía conocimiento de TODO lo que ocurría hasta en el último rincón de su reino de terror.
El texto que complementa lo que personalmente viví y observé, debe ser percibido como información auxiliar para poder entender lo sucedido durante la dictadura. Aunque el relato y la documentación son fieles en cuanto a su contenido, sólo reflejan unos cuantos momentos claves durante los 35 años del stronato. Las miles de historias nunca escuchadas llenarían miles de tomos si fueran escritas, y quizás cambiarían el veredicto final.
Para avalar con más detalle mi intención de hacer un resumen digno de las atrocidades cometidas, al final de esta obra he agregado las fuentes para el lector que quisiera profundizar en el tema.
Kim Ekemar, Tepoztlán 2016
PRÓLOGO
Un viaje inolvidable
1982
Susana tenía veintitrés años cuando juntos decidimos hacer un viaje a Sudamérica para conocer por primera vez ese continente tan prometedor de aventuras y culturas distintas. Como mexicana, Susana tenía una idea más aguda que la mía con respecto a las costumbres y la cultura de Latinoamérica. De haber nacido en Suecia en los años cincuenta, ahora debo reconocer que mi concepto acerca de esa región lejana era de inocencia –por no decir, de ignorancia– de la brutalidad y las injusticias que las poblaciones sufrieron en esos países que, hasta la fecha, no gozan de las bondades de los países escandinavos.
En 1982 vivíamos en Estocolmo. En esos tiempos no era ni fácil ni económico trasladarse al lado opuesto del mundo. Finalmente optamos por tomar unas vacaciones prolongadas para durante seis meses conocer la mayoría de los países de América Latina. Estábamos ahorrando y planeando realizar el viaje más importante de nuestras vidas antes de formar una familia, un viaje largo como muchos solían hacer en Suecia en aquellos tiempos.
Por razones prácticas tenía que ser un viaje con mudas de ropa limitadas y sacos de dormir cargados en mochilas. Empezamos en México, donde visitamos parientes y amigos de Susana, así como lugares de interés. Continuamos por Colombia, en donde vivimos muchas aventuras como montar a caballo durante una semana en la sierra y pasar otra en la selva amazónica. Gozamos el carnaval primero en Bahía y luego en Río de Janeiro. Vimos la Garganta del Diablo en Foz de Iguazú, tango en Buenos Aires y focas en Punta del Este. Nos trasladamos por las bellas lagunas entre Bariloche y Puerto Montt. Visitamos los coloridos mercados de La Paz; y cruzamos el lago Titicaca para conocer a los indígenas que viven en islas flotantes hechas de totora. Admiramos los edificios extraordinarios en Cuzco. Durante cuatro días recorrimos el Camino Inca por encima de las nubes para conocer a Machu Picchu, e hicimos un crucero a las Islas Galápagos.
Sin embargo, todas esas aventuras, y muchas otras cosas maravillosas que vimos y vivimos, son para narrar en otra ocasión. Este libro es para contar la experiencia indudablemente más impactante de nuestro viaje, la cual sucedió en Asunción, Paraguay.
*
Nuestro primer intento para entrar a Paraguay no fue exitoso, pero sí fue iluminador. Habíamos tomado un autobús del Foz de Iguazú en Brasil para cruzar el río a Puerto Presidente Stroessner. El autobús no hizo parada en el puesto aduanal del lado brasileño del puente. La conexión entre los dos países era anunciada como El Puente de la Amistad
. Al momento de subirlo, mi reloj señalaba las ocho de la noche.
Nos bajamos en la caseta de inmigración en la entrada al Puerto Presidente Stroessner para que nos sellaran los pasaportes. Entrando a la caseta, en voz alta de inmediato nos calificaron como otros mochileros
. Los hombres encargados empezaron a hacernos preguntas como ¿De dónde vienen?, ¿están casados?, ¿por qué vienen a Paraguay?, e interrogantes por el estilo con intención de investigarnos. Cuando revisaron nuestros pasaportes y pudieron constatar que nos faltaba un sello de permiso para salir de Brasil, nos indicaron que forzosamente teníamos que regresar para obtenerlo.
Tomamos un autobús que nos llevó de vuelta a Brasil y cruzamos nuevamente el puente. Atrás podíamos ver Puerto Presidente Stroessner alumbrado por las luces de neón de sus casinos.
La entrada de regreso a Brasil fue rápida, atendidos por unos oficiales simpáticos. Después de pasar la noche en Foz de Iguazú, compramos boletos de avión con destino a Asunción para ese mismo día. Con nuestros pasaportes bien sellados que comprobaban la salida de Brasil, hicimos veinticinco minutos de vuelo antes de aterrizar en el Aeropuerto Presidente Stroessner.
Mientras intercambiaban comentarios en guaraní, los oficiales de migración mostraron un exagerado interés por nuestras mochilas. Sin embargo, después de haber revisado su contenido, pusieron una cruz en cada una usando gis blanco. Después de haber cambiado algo de dinero, subimos a un autobús con destino al centro de la capital. Hacía mucho calor, y todas las ventanas estaban abiertas. Por una de ellas de repente llegó volando una bolsa de agua que alguien había aventado desde afuera. La bolsa se rompió y nos tocó un baño inesperado. Vaya bienvenida.
Después de bajar del autobús, caminamos a la Plaza de la Independencia donde un decrépito tanque del ejército pintado en tonos verdes ocupaba su centro. De ahí subimos cinco cuadras hasta llegar a la oficina de turismo, donde nos informaron sobre los hoteles que ofrecían tarifas acorde con nuestras posibilidades económicas. Fuimos a un hotel llamado La India ubicado en la calle General Díaz. Aunque el cuarto que nos mostraron no era muy alentador, por lo menos era limpio, contaba con agua caliente y estaba dentro de nuestro presupuesto.
Con tantos días de viaje ya no teníamos ropa limpia. Salí a buscar una lavandería. Cargando una bolsa grande llena de ropa, fui a diferentes direcciones donde supuestamente estaban operando, pero siempre en balde. Cuando llegué a la Plaza de los Héroes pregunté a algunas indígenas, que se encontraban ahí vendiendo zapatos y recuerdos, si ubicaban alguna lavandería.
La respuesta fue negativa, pero una de ellas se ofreció de lavar nuestra ropa. La indígena que me hizo la propuesta tenía unos 28 años, ojos verdes, cabello café teñido y dientes rotos. Cuando le pregunté sobre el costo, me estudió con una mirada calculadora antes de confirmar que lo podía hacer por mil guaraníes. Incluía el planchado, agregó. Acepté su oferta, siempre y cuando me permitiera acompañarla a donde vivía para poder asegurarme el regreso de nuestras prendas.
Vivo cerca de aquí
, me dijo.
‘Cerca’ resultó ser un viaje de media hora en autobús y una caminata de diez minutos en calles de tierra. En su casita contamos las prendas, y acordamos que me las iba a entregar en la plaza el martes 2 de marzo, en la misma esquina en donde nos habíamos conocido.
Regresé caminando al parabús y, justo cuando el autobús llegó, sentí caer las primeras gotas de lluvia.
*
Cuando finalmente regresé al hotel para encontrarme de nuevo con Susana, llovía con fuerza. Salimos para entrar a un restaurante llamado Café San Marcos, un lugar con decoración kitsch basada en motivos de Venecia. Allí pasamos tres horas hasta que la lluvia terminó. Era sábado. Por falta de moneda local, nos urgía cambiar dólares a guaraníes. Nos informó el dueño del pequeño restaurante que, debido al puente feriado, la mayoría de los negocias iban a quedar cerrados hasta el martes 2 de marzo. El día lunes se celebraba el Día de los Héroes.
Eso implicaba que todas las casas de cambio estarían cerradas tres días. La única solución era cambiar dólares en el mercado negro. Frente al Panteón de los Héroes cuatro hombres, inquietos y caminando de un lado al otro con sus bolsas de mano hinchadas de billetes, compartían la esquina ofreciendo un tipo de cambio bastante más atractivo comparado con el oficial. Después de una negociación prolongada, logré cambiar un billete de cincuenta dólares que por cada dólar me rindieron 153 guaraníes.
En ese momento el sol salió entre las nubes. Pude observar como los militares estaban ocupando cada esquina de la plaza. No les hice mucho caso.
*
El día siguiente era domingo. Tomamos un autobús para visitar el pueblo de las indígenas Macá. Nos dejó cerca del Jardín Botánico, desde donde caminamos media hora a lo largo de una carretera de terracería sufriendo el calor que rebasaba los cuarenta grados. Finalmente llegamos al río Paraguay.
Nada sorprendente, para llegar a la isla de los Macá era necesario subir a un barco. Lo compartíamos con tres brasileños y un hombre que de inmediato se autonombró para ser nuestro guía, y como tal comenzó a explicarnos la vida de los habitantes de la isla. El traslado duró siete minutos, bien aprovechados por el capitán del servicio, ya que cobró como si hubiéramos viajado el equivalente en horas.
El guía nos llevó a lo largo de un camino rodeado de un pasto alto que nos alcanzaba hasta la cintura. Antes de llegar al pueblo de los Macá, de lejos podíamos observar cómo algunas indígenas comenzaban a ponerse adornos en la cabeza con plumas de aves y ropa tradicional propia de su cultura. En la entrada nos cobraron cien guaraníes por persona y recibimos instrucciones de cómo anotar nuestros nombres en un libro de visitantes. Cualquier foto de los pueblerinos, nos avisaron, tenía un costo de 100 guaraníes. Fotos tomadas de mujeres con sus senos expuestos tenían el costo de 200 guaraníes. En ese momento, por coincidencia, una adolescente pasó vestida con plumas en el cabello y con una falda impresa con la imagen de Mickey Mouse.
De hecho, fue una visita que nos causó desilusión. Un general europeo, preocupado por civilizar a la tribu, había logrado el traslado de sus seiscientos habitantes del Chaco en el oeste. En consecuencia, el general fue adorado por los Macá como un dios, nos explicó el guía.
Los hombres, con cabello hasta el hombro, compartían chicha mientras discutían sentados fuera de sus viviendas. Las chozas, hechas de duelas y con techos de palma, parecían estar a punto de caerse. En sus interiores se encontraban utensilios desgastados hechos de plástico y aluminio, producidos por la civilización que querían alcanzar.
Decidimos dejar el llamado atractivo turístico
y regresar a Asunción. Un termómetro nos mostró que la temperatura en la sombra ya había bajado a los treinta y seis grados centígrados. Antes de abordar el autobús, paseamos por el parque botánico, sólo para vivir otra experiencia triste de un lugar descuidado cubierto por abundante basura.
*
El 1 de marzo el joven de la recepción, que desde el principio nos había inspirado considerable desconfianza, nos despertó pateando la puerta de nuestra habitación. Habíamos leído en el periódico que el general Stroessner iba a oficiar ese día los honores en memoria de los héroes sepultados en el panteón en la Plaza de los Héroes. Debido a los pocos lugares de interés que habíamos encontrado en Paraguay, nos pareció buena oportunidad ver en vivo a la persona que había gobernado el país durante los últimos veintiocho años. Con el plan de luego continuar al lago de Ypacaraí, metimos en la bolsa nuestros trajes de baño junto con objetos de valor como pasaportes, cheques de viajero y una cámara reflex con algunos lentes.
Nos fuimos caminando hasta la plaza ubicada a cinco cuadras de nuestro hotelito. Llegamos unos pocos minutos después de las ocho. Parado frente a la puerta del panteón edificado, Alfredo Stroessner lucía vestido en un uniforme blanco lleno de medallas. Siguiendo su rutina de cada año, escuchaba de manera solemne los homenajes a los héroes que habían muerto en la gran guerra de Paraguay contra la Triple Alianza de hacía más de un siglo. Le rodeaban varios funcionarios del alto mando e invitados importantes del extranjero.
Desde lejos saqué unas fotos con el lente telescópico. De inmediato, tres encargados de la seguridad –dos uniformados y uno vestido de civil– se acercaron. Me obligaron a abrir la bolsa con nuestras pertenencias y mostrar nuestros pasaportes. Me advirtieron de manera prepotente que no podía acercarme con mis cámaras. Aunque nací con un espíritu de rebeldía ante cualquier acto de prepotencia, les obedecí.
De repente me llamó la atención una elegante limusina negra y alargada entre otros carros de lujo. Curioso, se me ocurrió preguntar al soldado raso que la estaba vigilando si era del presidente.
¿Por qué me pregunta eso?
me respondió con agresividad. Su modo hostil me hizo optar por no contestarle y alejarme hacia el espectáculo frente al panteón edificado. Había dejado mi equipo fotográfico con Susana, que se quedó sentada platicando con los brasileños que habíamos conocido el día anterior. La muchedumbre parada alrededor del panteón consistía de unas doscientas personas. Me quedé parado escuchando el discurso a unos setenta metros de distancia.
De repente sentí cuatro manos, gruesas y fuertes, agarrándome por las muñecas y la parte superior de mis brazos. Con determinación y sin palabras, los dos hombres uniformados de gris empezaron a alejarme del evento.
¡Llévense a la muchacha también!
, ladró el oficial que estaba supervisando el operativo.
Ignorando mis protestas fútiles, los hombres uniformados me obligaron a avanzar a marcha forzada.
Primera parte
EL DICTADOR
ALFREDO STROESSNER
EN SU CONTEXTO HISTÓRICO
Capítulo 1
PARAGUAY 1811-1954
LAS GUERRAS QUE MOLDEARON
A UN DÉSPOTA
En la primera década del siglo XIX, la invasión de España y Portugal por Napoleón Bonaparte provocó un cambio que hasta la fecha sigue afectando a las antiguas colonias de dichos países. El poder del imperio español sobre América Latina se debilitó con rapidez, algo que fue aprovechado por los movimientos revolucionarios en la región.
Al lograr su independencia