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Una invitación al silencio y a la quietud: Viviendo la presencia transformadora de Dios
Una invitación al silencio y a la quietud: Viviendo la presencia transformadora de Dios
Una invitación al silencio y a la quietud: Viviendo la presencia transformadora de Dios
Ebook176 pages2 hours

Una invitación al silencio y a la quietud: Viviendo la presencia transformadora de Dios

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About this ebook

En Una invitación al silencio y quietud, Barton le ofrece al lector una guía espiritual para su viaje, de modo que pueda escuchar claramente el llamado de Dios, y le muestra una manera concreta de decir «sí».

Ruth Haley Barton, ganadora del premio Christianity Today 2005 por su libro, explica cómo descubrió la presencia real de Dios, ese Dios que se hace presente a través de la práctica del silencio y la quietud.

Su libro es una invitación a tener un encuentro pleno y profundo con Dios, lejos de las exigencias y el ruido de la vida cotidiana. Es un llamado a la aventura de vivir una transformación espiritual; una aventura que lo llevará a ser libre y auténtico y le permitirá llegar a ser esa persona que Dios en su designio creó.

LanguageEspañol
PublisherZondervan
Release dateOct 27, 2015
ISBN9780829756272
Una invitación al silencio y a la quietud: Viviendo la presencia transformadora de Dios
Author

Ruth Haley Barton

Ruth Haley Barton is founder of the Transforming Center and a seasoned spiritual director. She is the author of many books including Strengthening the Soul of Your Leadership, Sacred Rhythms, and Invitation to Solitude and Silence.

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    Book preview

    Una invitación al silencio y a la quietud - Ruth Haley Barton

    PRÓLOGO

    Blaise Pascal, el destacado científico, cristiano y teólogo del siglo diecisiete, señala en sus Pensees [Pensamientos] (sección 136) que «toda la infelicidad de los hombres surge de un solo hecho: no pueden permanecer en silencio en su propio cuarto». La razón de esta incapacidad, según él lo descubre, es «la natural pobreza de nuestra condición endeble y mortal, tan miserable que nada nos puede reconfortar al respecto cuando pensamos detenidamente en ella». Para no «pensar detenidamente en ella», nos inclinamos a lo que Pascal llama «diversión» para distraer la mente de nosotros mismos:

    He aquí que la gente ama tanto el ruido y el movimiento; de ahí que la prisión implica un castigo muy horrible; he aquí que el placer de la soledad es algo que nos resulta imposible de abarcar.

    Pascal también observa que nosotros tenemos «otro instinto secreto, un remanente de la grandeza de nuestra naturaleza original, que nos enseña que la felicidad en realidad consiste solo en la quietud, y no en la agitación bulliciosa». Ese instinto entra en conflicto con la tendencia a la diversión y entonces desarrollamos la confusa idea que lleva a la gente a apuntar al descanso a través de la agitación, «y a fantasear siempre con que la satisfacción que no ha logrado vendrá si, superando todas las dificultades que la confrontan, logra abrir a través de ello la puerta que conduce al descanso».

    Por supuesto constituye una falacia pensar que uno solo necesita más tiempo. A menos que encontremos una solución más profunda, esa «mayor cantidad de tiempo» se llenará del mismo modo en que el tiempo que ya tenemos. El camino a la liberación y el descanso se halla a través de tomar una decisión y encarar una práctica.

    La decisión es dejar el mundo y nuestra suerte, incluyendo la reputación y el «éxito», en las manos de Dios. No se trata de tomar la decisión de no actuar para nada, aunque en algunas situaciones puede resultar así. Es más bien una decisión que tiene que ver con cómo actuar: actuaremos en dependencia de Dios. No nos haremos cargo de los resultados. Haremos nuestra parte, por supuesto, pero esa parte estará marcada siempre por un sentido de quién es Dios, y no de quiénes somos nosotros.

    La decisión de entregarle el mundo y nuestra suerte a Dios va en sentido contrario de todo lo que tenemos adentro y de todo lo que nos rodea. Hemos sido contenidos por una sistema de conducta que ya estaba aquí antes de que nosotros llegáramos y que se cuela en cada poro de nuestro ser. Pablo nos dice que «ya existía el pecado en el mundo» aun antes de promulgarse la ley. Eso nos conforma internamente y nos presiona externamente. Por lo tanto, debemos aprender a elegir las cosas que van de acuerdo con las acciones de la gracia de Dios que nos ayudan a evadir o escaparnos del sistema. Estas cosas constituyen las disciplinas de la vida en el Espíritu, bien conocidas a través de la historia del cristianismo, pero muy evitadas e incomprendidas. Para aquellos que no entienden nuestra situación desesperada, estas disciplinas parecen extrañas o aún dañinas. Pero resultan absolutamente necesarias para aquellos que desean encontrar descanso para sus almas en Dios y no llevar la vida de distracciones que Pascal describe tan adecuadamente.

    La soledad y el silencio constituyen las disciplinas espirituales más radicales porque son las que atacan más directamente los orígenes de la miseria y el mal humanos. Quedar en soledad es elegir no hacer nada. Por largos períodos. Es renunciar a todo lo que pueda ser realizado. El silencio es necesario para completar la soledad, porque hasta que no entramos en quietud, el mundo todavía nos tiene en sus manos. Cuando entramos en la soledad y el silencio, dejamos de hacerle demandas a Dios. Nos basta con que Dios sea Dios y nosotros suyos. Descubrimos que tenemos un alma, que Dios está aquí, y que este mundo es «el mundo de nuestro Padre».

    Este conocimiento de Dios va reemplazando progresivamente a este asunto de agitación y sentido de la importancia propia que mueve a la mayoría de los seres humanos, incluyendo a los religiosos. Llega a poseernos independientemente de dónde nos hallemos. «Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él» (Colosenses 3:17). La soledad y el silencio no son un trabajo más. Realmente no son algo que podamos planear hacer. Son algo en lo que nos convertimos. Todavía necesitamos cultivar la soledad y el silencio, yéndonos solos, de tiempo en tiempo, para quedarnos en quietud. Pero los llevamos con nosotros dondequiera que vayamos.

    Dentro de un contexto contemporáneo (especialmente dentro del contexto religioso) es necesario que alguien nos hable sobre la soledad y el silencio, solo para que conozcamos su existencia. Precisamos luego que alguien nos diga que está bien introducirnos en ellos. Alguien tiene que explicarnos cómo hacerlo, qué sucederá cuando lo hagamos, y cómo continuar a partir de allí. Para Ruth Barton, ese alguien fue su guía espiritual. Ahora Ruth nos lo explica a nosotros.

    Si realmente queremos conocer el «reposo especial para el pueblo de Dios» (Hebreos 4:9), entonces tenemos que dejarle los resultados a Dios y entrar en la práctica de la soledad y el silencio con Ruth Barton como guía. Al hacerlo, roguémosle a Jesús que esté con nosotros, y confiemos en él. En su momento llegaremos a conocer el descanso para nuestras almas que él prometió a los que son mansos y humildes de corazón. Y este se convertirá en el fundamento simple e inconmovible de nuestra vida y de nuestra muerte.

    Dallas Willard

    AGRADECIMIENTOS

    En ocasiones, la fortaleza de la comunidad espiritual radica en el amor de la gente que se abstiene de caer en la trampa de intentar solucionar todas nuestras cosas, que ora por nosotros y nos permite atravesar el sufrimiento de nuestro propio desierto, de nuestros deseos, de modo que podamos arraigarnos más profundamente en Dios.

    ROSEMARY DOUGHERTY

    A pesar de que nuestro recorrido por la soledad y el silencio es solitario, emprendemos el camino junto con una comunidad más amplia integrada por aquellos que ya han estado allí antes y por los que comparten la marcha con nosotros ahora. Estos son los que nos apoyan cuando aceptamos la invitación que Dios nos hace. Son los que nos alientan a continuar. Ellos nos ponen en las manos de Dios con fidelidad y luego nos reciben de regreso a su grupo con reverencia y atención a lo que hayamos recibido de Dios en aquel lugar solitario. A estos compañeros de viaje deseo expresarles mi gratitud.

    A las comunidades del Centro de Transformación les estoy profundamente agradecida por la oportunidad de confrontarme con el desafío de guardar un espacio de silencio para Dios dentro del contexto de nuestra vida y ministerio juntos. Estoy muy conmovida por las formas en que hemos aprendido a honrar el silencio y a confiar en él como medio de abrirnos a Dios, a los demás y al don de discernimiento. Estamos viviendo algunas de las grandes paradojas de la vida espiritual: cuando elegimos pasar tiempo a solas, de alguna manera somos mejores cuando volvemos a juntarnos. Al elegir los tiempos de silencio, luego nuestras palabras cobran mayor sentido. Cuando elegimos esperar, es más lo que logramos.

    A Joe Sherman, amigo fiel, agente en el que confío y compañero de ministerio. Gracias por hacerme la valiente pregunta que invitó a que una voz más verdadera emergiera de mis escritos. Gracias por todas las veces en que requeriste que surgiera esa voz a lo largo del camino. Gracias por tu fe en mí que nunca fluctúa. En los tiempos más fundamentales de mi vida, Dios te ha usado para impartirme valor y confianza y estoy profundamente agradecida.

    A Brenda Salter-McNeil, muy amada hermana del alma. Nos hemos apoyado la una a la otra en nuestra marcha hacia la soledad y el silencio aun cuando las demandas del ministerio y el liderazgo, el hogar y la familia, y nuestras propias compulsiones internas lo hacían aparecer como algo casi imposible. Hemos reverenciado aquellas cosas que Dios nos ha dicho en la quietud y hemos sido testigos de la salvación que llega cuando esperamos en Dios y solo en Dios. Gracias sean dadas al Señor.

    A Christine Anderson. La fidelidad de tus contribuciones a mi desarrollo como escritora me ha resultado invalorable: una mezcla perfecta de amabilidad y tacto, verdad y desafío. Tu supervisión me ha impulsado a trabajar con más ahínco, en un nivel realista, y con un mayor profesionalismo que aquel al que podría haber aspirado de otro modo.

    A Bob Fryling, Cindy Bunch y Jeff Crosby de InterVarsity Press. Cada uno de ustedes ha contribuido desde su experiencia, sus muestras de confianza y su aliento en momentos y formas que han resultado muy significativos para mí. Constituye un privilegio trabajar asociada a aquellos que tienen un compromiso personal con los rigores de esta travesía espiritual.

    A Sis, la guía espiritual que en primer lugar me ayudó a verme a mí misma como un torrente de aguas de río en plena agitación, y luego me guió a las practicas que permitirían que los arremolinados sedimentos de mi alma se apaciguaran. La travesía que comenzó ese día continúa hasta este momento.

    A los amigos y seres queridos que han velado y orado por mí durante el tiempo que me llevó escribir este libro; en particular a mis padres Charles y JoAnn Haley, a mis hermanos Jonathan Taylor Haley y Bill Haley; y a mis amigas Cindra Stackhouse-Taeztsch, Sheryl Fleisher, Marilyn Stewart y Adele Calhoun.

    A Chris, Charity, Bethany y Haley. Hemos recorrido un largo camino desde aquellos días en que les explicaba mis incursiones hacia la soledad y el silencio diciéndoles: «Mamá será una mejor mamá si pasa algún tiempo a solas con Dios». Gracias por haber sido pacientes conmigo mientras luchaba por aprender a labrarme un tiempo para la quietud en el medio de la complejidad de la vida familiar. La disposición de ustedes para dejarme ir y luego regresar ha sido un regalo tremendo.

    Mi corazón entero se eleva en gratitud.

    Ruth Haley Barton

    INTRODUCCIÓN

    Llenar un libro de palabras en la pretensión de avanzar más allá de las palabraspara penetrar la soledad y el silencio parecería una tarea desalentadora; realmente produce risa cuando uno percibe la ironía. He fluctuado alternativamente entre dejarme llevar por la tarea y sentir una extraña resistencia a hacerlo.

    Por un lado, me he sentido movida a realizar esta labor porque mi tránsito hacia la soledad y el silencio ha sido el aspecto de mayor significado espiritual de toda mi vida hasta la fecha.

    Por otra parte, la soledad y el silencio representan un desafío constante para mí. Auque ya han pasado más de diez años desde que le dije que sí por primera vez a Dios ante su invitación de buscar intencionalmente entrar en estas disciplinas, todavía siento que es un desafío encontrar un lugar protegido para desarrollar esos momentos de separación que satisfacen los espacios más vacíos de mi alma. Al igual que ustedes, yo lucho contra la influencia de la cultura secular y aun las subculturas religiosas que abierta o sutilmente devalúan los tiempos no productivos en los que buscamos ser más bien que hacer. Y yo misma batallo por entregarme a mí misma al misterio que es Dios en los lugares silenciosos que están más allá de las cosas que pienso que debería conocer. Ahora sé que es lo que debe hacerse en lugar de culpar por mi lucha a las fuerzas que «andan por ahí». Estoy más consciente que nunca de que tengo mis propios demonios interiores que se dejan atraer fácilmente: los demonios del deseo de representar un papel, de ser vista como competente (¡por lo menos!), productiva, culturalmente pertinente, equilibrada. Todavía batallo contra esos demonios cuando se trata de entrar en estas importantes disciplinas.

    ¡Pero qué deleite significa continuar experimentando la invitación de Dios en medio de todos estos desafíos! Y qué gozo es notar que ese deleite se vuelve más poderoso que los demonios. Porque es algo maravilloso ser invitado. No obligado ni manipulado, sino verdaderamente invitado al hogar de alguien a quien uno ha deseado llegar a conocer, a una fiesta con gente divertida, a una cita con una persona que nos intriga. Hay algo relacionado con el recibir una invitación que trae alegría al corazón. Alguien me busca y desea tanto mi presencia que es el que da inicio al encuentro.

    La invitación a la soledad y al silencio es precisamente eso. Es una invitación a entrar más profundamente en una intimidad de relación con aquel que nos espera apenas salimos del ruido y el activismo de nuestra vida. Se trata de una invitación a comunicarnos, a tener comunión con aquel que siempre está presente, aun cuando nuestra conciencia se haya adormecido a causa de la distracción. Es una invitación a la aventura de una transformación espiritual en los lugares más profundos de nuestro ser, una aventura que redundará en una mayor libertad, autenticidad y rendición a Dios de lo que hayamos experimentado hasta aquí.

    La invitación de Dios es simpática, pero no superficial; se trata de un convite

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