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Personajes de la Biblia: Serie Referencias de bolsillo
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Personajes de la Biblia: Serie Referencias de bolsillo

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Conozca a las personas que menciona la Biblia, de Aarón a Zurisadai. Incluye más de mil nombres y un exclusivo sistema de índice.

LanguageEspañol
PublisherThomas Nelson
Release dateApr 9, 2014
ISBN9780718025731
Personajes de la Biblia: Serie Referencias de bolsillo

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    Personajes de la Biblia - Thomas Nelson

    SOBRE ESTE LIBRO

    Bienvenido al libro de bolsillo Personajes de la Biblia de Thomas Nelson, una obra de referencia compacta y fácil de manejar que identifica gente cuyos nombre propios aparecen en la Biblia, sin incluir los libros deuterocanónicos.

    Los nombres se ordenan alfabéticamente, tal como aparecen en la versión Reina Valera de 1960, utilizando variantes entre corchetes [ ]. Bajo cada entrada, los distintos individuos con este nombre se enumeran utilizando corchetes en negrita, como estos [ ], y así en lo adelante. Entonces, sigue una descripción del personaje con una lista de versículos bíblicos donde su nombre aparece. (A veces no se dan todas las referencias; por lo que si un lector busca un pasaje que no está citado en la sección, debe escoger el personaje más parecido al que allí aparece.)

    En ocasiones, cuando se habla de una persona, se menciona el nombre de otra. Si el nombre de esa otra persona está seguido de un (véase también), una entrada separada a ella dedicada aparece en algún lugar del libro.

    Muchas personas en las Escrituras tienen el mismo nombre. En docenas de casos no pudimos determinar si un individuo en un libro es aquel que tiene el mismo nombre en otro libro. En el mundo antiguo frecuentemente se utilizaba más de un nombre para llamar a una persona.

    En la transmisión de la Escritura los copistas cometían en ocasiones errores. De seguro que a Reuel no se le llamaba también Deuel, ni Nemuel a Jemuel, y así por el estilo. ¿Pero cuál era el nombre original? Solo contamos con indicios en unos pocos casos.

    Encontramos variantes y formas abreviadas de nombres a través de la Biblia, que probablemente no ofrecían grandes dificultades al lector antiguo, pero que nos complica aun más a nosotros el problema de su identificación.

    Las genealogías hebreas se abreviaban en muchos lugares. A veces es difícil distinguir un hombre de su ascendiente. Considere también el problema de hacer coincidir una lista abreviada con una completa. O los nombres de la lista abreviada son independientes de la más extensa o ya han sido incluidos en ella. En otras palabras, puede que encontremos la misma persona incluida en dos listas o dos personas distintas en ambas listas.

    LA PERSONA MÁS IMPORTANTE DE LA BIBLIA

    Desde la primera hasta la última página, la Biblia habla de Dios y de su relación con su creación; especialmente la humanidad. Este libro describe a Dios en la medida que la mente finita del hombre puede entender. También describe a Dios como el primer motor del universo, pero uno que tiene un propósito y un plan para cada persona individual. Se ha dicho a menudo que la Biblia es «su historia», la historia de un Dios que busca restaurar el tipo de relación amorosa con la humanidad que existió al principio, antes que la gente se volviera al pecado.

    Así mismo, la Biblia presenta a Dios utilizando tres expresiones distintas: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. La tradición cristiana durante mucho tiempo ha afirmado la naturaleza Única y a la vez Trina de Dios en la doctrina de la Trinidad. En muchos aspectos, cada una de las tres personas puede ser vista como una entidad separada, pero las tres son parte inseparable de la Deidad. Debido al lugar prominente que los miembros de la Trinidad ocupan en la Biblia, todo libro sobre las personas de la Biblia necesita empezar examinando estas tres personas divinas.

    Dios el Padre

    Antes que la primera estrella comenzara a parpadear, allí estaba Dios. Con ese hecho comienza la Biblia: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1.1).

    Cuando se apague la última estrella y la creación dé paso a un Reino celestial, Dios estará allí, con su pueblo. Ese hecho cierra la Biblia en la visión de Juan sobre el futuro: «y verán su rostro … Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22.4-5).

    Entre Génesis y el Apocalipsis hay una biblioteca sagrada escrita en más de un milenio. Contiene el relato de Dios en la historia, biografía, ley, oración, cánticos, profecía, parábolas, cartas y visiones. A través de esta historia empezamos a comprender a Dios, aunque solo en parte. Pues como pregunta Job, ¿quién puede entender «los secretos de Dios»? «¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos … más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás?» (Job 11.7-8).

    Por qué Dios se revela a la humanidad queda claro al momento en el libro de Génesis. Dios creó un mundo bueno e idílico, y colocó en él a seres humanos con los que pudiera establecer relaciones armoniosas. Estos seres humanos decidieron desobedecerlo. A causa de esto, y en formas que apenas podemos entender, el pecado contaminó la creación de Dios y cortó sus íntimas relaciones con la humanidad. Desde este momento, Dios ha venido tratando de restaurar su creación y su relación con los seres humanos.

    Dios comienza con enseñanzas a la humanidad sobre sí mismo, a través de promesas hechas y cumplidas a gente obediente, como Noé, y por medio de castigos a gente impía. Entonces, a través de Abraham, Dios produce un pueblo escogido para que recibiera sus leyes y designios especiales, y para que guiara a otros en los caminos del Señor. También envía profetas para recordarle a este pueblo escogido, los judíos, que deben obedecerle.

    Por último, Dios envía a Jesús a la tierra y el Espíritu Santo al corazón humano para seguir revelando quién es Él. La Biblia no explica cómo tres entidades distintas pueden reunirse en una. Simplemente lo afirma como un hecho; entonces informa de una amplia gama de asombrosos milagros y testimonios que lo prueban. Quién sino Dios, por ejemplo, puede silenciar una tormenta (Mr 4.39).

    De principio a fin la Biblia pinta un retrato complejo y detallado de Dios. Pero Juan, un discípulo de Jesús, es quien mejor lo describe: «Dios es amor» (1 Jn 4.8). La buena noticia para la humanidad es que este amor se nos ofrece y, cuando lo aceptamos, es nuestro para siempre.

    Jesús

    Jesús, el hijo de Dios, es una figura central en la Biblia; de principio a fin.

    Estaba con Dios cuando el mundo fue creado, dice el Evangelio de Juan. Era la esperanza que los profetas anticiparon en el Mesías; un libertador enviado por Dios para salvar a la humanidad del pecado y traer paz a la tierra. Y Él es la consumación de esa esperanza, como se reporta en el Nuevo Testamento, especialmente en los extraordinarios Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Su título, Cristo, viene de la palabra hebrea Mesías, traducida al idioma griego de aquellos días como Christos.

    La madre de Jesús fue la virgen María, comprometida con José, un carpintero de Nazaret. Cuando José supo que su prometida estaba embarazada, pensó dejarla. Pero un ángel le aseguró que el niño era de Dios.

    Por órdenes del emperador romano, la pareja viajó al pueblo natal de sus antepasados para ser contados en un censo; en el caso de María y José, Belén, lugar de nacimiento del rey David. Fue allí, en un establo de Belén, donde Jesús nació. Muchos profetas del Antiguo Testamento predijeron que el Mesías vendría de la familia de David; Miqueas añadió que el lugar de su nacimiento sería Belén (Mi 5.2).

    Mientras crecía, el niño Jesús trabajó con José. Cuando tuvo doce años de edad, Jesús viajó con su familia al templo de Jerusalén a fin de celebrar la Pascua. Allí asombró a los sabios por su discernimiento espiritual.

    La Biblia no dice nada más de Jesús hasta que este comenzó su ministerio, aproximadamente a los treinta años de edad. Este fue un ministerio que se extendió quizás solo tres años, en el corazón de un pequeño país del Medio Oriente. Pero este ministerio ha cambiado la vida y los valores de la gente a lo largo de los siglos y alrededor del mundo. Mientras Jesús curaba enfermedades, calmaba tormentas con una palabra, o enseñaba compasión, le ofrecía a la humanidad un retrato íntimo de Dios lleno de misericordia y poder.

    Ejecutado en una cruz, Jesús también le dio a la humanidad la mayor prueba, tanto de su deidad como de la vida después de la muerte, pues tres días más tarde se levantó de la tumba. Durante los siguientes cuarenta días se reunió muchas veces con sus discípulos, y los instó a llevar su mensaje a todo el mundo. Entonces ascendió a los cielos, pero no sin haber prometido antes regresar. La Biblia concluye con la mayor esperanza de los primeros cristianos: «Sí, ven Señor Jesús» (Ap 22.20).

    El Espíritu Santo

    El Espíritu Santo es una de las tres personas de lo que los primeros cristianos llamaron Trinidad: Dios el Padre, Hijo, y Espíritu Santo. La Biblia no usa la palabra «trinidad», pero presenta a las tres personas divinas como distintas y a la vez iguales a Dios. Por ejemplo, en las últimas palabras de Jesús sobre la tierra, Él le dijo a sus seguidores que hicieran discípulos en todo el mundo y que bautizaran a los conversos «en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28.19).

    El papel del Espíritu sobre la tierra a cambiado en el transcurso de la historia. Cuando el universo estaba todavía sin vida y oscuro, «el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas» (Gn 1.2), realizando el milagro de la creación. (Los escritores del Antiguo Testamento usualmente lo llaman el Espíritu de Dios, pero en ocasiones el Espíritu Santo). En tiempos del Antiguo Testamento el Espíritu infunde poder a los héroes y líderes de Israel. Cuando, por ejemplo, el profeta Samuel ungió a David como el futuro rey de Israel, «desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David» (1 S 16.13).

    En aquellos días, la obra del Espíritu estaba aparentemente limitada a ocasiones especiales y líderes únicos. Pero el profeta Joel, hablando en nombre de Dios, prometió que se aproximaba el tiempo cuando «derramaré mi espíritu sobre toda carne» (Jl 2.28). Ese momento llegó en el dramático milagro del día de Pentecostés, una celebración judía de primavera. Jesús advirtió a sus discípulos que era necesaria su partida: «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14.25). Jesús instruyó además a los discípulos para que permanecieran en Jerusalén hasta que llegara el Espíritu. Mientras los discípulos esperaban, «de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba» (Hch 2.2). El Espíritu había llegado, llenando a los discípulos de la vitalidad espiritual que les daría valor para predicar sobre Jesús y realizar milagros que probaran que su mensaje venía de Dios.

    Miles comenzaron a convertirse al cristianismo y a recibir el Espíritu Santo. «Sois templo de Dios», explicó más tarde el apóstol Pablo a los creyentes. «El Espíritu de Dios mora en vosotros» (1 Co 3.16). Los cristianos guiados por el Espíritu, añadió Pablo, se hallarán a sí mismos asumiendo los rasgos de la divinidad y rechazando los caminos del pecado. «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (Gá 5.22-23).

    A

    Aarón, hermano de Moisés y primer sumo sacerdote (Éx 4.14, 30; 7.2, 19; 17.9-12; 29; Nm 12; 17).

    Abagta, uno de los siete eunucos del rey Azuero (Est 1.10).

    Abda. [1] Padre de Adoniram, encargado del tributo bajo el reinado de Salomón (1 R 4.6). [2] Jefe levita tras el exilio (Neh 11.17). Llamado Obadías en 1 Crónicas 9.16.

    Abdeel, padre de Selemías, enviado a prender a Baruc y a Jeremías (Jer 36.26).

    Abdi. [1] Uno de los cantores designados por David (1 Cr 6.44). [2] Uno de los que se casaron con mujeres extranjeras durante el exilio (Esd 10.26). [3] Levita contemporáneo de Ezequías (2 Cr 29.12).

    Abdías. [1] Mayordomo o primer ministro del rey Acab que trató de proteger a los profetas de Jezabel (1 R 18.3-16). [2] Descendiente del rey David (1 Cr 3.21). [3] Descendiente de Zabulón (1 Cr 27.19). [4] Uno de los príncipes de Josafat comisionado para enseñar la ley (2 Cr 17.7-9). [5] Levita en tiempo del rey Josías (2 Cr 34.12). [6] Cuarto de los «profetas menores». Su mensaje estaba dirigido contra Edom (Abd 1).

    Abdiel, descendiente de la familia de Gad (1 Cr 5.15).

    Abdón. [1] Juez de Israel durante ocho años (Jue 12.13, 15). [2] Ciudad de los levitas (Jos 21—30; 1 Cr 6.74) [3] Descendiente de Benjamín que vivió en Jerusalén (1 Cr 8.23). [4] Primogénito de Jehiel mencionado en Crónicas (1 Cr 8.30; 9.36). [5] Un enviado ante Hulda a preguntar sobre el significado de la Ley (2 Cr 34.20). Llamado Acbor en 2 Reyes 22.12. Posiblemente el mismo que en [3].

    Abed-Nego, nombre dado a Azarías, uno de los tres amigos de Daniel llevado cautivo a Babilonia. Este fue echado dentro de un horno de fuego ardiendo (Dn 1.7; 2.49; 3.12-30).

    Abi, madre del rey Ezequías (2 R 18.2). Abi es una contracción de Abías («Jehová es padre»), como se la llama en 2 Crónicas 29.1. Véase Abi-albón; Abi-ezer.

    Abi-Albón, uno de los «valientes» de David (2 S 23.31). También se le llama Abiel (1 Cr 11.32).

    Abiam. Véase Abías [3].

    Abías. [Abiam]

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