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Guererro de la Redencion
Guererro de la Redencion
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Guererro de la Redencion

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Guerrero de la Redención. Una novela juvenil. Una historia de ficción de la fantasía. Mezclando realidades místicas con lo ordinario.

¿Crees en la beneficencia? ¿Puedes imaginar una bondad que tuviera que hacer actos de poder y la verdad? Hechos que resuena en el mundo en olas de intención; donde lo imposible puede intersectar la posible,

Guerrero de la Redención es la historia de Christopher Marcos acusado de traficar drogas. Encarcelado en Islas Tres Marías, una prisión de la isla 60 millas al suroeste de Mazatlán.

No lo suficientemente pronto Juanita se apagará el barco de su padre y de vuelta en la pequeña habitación de la cocina en la casa de La Currendera. El sanador enseña Juanita ", su vientre está lleno de miles de sensores. Para vivir una vida auténtica que debe unir la mente y el corazón con su vientre." Juntos Juanita y Christopher lucharán por su libertad y una vida juntos.

Guerrero de la Redención: El viaje héroes .; la búsqueda de la libertad. ¿Apostaría su vida en la beneficencia?

LanguageEspañol
Release dateJan 12, 2015
ISBN9780990906919
Guererro de la Redencion
Author

Jennifer Morse

Jennifer Morse, trained as a Marriage and Family therapist, has spent her life studying mysticism embodying practical applications to daily life. In 1996 her book Apprentice to Power was published. Today she strives to create beauty balanced within the sacred and the ordinary. Jennifer lives in the White Mountains of Arizona with husband and co author William Mortimer. William has spent a lifetime as a businessman and nationally ranked bodybuilder, studying fitness and life extension.

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    Guererro de la Redencion - Jennifer Morse

    Guerrero de la Redención

    Por Jennifer Morse y William Mortimer

    Traducción: Susana Passeron

    Nota del Traductor

    La Novela de Jennifer Morse y William Mortimer Guerrero de la Redención está escrita con frases cortas y a veces párrafos inferidos. Siempre que ha sido posible he tratado de mantener su estilo ágil y conciso. También he mantenido sin traducir los nombres de los personajes como Christopher, Joe, Bill, etc. para recrear mejor la atmósfera de la novela.

    Siempre que en el texto han aparecido nombres o frases que a mi entender no son familiares para los lectores de habla hispana, he aclarado su significado al pie de página del correspondiente capítulo.

    Finalmente vaya mi profundo agradecimiento a Bill y Jennifer por haber confiado su novela para que yo la volcara al español y a mi querido esposo Eduardo por su infinita paciencia para corregir mi traducción.

    Obviamente cualquier error en la traducción es culpa mía y solo mía.

    CONTENTS

    CAPÍTULO PRIMERO: EL KILO

    CAPÍTULO DOS: JUANITA

    CAPÍTULO TRES: ISLAS TRES MARÍAS

    CAPÍTULO CUATRO: LA LUNA

    CAPÍTULO CINCO: LA GALLINA Y LOS HUEVOS

    CAPÍTULO SEIS: LAS PUTAS

    CAPÍTULO SIETE: UNA PRIMERA CITA

    CAPÍTULO OCHO: GUERRERO DE LA REDENCIÓN

    CAPÍTULO NUEVE: LA PRIMERA Y ÚLTIMA LECCIÓN SOBRE LA REDENCIÓN

    CAPÍTULO DIEZ: LA VERGÜENZA DE DANIEL

    CAPÍTULO ONCE: DOBLE SUEÑO

    CAPÍTULO DOCE: DEL HAMBRE A LA FIESTA

    CAPÍTULO TRECE: UN REGALO DEL JEFE

    CAPÍTULO CATORCE: OLIVIA

    CAPÍTULO QUINCE: LA RECONSTRUCCIÓN

    CAPÍTULO DIECISÉIS: ADIOS AMIGO

    CAPÍTULO DIECISIETE: RECOMPENSA

    CAPÍTULO DIECIOCHO: BANDIDOS

    CAPÍTULO DIECINUEVE: LA TRAVESÍA

    EPÍLOGO

    About the Authors

    Copyright

    CAPÍTULO PRIMERO

    EL KILO

    ¿Cree usted en la beneficencia? ¿Se puede imaginar una bondad que requiera que usted cree actos de poder y verdad que resuenan por el mundo formando olas de intención, donde lo imposible se encuentra con lo posible? El Guerrero de la Redención es la historia de Christopher Marcos y su viaje a la beneficencia y más allá. Su transformación comienza entre las sombras del engaño, la traición y la violencia. Las estrellas se desvanecen y la luz bordea el horizonte. Es el amanecer del décimo octavo cumpleaños de Christopher. Para celebrar, está conduciendo su restaurado Chevy a Tijuana, México. Su destino es el taller de tapicería Tuck and Roll¹. Antes que haya terminado la tarde, su Chevy tendrá un interior renovado. Amigos y familiares se reunirán esa noche. Las velas votivas en frascos de vidrio iluminarán el camino de cada invitado hasta la puerta principal. Las luces ya están colgando de las vigas del porche trasero. La barbacoa. A Christopher se le hace agua la boca pensando en ella. Su inquietud es agobiante: Sus padres no saben lo que se trae entre manos. ¿Debería haber dejado una nota? No, decide. Si nadie conoce el recado, nadie lo podrá desanimar. Volverá antes de la fiesta. El maldito interior del Chevy será algo para celebrar. La inquietud arrojada al fondo de su mente, las manos de Christopher estrujan el volante, sus palmas estiradas siguen un ritmo. Este es su primer viaje solo al otro lado de la frontera. Necesito concentrarme. Mantenerme concentrado. Las palabras del Maestro Jojo, ¡Concéntrate! Concentrase es un recurso maestro. Nadie te pude sacar de ti mismo

    Visible a través del parabrisas, las estrellas se retiran, la luz comienza a resplandecer. La noche retrocede. Por un momento fugaz se mezclan y equilibran. Con la salida del sol, el mundo se pone de relieve. Su Chevy se inclina en la curva. Le encanta la forma en que se abraza a la carretera. Junto a su padre, él ha trabajado en este coche desde los trece años. Acelerando en la Interestatal 5, hunde la mano en el refrigerador y saca una galleta de melaza rebosante de azúcar. La galleta sabe deliciosa. Christopher cierra los ojos para apreciar mejor el sabor. Mirando hacia abajo, ve que el azúcar y las migas cubren su camisa. Sacude el blanco azúcar de su camisa azul y saborea otra galleta. La frontera internacional está libre de tránsito. Le dan vía libre por uno de los cinco carriles señalados nada que declarar. Disminuyendo la velocidad al entrar la zona turística, ve el gesto amistoso de los vendedores cuando su coche brillante pasa frente a su tiendas. Más allá, la carretera empeora. La basura desborda de los tachos. Las mujeres cuelgan ropa en sogas atadas entre casas remendadas con cartón. Miran deslumbradas a medida que pasa el coche. Los ancianos repantigados en las sillas del porche, fruncen el ceño detrás de los ojos semicerrados.

    Los niños tiran piedras y latas gritando, "vete a casa gringo²" Hundiendo el pie en el acelerador, el Chevy salta hacia adelante. Fuera de alcance de los misiles, Christopher disminuya la velocidad para evitar los baches. El Chevy resopla por la colina, disminuyendo su gruñido. Su coche es demasiado brillante para este ambiente empobrecido, Christopher se hunde profundamente en el asiento. Reponiéndose, se sienta con la espalda recta. Él no se encogerá. El estruendo del árbol de levas rectificado y el doble escape vibrando fuera del asfalto anuncia la fuerza del coche. El poder de la música del Chevy alcanza los oídos Christopher que nunca se cansa de escuchar.

    Al llegar a la meseta encuentra el almacén y el cartel: Tijuana Tuck and Roll. Ha llegado. La ansiedad y la excitación fluyen por su cuerpo compitiendo por atrapar su atención. Debería haber dejado una nota. Una vez instalado, se imagina a su padre pasando sus manos sobre el suave cuero y asintiendo con la cabeza. Se puede imaginar la sonrisa que compartirán. A la luz cruda del sol, los contenedores desbordados son centinelas que custodian las tres bahías del garaje. Las mujeres sentadas frente sus máquinas de coser pedalean y cosen. Un enjambre de hombres arranca vieja tapicería y clavan el nuevo cuero acolchado. Estaciona como le indican, en el compartimiento vacío, Christopher acaricia el capó antes de caminar hacia la puerta anunciada como Oficina. Un sudor cargado de bacterias y pegamento lo bombardea, un perfume tóxico. Se detiene detrás de dos surfistas con el cabello blanqueado por el sol que están pagando al propietario. Están pelando dinero, que desborda en las manos del hombre. El rubio alto dice: Gracias por el humo, me ayudó a pasar el rato. Cuando los surfistas se vuelven para salir, Christopher lee a través de sus enrojecidos ojos. Estos tipos se parecen a unos sucios negros vagabundos.

    Pasó demasiados años, cuando todavía estaba en la escuela, huyendo de las pandillas. Bajo la influencia de las drogas, utilizaban la violencia para intimidar, robar, y silenciar. Cualquiera que fuese el conflicto, la solución era drogas y violencia. Cuando era niño, veía a su pequeño barrio colapsar bajo la presión de los robos, las drogas y la violencia.

    En la escuela secundaria junto con amigos ‘dojo³’ formaron una patrulla. Liberaron las tiendas y las calles del barrio de drogas y violencia. Viendo a los surfistas trepándose a la camioneta negra, echa un vistazo a través de la puerta abierta de cuero azul pálido, perfecto.

    El resoplido de Christopher está cargado de sorpresa cuando, volviéndose hacia el mostrador, ve al dueño confinado en una neblina negra El hombre alza su puño y golpea en la encimera. "¡Hola gringo! ¿Tienes una cita? ¿Dinero?"

    Christopher descubre un zorrillo enrolado alrededor del cuello del hombre. Tiene el pelo negro brillante, dos rayas blancas. Las patas delanteras tienen unas uñas peligrosas, largas y arqueadas.

    Um, la boca de Christopher se seca. Se siente demasiado joven, demasiado vulnerable para decodificar la hostilidad del hombre. Sí. Tengo una cita y cableé un depósito. La cola del zorrillo se menea, Christopher huele el rocío del zorrillo. Por el rabillo del ojo, una libélula azul se dispara hacia la puerta

    Golpeando el mostrador, el rostro del propietario se oscurece, "¡Mi Dinero!" Christopher se estremece. ¿Tengo que perder mi depósito? ¿Dejarlo?

    Están solos en la oficina. Los surfistas con su tapicería azul pálido se han ido, probablemente ya están en la frontera. A pocas cuadras –sin embargo otro mundo—. Recordando la visión de cuero azul, Christopher piensa que la tapicería era impecable. Enredado en su sueño, imagina el interior de cuero blanco y negro y entrega el resto del dinero.

    El propietario sonríe, los dientes oscuros manchados por el tabaco. Dejé su ‘coche brillante. Vuelva dentro de un par de horas".

    Un vuelco en el estómago y Christopher quiere estar lejos de ese hombre y su pequeña oficina. A través de la ventana ve su coche rodeado de un enjambre de hombres que zumban alrededor de los asientos, el material volando. Sentada frente a la máquina de coser una mujer pliega cuero blanco y negro. Desaparece entre sus dedos, reapareciendo como canelones perfectos. Christopher lanza un suspiro de alivio.

    El único atractivo de la sucia oficina es una pila de revistas calientes. Levantando la mirada hacia el dueño, dice, Voy a esperar aquí hasta que mi coche esté listo. Recoge una revista que queda sin abrir. Su atención se fija en su coche. Examina la transformación del interior de su Chevy.

    Sorprendido por el dueño meneando un arrugado envoltorio de marihuana Christopher se siente aturdido. El hombre grita: "¡Oye gringo! ¿Te gustaría comprar un kilo de hierba?

    ¿Está loco? A través del plástico transparente de la habitación se ven unas protuberancias con puntas doradas. ¡Un kilo! Mirando directamente al ojo del zorrillo Christopher dice: "No, gracias, hombre. Se palpa los bolsillos vacíos. Sólo tengo dinero para la gasolina. Su rostro se enrojece, las ondas de la cola de zorrillo perfuman el aire. Volviendo a poner el kilo debajo de la mesa de trabajo el propietario grita, Tú te lo pierdes, hombre. Es algo dulce".

    Una hilillo de sudor se escurre por la espalda de Christopher. Siente la amenaza del hombre como si él fuera el ojo de buey de un blanco, una pegajosa y maloliente agresión. Christopher anhela una ducha. Si su coche no estuviera roto se treparía a él en ese mismo momento. Bajaría por la colina a través de la plaza del mercado turístico. Cruzaría la frontera y nunca más volvería a México. Ahora ha visto el verdadero rostro de la pobreza de México. Ha visto en medio de ellos su odio hacia un gringo. Nunca más volverá. Sentado en la mugrienta oficina espera que terminen el tapizado del interior del automóvil. Le duele cada músculo de su cuerpo.

    Christopher exhala un suspiro de alivio. Completada la instalación de la tapicería, se desliza detrás de la rueda del Chevy. Pasando sus manos sobre el cuero blanco y negro de los asientos palpa su suavidad. Olfatea su exquisito olor, eufórico, ve que su misión está completa. Maniobra el Chevy para bajar la colina. Conduciendo por un camino lleno de baches, sus pensamientos vuelven a su festejo. Va a estar lleno de familiares y amigos. Su padre Filipino hará lumpias⁴. En un momento de ensoñación, Christopher se imagina envolviendo el burrito de Filipino, relleno con carne de cerdo, arroz y salsa dulce. Le encanta el ritual de enrollar los ingredientes. Al comerlos, los sabores y las texturas se mezclan y la salsa dulce se derramará por las comisuras de su boca hasta la barbilla hasta que se la haya limpiado.

    Su madre judía hará jalá⁵. ¡Los amigos Dojo aparecerán para la comida! Los dueños de tiendas atendidos por Seguridad Puños de Hierro se van a detener para mirar. Sus manos golpean rítmicamente el volante. El color y la textura del interior de suave cuero, sólo se pueden describir con una palabra, impecable. La felicidad de Christopher no tiene límites. A primera vista no se da cuenta del Buick desvanecido bufando hacia arriba al lado de su Chevy. Las luces intermitentes. El conductor presiona una insignia contra la ventanilla. Señalando hacia el costado de la carretera, le indica a Christopher que se detenga.

    Apretando el volante Christopher murmura, ¿Qué querrá este……?

    El Chevy y el Buick estacionan, se acerca un policía panzón seguido por su delgado compañero. Midiendo sus opciones, tratando de ganar tiempo, Christopher le pregunta: ¿Necesita ver mi pasaporte?

    De pie justo detrás de la puerta del conductor, están los compañeros del oficial, que dicen, "Salga senior. Mantenga sus manos bien visibles".

    Christopher no puede leer los micro-indicadores del hombre, los pequeños músculos de los ojos, cubiertos por gafas de sol espejadas. Repite, ¿Necesita ver mi pasaporte?

    Antes de que pueda decir nada más, la puerta del automóvil se abre de golpe. El corpulento policía lo toma de la camisa y lo saca del coche. Christopher tropieza. El oficial da un paso al costado. El suyo es un paso bien practicado en la danza de la detención. El segundo policía le sorprende golpeándolo con su bastón por debajo de sus nalgas. Christopher mira por encima del hombro.

    En un destello de neón azul aparece la libélula. Dentro de la luz de la libélula Christopher ve el placer vicioso de un hombre que disfruta infligiendo dolor. La gravedad se las agarra con él. En el último tramo de su caída, le hunde por primera vez el rostro en el camino polvoriento. Su boca se llena de sangre. Se ha mordido el labio. ¿Qué está pasando aquí? Grita, escupiendo tierra y sangre por la boca.

    El primer policía mete el pie en la parte baja de la espalda de Christopher. "Sabemos de buena fuente que está contrabandeando drogas, senior…, blandiendo el pasaporte abierto de Christopher, Marcos".

    Christopher escucha el terrible sonido del cuero rasgándose, seguido por "Encuéntrala Jesse. Este gringo tonto la esconde en la puerta del pasajero."

    La adrenalina fluye por sus venas, potenciando sus músculos. Cuando la confusión se transforma en claridad Christopher se pone de pie de un salto. ¡Me han plantado estas drogas! ¡Están trabajando con ese zorrillo, el tipo de la tapicería!

    Los dos hombres se echan a reír. El blanco de los dientes encandila a Christopher con un vicioso placer, "Gringo estúpido, te vamos a llevar a nuestro hotel, la cárcel de Tijuana. Jesse confiscará su coche para buscar evidencias…las drogas son un delito grave en México ".

    Empujan a Christopher al asiento trasero del Buick, las esposas sujetas a una barra de metal. El asiento, está lleno de una montaña apilada de papel y latas de cerveza vacías. El coche apesta a sudor y cerveza. Al abrir la puerta del Chevy de Christopher el segundo policía dice, A María le encantará ir al cine en este coche. Le diré que ‘sin bragas. Tenemos que romper la tapicería."

    El gigantesco vientre del policía se sacude y rebota inflado por la risa. El sonido enfurece a Christopher. Aprieta los dientes con frustración antes de ladrar, "Soy un ciudadano de los Estados Unidos. Voy a llamar al consulado americano y estaré fuera de la cárcel antes que usted pueda comerse una tortilla. Ruega que esto sea verdad. ¡Y será mejor que cuides de mi coche!"

    Sin hacerle caso, los dos hombres siguen planeando su estrategia. "Tuck and Roll ha pagado sus cuotas. La hierba y un coche……Tendemos que deshacernos del gringo".

    "Lo perdemos en las Islas Tres Marías. El Jefe lo llevará sin ningún papeleo".

    Frotando su vientre el policía asiente. "Bueno. Es joven y fuerte. El Jefe usará sus músculos. Nos debe un favor. Él puede deshacerse de él".

    Christopher oye un encendedor, huele el cigarrillo, Las puertas del Chevy se cierran. Los silenciadores glasspack Cherry Bomb⁶ retumban. Christopher siente vibrar el poder en sus entrañas. El Chevy es retirado. Christopher se dobla de dolor. El policía lo mira a través del espejo retrovisor, "Gringo", piensa sonriendo.

    El Buick se adentra en el tránsito. La policía sabe que a Christopher le duele más que le secuestren el coche que el aguijón del bastón de su compañero. Su risa llena el aire con burbujas negras. Christopher se estira tratando de ver su coche. Se esfumó.

    La cárcel de Tijuana apesta de desesperanza. Empujan y meten a Christopher por un estrecho pasillo. Manos anónimas tratan de alcanzarlo a través de barras tirando de su ropa, dejando ver sucias manchas. La puerta de una celda se desliza para abrirse. Le empujan dentro. La fuerza del golpe es tan violenta que se estrella contra la pared opuesta. Frotándose el cuello les grita: Estoy agregando esto a mi lista de quejas para el Consulado de Estados Unidos.

    Su respuesta, el sonido de la puerta de la celda cerrándose con un ruido metálico. Los compañeros de celda barajan los naipes en el extremo más alejado de Christopher. Se tira al suelo sin hacer caso de la inmundicia. Imaginar la fiesta en honor de su cumpleaños, lo deprime. El patio trasero lleno de luces que cuelgan, la barbacoa lista y echando humo. Su papá riendo, una cerveza en una mano mientras gira la chisporroteante carne. Su mamá comienza a mirar el reloj preguntándose cuándo llegará. Tiene la esperanza, reza, que disfruten de una buena comida antes de preocuparse por su paradero. Mirando hacia atrás, puede ver que no contar a nadie acerca de su misión fue un error. Había estado orgulloso de hacer un viaje a través de la frontera. Queriendo demostrar su valía, cometió un error de novato. Ahora sus padres tendrán que pagar el precio de su elección.

    Tratando de no pensar en lo que podría haber en el piso y las paredes se desliza hasta el suelo. La mugre estratificada con desesperación cubre su piel y ropa. El hedor colgado de su cabeza estalla en una fuerte jaqueca. Anhela correr hacia la calle. En el crepúsculo correría interminables cuadras hasta llegar a la playa. Se arrancaría la ropa, frotándose con arena crujiente, frotándose y frotándose hasta que todos los poros quedasen limpios. Sólo entonces entraría en el agua fría, el océano, con sus propias zonas inhóspitas, peligros y libertades. No puede huir, atrapado en este calabozo maloliente imaginando a su madre y a su

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