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Derecho y Argumentación
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Ebook98 pages1 hour

Derecho y Argumentación

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Atienza presenta en esta obra un esquema general que puede servir de guía para edificar una teoría de la argumentación jurídica y aplica a un caso concreto, el del autoconsumo de drogas, algunos de sus planteamientos teóricos. Este texto pone en evidencia que la argumentación jurídica está conectada con la búsqueda, el desarrollo y la mejora de los procedimientos destinados a la resolución pacífica de los conflictos sociales.
LanguageEspañol
Release dateJan 1, 2010
ISBN9789587105148
Derecho y Argumentación

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    Derecho y Argumentación - Manuel Atienza

    ISBN 958-616-310-5

    ISBN 978-958-710-514-8 E-BOOK

    ISBN 978-958-710-943-6 EPUB

    © MANUEL ATIENZA, 1997

    © UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA, 1997

    Derechos Exclusivos de publicación y distribución

    Calle 12 n.° 1-17 Este, Bogotá - Colombia

    Tel. (57 1) 342 0288

    Primera edición: junio de 1997

    ePub x Hipertexto Ltda. / www.hipertexto.com.co

    Ilustración de portada: Un aspecto de la Antigua Biblioteca de la Universidad de Salamanca

    Composición: Departamento de Publicaciones Fotomecánica

    PRESENTACIÓN

    Este librito es una obra de circunstancias o, mejor dicho, de dos circunstancias, ambas muy gratas para mí.

    La primera se vincula a la invitación que me formuló la Universidad Externado de Colombia para participar, en agosto de 1996, en el Congreso internacional de Derecho público, filosofía y sociología jurídicas: perspectivas para el próximo milenio. Para aquel Congreso preparé una ponencia titulada El Derecho como argumentación, y que ahora integra el primer capítulo de este trabajo. En él trato de hacer frente a un reto que me planteé cuando escribí, en 1991, un libro dedicado al análisis y la crítica de las teorías de la argumentación jurídica, desarrolladas desde los años cincuenta. La conclusión a la que allí llegué era ésta: lo que podría llamarse la teoría estándar de la argumentación jurídica (la de autores como Wróblewski, McCormick, Alexy, Peczenik o Aarnio), a pesar de sus importantes aportaciones, contiene ciertas deficiencias concernientes al objeto de estudio (cicunscrito a la argumentación de carácter normativo de los tribunales superiores), al método utilizado para analizar y evaluar los argumentos y, en consecuencia, a la función cognoscitiva, práctica y crítica que debe cumplir tal teoría. Desde esa fecha he ido elaborando diversos trabajos que se han centrado en aspectos concretos de la argumentación jurídica (la argumentación en materia de hechos, en el contexto de la legislación, en la resolución extrajudicial de conflictos, etc.), pero nunca había intentado el trabajo que aquí emprendo: elaborar un esquema general que pueda servir como guía para edificar una teoría plenamente desarrollada de la argumentación jurídica. Debo aclarar, desde luego, que lo que aquí se ofrece no constituye, en absoluto, un plano detallado de la misma, sino, en el mejor de los casos, un simple boceto que, por lo tanto, ha de ser juzgado únicamente en sus grandes líneas, y con una cierta dosis de benevolencia.

    La segunda circunstancia a que antes aludía me la brindó una nueva invitación de diversas instituciones colombianas (de una parte, la Universidad Externado de Colombia, junto con la Javeriana y el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, y de otra, el Consejo Superior de la Judicatura) para impartir, entre finales de enero y comienzos de febrero de 1997, un curso de doctorado y otro dirigido a la formación de jueces y magistrados, sobre el tema de la interpretación jurídica. Esa gratísima y dual experiencia -que además me dio ocasión de conocer la deslumbrante belleza de Cartagena de Indias- la aproveché para analizar con cierto detalle un caso resuelto por la Corte Constitucional colombiana en 1994, relativo a la constitucionalidad o no de la tipificación como delito del consumo de drogas, y que, en mi opinión, plantea no pocos problemas de interés sobresaliente para la teoría y la práctica de la argumentación jurídica. De alguna forma, podría decirse que este segundo capítulo del libro, Sobre los límites de la argumentación jurídica. El caso del autoconsumo de drogas, viene a ser algo así como la aplicación a un caso concreto de algunos planteamientos teóricos efectuados en el anterior o, mejor aún, como un estudio de la parte especial de la teoría de la argumentación jurídica, que no sólo presupone sino contribuye al desarrollo de la parte general (aunque a veces sea poniendo en cuestión elementos de esta última).

    En esas dos ocasiones en que he visitado Colombia he podido conocer a muchas personas (a algunas de las cuales creo ya poder llamar amigos o amigas) que me han parecido admirables por su inteligencia, su cultura, su amabilidad y su amor -a pesar de todo- por un país que, literalmente, se desangra: casi treinta mil muertes violentas al año para poco más de treinta millones de habitantes es una cifra que, simplemente, estremece. ¿Tiene sentido ocuparse de filosofía y teoría del Derecho en semejante contexto?

    Una respuesta fácil podría venir del interés que, ciertamente, la comunidad jurídica colombiana -quizás, la sociedad civil en general-siente por la reflexión teórica sobre el Derecho y que -cabe pensar- tiene que obedecer a alguna razón de fondo. Y otra respuesta más comprometida -digamos, la continuación de la anterior- podría ser ésta: la racionalidad jurídica está evidentemente conectada con la búsqueda, el desarrollo y la mejora de procedimientos destinados a la resolución pacífica de los conflictos sociales, de manera que la reflexión, con algún afán de articulación y profundidad, sobre esa racionalidad tiene que constituir un verdadero interés de conocimiento para quien pretenda marchar por el camino de la paz; así entendida, la sociedad jurídica, aquella en la que impera la razón jurídica, sería tan antitética con respecto a la actual sociedad colombiana (caracterizada por una violencia generalizada), que probablemente podría considerarse como un ideal para alcanzar, como una utopía, en el buen sentido del término.

    Ahora bien, ¿no es ésta -se me dirá- una concepción excesivamente ingenua a la que subyace una concepción también excesivamente idealizada del Derecho? En efecto, lo es. El Derecho no es sólo razón, o argumentación: es también burocracia y, sobre todo, violencia institucionalizada, en dosis variables, pero nunca despreciables; como decía Ihering, el Derecho sin la fuerza es como un fuego que no quema, como una luz que no alumbra. Sin embargo, y dado que no parece posible implementar un modelo pausible de organización social -en grupos humanos con cierto grado de complejidad- prescindiendo completamente de la fuerza, la conducta racional no puede consistir en otra cosa que en procurar aproximarse -por los medios teóricos y prácticos a nuestro alcance- lo más posible a la verdadera paz que, como idea regulativa, no es de este mundo -o sea, no pertenece al mundo del ser, sino al del deber ser-, pero ha de servirnos como guía para vivir en él. Y la mayor aproximación, hoy por hoy, a ese ideal, es la paz jurídica, la paz lograda a través del Derecho, pero ciertamente no a través de cualquier Derecho, sino de uno de origen democrático basado en el respeto de los derechos fundamentales de los individuos: los que derivan

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