Los cuentos de Elidia Wong Miranda
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Disfruta de los cuentos cortos de Elidia Wong Miranda, ícono de la literatura infantil panameña. Contiene 29 cuentos infantiles ilustrados en español.
Elidia Wong Miranda
Elidia Wong Miranda hizo estudios incluyendo los universitarios en la ciudad capital, pero también realizó estudios de Supervisión Educativa en la Universidad Estatal de Pensilvania le otorgó una Asistencia, la cual le permitió trabajar en un Programa Ensayo de matemáticas elementales por Computadoras y obtuvo allí su Maestría en Administración Educativa con una Sub-especialidad en Ciencias Políticas. En Panamá, obtuvo los Títulos de Bachiller en Comercio, profesora de Primera Enseñanza, Profesora y Licenciada en educación con Especialización en Pedagogía y Licenciada en Derecho y Ciencias Políticas. Tuvo el privilegio de ser seleccionada entre todos los maestros de la República, para ocupar el cargo de Presidenta de la primera Comisión Permanente del Escalafón del maestro y en los dos años que sirvió esta posición se dedicó a la selección, clasificación y recomendación para la promoción, nombramiento y traslado de maestros. Representó al Magisterio Panameño Unido en dos Congresos de Educadores en México. Fue enviada a Guatemala por el Ministerio de Educación, como escritora de libros de Texto para los niños de escuela primaria en Centroamérica y Panamá. Desempeñó el cargo de Sub-Secretaria general de la Universidad de Panamá. Como profesional de la educación sirvió las posiciones desde maestra con tres grados a su cargo en el interior de la República hasta las de Sub-Directora y directora de Escuela Primaria, Supervisora de Educación Primaria a nivel Nacional, Profesora de Enseñanza Media, Profesora temporal de la Universidad de Panamá y de las Extensiones de ésta en las Provincias de Chiriquí y Colón. Ha sido también en dos oportunidades Profesora en los cursos de Postgrado en el ICASE (Instituto Centroamericano de Supervisión y Administración Educativa). Como escritora ha escrito poesía para adultos pero se ha especializado en cuentos infantiles. Su primer cuento aparece en la preantología Muchachitos del Ministerio de Educación. También con la ayuda de este publicó otra obra: Los versos de Onyn. En 1977 la Editora Primer del Brasil seleccionó su cuento El Gallo Pelón en concurso donde participaron los escritores de países de América Latina y que aparece publicado en portugués en la obra Cuentos infantiles de autores Latinoamericanos para niños de todo el Mundo. Tiene grabados, además, 10 cuentos infantiles en dos discos de larga duración, en la Colección Carolina, lo que hizo acreedora en la CERLALC (UNESCO) en Colombia a una invitación al Congreso de autores en Buenos Aires. En 1981, obtuvo el Primer Premio del V Congreso de Literatura Infantil patrocinado por la Caja de Ahorros y el Diario Crítica. Ese mismo año le fue otorgada la más alta distinción como educadora, la medalla Manuel José Hurtado. Fue miembro de la Comisión de Estudios de la Educación Nacional de 1946. Miembro de la Comisión de Estudios del Proyecto presentado por la Universidad de Pensilvania para la educación en Panamá. Miembro de la Comisión de alto Nivel para el estudio de la educación de Panamá y de la Comisión Coordinadora Nacional que funciona actualmente en el Ministerio de Educación. Perteneció a la Asociación Magisterio Panameño Unido y a IBBI Internacional.
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Los cuentos de Elidia Wong Miranda - Elidia Wong Miranda
Las siete vidas del gato
Un mensaje de amor y bondad a las niñas y los niños de Panamá.
MINI-MINI VIVÍA EN UNA mansión algo alejada de la ciudad donde nada le faltaba. Su dueña era el hada Casifea para quien lo más importante era la limpieza. Ella había comprado Mini-mini en una tienda que vendía animales de pura raza, allí solo podían comprarse los gatos más hermosos y finos, los que costaban mucho dinero. Así es que Mini-mini era un gato aristocrático cuyos antecesores habían vivido siglos y siglos caminando con la cola en alto y comiendo muchos ratones. Casifea admiraba a Mini-mini porque él tenía un ojo de color azul y un ojo de color verde. Eran muy brillantes y cambiaban de color cuando les daba la luz del sol. Su piel era tan blanca y suave que parecía de seda y siempre caminaba sin hacer el menor ruido y sin bajar la cola.
También Mini-mini creía que la limpieza era muy necesaria ya que se limpiaba de pies a cabeza con su lengua rosada todo el día. Pero el hada Casifea no estaba conforme con la limpieza que se hacía Mini-mini y rezongaba diciendo: —¡Mmiu! ¡Limpieza con saliva, uuf! —y todas las mañanas hiciera frío o no, bañaba a Mini-mini con jabón perfumado y aceite de olor.
Para el pobre Mini-mini el baño diario era algo horrible. Tenía que soportar los regaños de Casifea. Cada vez maullaba y daba brincos dentro de la tina del baño. Además, el hada lo amarraba con un grueso cordel para poder cepillarlo y untarle jabón y él como todos los gatos odiaba el agua.
Un día Mini-mini se sintió tan infeliz cuando lo bañaba que protestó dando un espantoso maullido y terminó dándole un mordisco a Casifea en la mano. El hada que tenía muy mal carácter dio un grito de dolor y al soltarlo le echó una maldición.
—Irás por el mundo con tus siete vidas a cuestas pero todas las perderás; oirás mi voz cada vez que sientas tanto dolor como yo. Ahora mismo, gato perverso, acabas de golpearme la cabeza y ya has perdido una vida.
Mini-mini huyó tan rápido como si estuviera viajando en un cohete espacial. Vagó por azoteas y tejados, por calles y callejones y buscó su alimento en los latones de basura y muy pronto olvidó sus buenos modales y de gato aristocrático pasó a ser un simple gato callejero que peleaba hasta por un pedazo de pan.
Una noche cuando rondaba cerca de la pescadería, encontró a una gata gorda y retozona que se llamaba Negrita.
—Rrrr —lo llamó Negrita dulcemente.
Mini-mini le contestó restregando su cabeza y sus orejas en la piel suave y calientita de Negrita.
Ella conocía todos sus alrededores y pronto enseñó a Mini-mini como encontrar ricos bocados, como sacar los pescados de la nevera y como huir cuando llegaba el dueño de la pescadería. Pero un día cuando más felices estaban Negrita y Mini-mini arrastrando un pescado que habían encontrado en la nevera, llegó el dueño de la pescadería y le dio un golpe tan fuerte en la nariz a Mini-mini con un garrote que allí perdió su segunda vida.
Mini-mini oyó una voz lejana decir: —Ya van dos.
Sin querer creer lo que le pasaba, dejó a Negrita y huyó hasta llegar a una playa donde no había mucho que comer, pero a los pocos días encontró la manera de atrapar cangrejos y aunque ellos movieran las patas y los ojos y lo amenazaban con sus tenazas, los estrellaba contra las piedras para romperles el caparazón y sacar la rica pulpa que comía relamiéndose una y otra vez.
Mini-mini se convirtió en un experto cazador de cangrejos. Sabía hacerlos salir de sus huecos con mucha maña, pero siempre tenía tanta hambre que una vez metió la pata sin precaución en un hueco y casi no la pudo sacar porque el cangrejo que allí vivía se la apretó con sus tenazas con tanta fuerza que le arrancó dos uñas. El gato maulló desesperado y así perdió su tercera vida porque oyó la voz de Casifea amenazante decir: —Ya van tres.
Mini-mini se dirigió a un bosque cercano y después de caminar largo rato vio una casa en cuyo tejado estaba sentada una gatita de color amarillo.
—¡Qué gatita tan linda! A lo mejor podré quedarme aquí —dijo Mini-mini y subió al tejado con su cola en alto. Caminó con gran elegancia y haciendo una profunda reverencia le hablo con voz muy tierna.
—Princesa, ¿por qué estás tan sola en el tejado? ¿Puedo hacerte compañía?
—Miau miau —le contestó la gatita y eso quiere decir en lenguaje de gato Acércate más, acércate mas
.
Cuando pasaron unos días, ya Mini-mini sabía porque la gatita era tan refinada, porque se movía tan lentamente, porque miraba siempre hacia lo lejos y apenas tenía fuerzas para limpiarse la piel. La pobre tenía mucha hambre porque allí no había nada que comer. Hasta los ratones se habían marchado, y Mini-mini comprendió que ese no era lugar apropiado para vivir y tenía que buscar otro mejor. Entonces se alejaba con mucho disimulo para no despedirse de la princesa, cuando tropezó con el borde del tejado y de la manera más torpe, perdió su cuarta vida. Al caer se golpeó con el brocal del pozo y se lastimó las costillas. Enseguida oyó la voz del hada decir: —Ya van cuatro.
Mini-mini volvió al bosque y allí hizo su hogar, cazaba liebres y ratones muy gordos para alimentarse, tomaba agua del río y en las noche de luna subía a un viejo tronco para maullar su soledad.
—Miau miau.
Por las mañanas tomaba el sol acostado sobre la hierba fresca viendo a las mariposas que volaban sobre las flores. No era muy feliz porque le faltaba compañía, pero la encontró muy pronto. Una jauría de perros cazadores apareció por allí y lo persiguió durante todo un día sin importarles que sus amos los llamaran. Cansado y mal trecho, Mini-mini se subió a la copa del árbol y desde allí se mofaba de los perros cazadores y al anochecer, cansados de esperar a que bajara, regresaron a sus hogares.
Mini-mini pensó que si había subido fácilmente también podría bajarse fácilmente de la copa del árbol, pero estaba tan alto que no sabía como hacerlo. Hizo varios intentos hasta que dando volteretas en el aire cayó al suelo e inmediatamente oyó a Casifea decir: —Ya van cinco.
Muy afligido, se levantó Mini-mini no solo por el golpe que recibió sino porque sabía que le quedaba dos vidas más. Viajó durante varios días y noches pues no podía dormir de la preocupación y llegó a una granja. Allí había silos llenos de maíz que el granjero acababa de cosechar y fue recibido con gran alegría por el campesino.
—Solo tienes que asustar a los ratones para que se vayan, cuida mis cosechas y podrás vivir aquí —le dijo el campesino.
El granjero le sirvió un rico almuerzo y lo dejó fuera de la casa para que vigilara los silos, pero Mini-mini estaba tan cansado de tanto viajar y halló tan agradable el calor de la cocina que allí se acomodó junto a la estufa. Pronto comenzó a engordar, la piel se le puso suave y lustrosa, y apenas corría detrás de los ratones y no quería salir siquiera a tomar el sol.
Una tarde el granjero regresó disgustado porque los ratones se habían comido gran parte del maíz. Al entrar en la cocina, encontró a Mini-mini durmiendo junto al fuego. Tomó una escoba y empezó a darle con ella.
—¡Sal de aquí, gato haragán, fuera, fuera! —gritaba el granjero.
En ese momento llegó el platero.
—Espera, espera, este gato tiene una piel muy bonita. Si no lo quieres, te lo cambio por una bolsa de arroz, así podré curtir la piel y hacerle un par de lindas chancletas que le obsequiaré a mi hija Sonia el día de su cumpleaños —dijo el platero al ver a Mini-mini.
Así pasó Mini-mini a manos del platero quien lo llevó a su casa.
—Miren lo que traigo en