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El Cisne
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El Cisne

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About this ebook

París, 2009. Alexandre es un estudiante tímido y acomplejado; Karim un artista de difícil pasado que sueña con convertirse en un gran pintor. En abril, tras una tormenta providencial, Alexandre pierde la virginidad en brazos de Karim. Un amor loco y absoluto los va a unir. Karim lleva a cabo la educación carnal de Alexandre, lo abre al mundo y a la gente, y emprende la curación de las heridas que padece el alma del muchacho. La vida de ambos, a medida que los éxitos van encadenándose y los fantasmas del pasado encajando derrotas, se va asemejando a un cuento de hadas. Pero la vida no es ningún cuento y los fantasmas no son fáciles de quitar de en medio; peor aún, cuando regresan a la superficie no vienen solos.
« El cisne » es el primer volumen de la trilogía « Pigmaliones », que cuenta el despertar y posterior despegue de un muchacho de pasado doloroso pero inteligente y ambicioso.

LanguageEspañol
PublisherJosé Hodar
Release dateMay 15, 2012
ISBN9781476141169
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    El Cisne - José Hodar

    CAPÍTULO I

    – ¿Karim? Hola, soy Alexandre, estoy abajo. ¿Puedes abrirme, por favor?

    La cerradura de la entrada del edificio se desbloqueó. Dos minutos más tarde, llamaron a la puerta del piso. Karim abrió en seguida.

    – Menuda sorpre…¡Pero si estás chorreando! ¡Anda, pasa!

    – Gracias, había salido a correr, y me pilló la tormenta.

    – Venga, quítate la ropa y tómate una ducha. Te traigo una toalla.

    El recién llegado empezó a desnudarse. Karim se detuvo un instante para admirar el espectáculo. Su visitante era algo más bajo que él, diez o doce centímetros. Su pelo del color del fuego, cortísimo, enmarcaba un rostro poco convencional en el que resaltaban los ojazos verdes, la dentadura blanquísima y la luminosa sonrisa. El cuerpo, esbelto, de bellas proporciones, ancho de hombros, estrecho de cintura y caderas, con piernas largas y torneadas, delataba una práctica deportiva asidua y chorreaba agua y sudor mezclados. Cosa rara para un pelirrojo, lucía una piel perfectamente blanca, sin pecas. Parecía muy suave. Cuando Alexandre se dio la vuelta al quitarse la sudadera, Karim quedó deslumbrado por su espalda suavemente musculosa. A continuación se bajó el jogging y Karim contuvo la respiración: los hoyuelos debajo de la cintura resaltaban los músculos lumbares, tal y como lo imaginaba. Los glúteos, por su parte, le parecieron sencillamente sublimes, blancos, firmes, redondos e imberbes. El joven anfitrión desvió la mirada para ocultar su turbación y fue a por la toalla. Al regresar al cuarto de baño vio el lado cara de Alexandre, tan excitante como el lado cruz. La musculatura no era ni muy voluminosa ni muy definida, pero parecía sumamente dura y ese cuerpo, que veía desnudo por primera vez, le daba calenturas desde que se conocieron. Su erección empezó a dolerle. Regresó al salón e intentó recobrar la calma. Decidió que esta tarde lo intentaría: ya no podía aguantar más.

    Al cabo de cinco minutos Alexandre se reunió con él. La toallita que llevaba anudada a la cintura se le levantaba ligeramente por delante. Sonrió y fue a mirar por la ventana. La tormenta no había amainado y los relámpagos recorrían el cielo de París prematuramente oscurecido. ¡Vaya mes de abril! Se quedó mirando embelesado el panorama.

    – Me encantan las tormentas, dijo. ¡Son soberbias !

    – ¿Incluso cuando te ponen hecho una sopa?

    – Sí, contestó mientras se reía alegremente. Pero confieso que he tenido suerte al encontrarte en casa. Así me ahorraré un resfriado.

    Karim ya no escuchaba. Tenía la mirada clavada en la rabadilla de su visitante. Los ojos le centelleaban de deseo. A su vez se acercó sin ruido a la ventana. Unos cuantos pasos y se detuvo detrás de Alexandre. Un pasito más, y sus muslos rozaron los glúteos del muchacho mientras el bulto de su bragueta lo tocaba justo al inicio de la raja. Alexandre se estremeció pero no se movió. Karim se percató del leve temblor que agitaba las piernas del chico. Inclinó la cabeza hacia adelante y vio cómo la toalla se levantaba con rapidez. Tuvo una sonrisa de triunfo.

    – Ya lo creo que te gustan las tormentas, dijo. Menudo efecto te hacen. ¿O acaso soy yo?

    Alexandre no contestó, pero el temblor se le acentuó. Bajó la cabeza. Karim le cogió los hombros y le dió la vuelta. El muchacho se dejó hacer dócilmente. Su anfitrión le tomó la barbilla y le hizo levantar la cabeza.

    – Vamos a ver, ¿qué te pasa?

    – Lo…lo siento, no quería escandalizarte.

    – No te preocupes, que no lo estoy. ¿Soy yo el que te pone así?

    – Pues…sí, dijo Alexandre en voz baja.

    – ¿Desde cuándo?

    – Desde que te vi por primera vez. Y la cosa empeora por días. Lo siento.

    – No pasa nada, pequeñín. Pero nunca dejaste traslucir nada.

    – No…no sabía cómo decírtelo.

    – ¡Podías dármelo a entender de muchas maneras!

    Alexandre no dijo nada. Parecía tetanizado. Manifiestamente intentaba no salir corriendo. A Karim se le ocurrió una idea que le sacudió el cuerpo entero. De puro morbo.

    – Dime, ¿no te has acostado nunca con un chico?

    – Pues…no, nunca hice nada.

    – Ni con una chica?

    – N-no.

    – Increíble… ¿De modo que eres totalmente virgen?

    – Sí. Lo siento, murmuró Alexandre mientras bajaba de nuevo los ojos.

    Karim sonrió de oreja a oreja. La realidad superaba sus fantasías, no esperaba tener tanta suerte. Cogió de nuevo a Alexandre por la barbilla para que volviese a levantar la cabeza. Hundió la mirada en la de su joven visitante.

    – No tienes por qué avergonzarte, mi niño. Mejor para mí, que voy a tener la oportunidad de desvirgarte. Sabes, me paso los días pensando en ti, y me estás volviendo loco. Esta noche te lo voy a hacer todo. Ya lo verás, vamos a conocer el paraíso.

    Inclinó la cabeza y sus labios rozaron los de Alexandre. Éste su primer beso fue suave, muy suave. El segundo ya fue más fuerte. Y cuando llegó el tercero, Karim empezó a presionar contra los labios de Alexandre para que se abrieran.

    – Déjame hacer, pequeño, murmuró. Deja que te inicie.

    Alexandre abrió la boca, sus alientos se mezclaron y la lengua de Karim se adentró en la cavidad, primero despacio, luego de modo más y más imperioso. Alexandre la sorbió instintivamente, empezó a mamarla. El inmenso pene de Karim se encabritó y empujó contra los abdominales del chico. Karim estrechó su abrazo. Alexandre le recorrió los costados y la espalda con las manos hasta alcanzar los hombros. Mientras tanto, las manos de éste hacían lo propio en sentido contrario y acariciaban al muchacho desde la nuca hasta la cintura, con suavidad. Le hicieron estremecer con cada movimiento. Luego se apoderaron de las nalgas. Karim suspiró de placer. Eran sencillamente divinas. Las manos levantaron la toalla y las acariciaron despacio, poniendo a prueba su redondez y su firmeza. Alexandre, al notar el tacto de estas manos gimió a su vez. Él también tenía una erección de mil diablos. Se le ocurrió mezclar su lengua con la de su amigo y el beso se hizo fogoso. Karim dejó descansar la mano izquierda sobre las nalgas de su joven y neófito amante, mientras con la derecha le quitaba la toalla e iba a acariciar el miembro hinchado a estallar. Alexandre quiso imitarle, pero Karim detuvo su gesto.

    – No, no te muevas. Me encargo de todo. Esta noche te quiero pasivo.

    Sus manos reanudaron sus caricias. La derecha recorrió suavemente la verga de Alexandre, larga y gruesa pero no tanto como la suya propia, desde el glande hinchado y de un bonito rosa hasta el pesado saco escrotal. Alexandre está bien dotado, no tanto como yo, pero no tendrá que avergonzarse de sus atributos ante nadie, pensó Karim. Mientras tanto, su mano izquierda se dirigió, lenta y suavemente, hacia el surco que separaba las nalgas. Subió hasta alcanzar la cintura, acarició los hoyuelos que tanto le habían gustado y luego, con la yema de los dedos, volvió a bajar por la raja. Alexandre notó el corazón disparársele. Estas caricias le erizaban los cabellos de la nuca y el vello de los antebrazos. Cada movimiento de Karim provocaba pequeñas sacudidas eléctricas que lo hacían estremecerse.

    Gimió más alto cuando notó que un dedo se aproximaba a su orificio y arqueó instintivamente la cintura.

    – Vaya, vaya…dijo Karim. ¡Parece que te gusta! Estupendo, exploremos…

    Volvió a apoderarse de la boca de Alexandre mientras el dedo alcanzaba el lugar con el que había soñado tanto. El ano estaba cerradísimo: efectivamente, nadie, ni siquiera Alexandre, debía haberlo estimulado. El dedo acarició los bordes, fue hasta el perineo y volvió atrás. Alexandre emitió un gemido sordo. Su boca seguía sometida a la invasión de la lengua al parecer infinita de Karim. Separó las piernas. Karim aprovechó la ocasión para deslizar su mano derecha bajo los testículos y fue a acariciar la zona sensible del perineo. Alexandre se irguió sobre la punta de los pies, lo que facilitó la exploración de su intimidad. Pronto los dedos corazón de Karim se reunieron en torno al orificio y lo acariciaron. Una vez, dos veces…Dicho orificio empezó a suavizarse y un dedo emprendió una etapa más avanzada de la exploración. Alexandre se sobresaltó y contrajo sus esfínteres.

    – No, mi querido niño, susurró Karim. Relájate…déjame entrar. No te haré daño. Ábrete. Verás qué bueno.

    Alexandre obedeció. La yema del dedo corazón izquierdo reanudó su caricia circular sobre el orificio. Karim recuperó su dedo, lo llevó a la altura de la boca de Alexandre y le acarició los labios con él. Éstos se abrieron y el dedo se restregó con suma suavidad contra la lengua.

    – Chúpame el dedo, amor mío, dijo Karim, siempre murmurando. Si, así. Muy bien.

    Retiró el dedo y lo volvió a colocar sobre el ano. Notó cómo éste se ablandaba de nuevo, y esta vez empezó a empujar. La punta de la falange, al cabo de unos cuantos intentos, consiguió entrar. Se mantuvo inmóvil unos instantes, reanudó un leve movimiento circular, empujó, siempre con la mayor suavidad, reemprendió su movimiento circular, volvió a empujar. Esta invasión activaba en Alexandre unas terminaciones nerviosas cuya existencia ni siquiera sospechaba. Miró a Karim. Éste se lo estaba pasando en grande viendo el placer que despertaba. Volvió a besarlo antes de orientar su atención hacia la oreja derecha, sin interrumpir su exploración anal. En cuanto notó los movimientos de caderas de Alexandre para acompañar dicha exploración, desplazó su dedo corazón derecho hacia el orificio que poco a poco se iba abriendo. Retiró lentamente el izquierdo y ambos dedos entablaron un lento vaivén por la entrada. Uno primero, y luego el otro…El resto de la mano derecha aprovechaba para masajear los testículos con la mayor suavidad. Alexandre empezaba a desfallecer con tanta caricia. Karim decidió incrementar la presión. Su mano izquierda volvió a acariciar la espalda, alcanzó la nuca, la recorrió varias veces, tiró suavemente del pelo. El muchacho se vio obligado de este modo a echar la cabeza hacia atrás. Karim lo besó entonces con voracidad y hundió desvergonzadamente la lengua en su boca. Al mismo tiempo le separó las nalgas con el índice y el anular, exponiendo así el orificio. El dedo corazón empezó a estimular primero los bordes, luego el centro, con golpecitos secos. La deliciosa sensación que causaban esos incesantes asaltos a su intimidad hizo que Alexandre gritase de placer. Sus gritos quedaron sofocados por la lengua de Karim, que seguía registrándole la boca sin contemplaciones. Se abrazó a su nuca y se entregó totalmente a su voluntad. Karim, ya seguro de estar al mando, prosiguió con sus besos y caricias. Luego se apartó.

    – Ven, dijo. Vamos a mi cuarto.

    Lo cogió por las caderas y le hizo pasar primero. Aprovechó la ocasión para regocijarse la vista con el esplendoroso panorama que ofrecían la espalda, las nalgas y las piernas del joven virgo (virgo por poco tiempo, pensó). Una vez en el dormitorio, con pocos muebles pero provisto de una inmensa cama, Karim indicó por señas a Alexandre de que se acostase boca abajo, con la cabeza apoyada en los brazos cruzados y con las piernas separadas. Tuvo que frenarse para no tirársele encima y clavársela en el acto: la visión que tenía delante era capaz de enloquecer a un santo. La postura de los brazos hacía resaltar los músculos de la espalda; el arqueo de la cintura pronunciaba los hoyuelos a cada lado de los músculos lumbares y las piernas abiertas dejaban a plena luz el escroto y el perineo, sembrados de vello. Las nalgas también resaltaban, imberbes y hermosísimas. El orificio en sí quedaba oculto, pero la zona que lo rodeaba excitaba a Karim hasta la locura. Se inclinó y depositó un suave beso al nivel del agujero, sin apartar las nalgas cons las manos. Alexandre se sobresaltó.

    – ¡Waoouh! dijo volviendo la cabeza. ¿Qué me estás haciendo?

    – Nada, si comparamos con lo que te voy a hacer. No te muevas, deja que te admire.

    Alexandre retomó su postura, feliz de entregarse a su amante quien, por lo que podía juzgar, sabía lo que hacía – y sabía hacerlo. Karim se enderezó y empezó a desnudarse.

    – No, no te muevas, y no me mires, le dijo a su joven aprendiz de amante. Quiero que me descubras poco a poco. Esta noche soy yo quien dirige las operaciones.

    Se quitó rápidamente la ropa. Era muy alto, delgado, casi flaco, pero también guapísimo, con un cuerpo más seco y anguloso que el de Alexandre. Tenía la piel tirando levemente a morena, el pelo largo, apenas rizado, y de un negro azulado, ojos grandes, negros, boca de labios carnosos. La parte inferior de la cara quedaba oscurecida por la barba que, ocupado con su trabajo, no se había tomado el tiempo de afeitar en los últimos días. Las manos, grandes y poderosas, eran capaces de las tareas más hábiles y delicadas así como de dar puñetazos devastadores. No tenía unos músculos suavemente abombados como los del muchacho, sino secos y alargados. Los abdominales los tenía muy aparentes. Una fina línea de vello negro subrayaba la parte inferior de sus pechos, planos y anchos, y otra le bajaba hasta el ombligo, proseguía por el vientre, se confundía con la densa selva que cubría el pubis y se prolongaba con el vello de muslos y piernas. Su miembro se erguía, inmenso, tieso y curvado hacia arriba, más moreno que el resto de su cuerpo, y dominaba unos testículos grandes y pesados, pero hundidos bajo la raíz de la verga por la excitación. No albergaba ninguna duda en cuanto a su papel en el dúo que se entablaba esta noche. Haría falta proceder a una larga y minuciosa preparación, teniendo en cuenta el tamaño de su instrumento y la virginidad de su pareja. Se le hizo la boca agua al pensar en las delicias que se anunciaban. Sin que su visitante se percatase de ello puso en marcha las numerosas y discretas mini-cámaras repartidas por todo el dormitorio. Había que filmar este desvirgue.

    Ya listo, se acercó a la cama y y acarició suavemente les plantas de los pies de Alexandre. Éste, sorprendido y presa de las cosquillas, se sobresaltó y soltó una risita. Karim sonrió a su vez. Luego una oleada de deseo recorrió su cuerpo y necesitó apelar a toda su fuerza de voluntad para no dejarse ir. Guardó los pies de Alexandre en sus manos durante un momento mientras le comía el cuerpo con los ojos. Por fin, le soltó los pies y sus manos ascendieron lentamente: los talones, los tobillos, las piernas; se entretuvo un rato con las pantorrillas y la articulación de las rodillas. Sus labios seguían, con un pequeño retraso, los movimientos de sus manos. Los suspiros de Alexandre se convirtieron paulatinamente en leves gemidos a medida que las manos ascendían por sus muslos. Karim se entretuvo con ellos largo tiempo, con las manos y la boca: dedicó especial atención a la cara interna de éstos, cuya extraordinaria sensibilidad descubrió. Acarició con sus manos, sus labios, su lengua, su pelo. Siguió con su exploración: la parte alta de los muslos, el trasero…Apeló a su voluntad para dejar de lado esta zona: primero tenía que ocuparse de otras prioridades. Ya regresaría. También se obligó a no intentar separarle las nalgas para ver lo que ocultaban y siguió subiendo: le hizo juntar las piernas y se sentó a horcajadas en sus muslos. Luego las caricias y los besos recorrieron la cintura, la columna vertebral, los hombros y la nuca. Toda la cara trasera de su compañero estaba plagada de puntos sensibles. ¿Cómo sería la delantera? Ya lo vería, no había prisa.

    Se tumbó encima de Alexandre y le fue besando el cuello y las orejas. Le separó las piernas con las suyas. Alexandre notó de nuevo, y más que antes, el sexo de su compañero sobre sus nalgas y riñones. Karim entabló un lento vaivén, acariciando así la raja de su joven amante, que sin darse cuenta levantó las caderas para ir al encuentro de la caricia. Karim reanudó sus susurros en los oídos de Alexandre.

    – Te gusta, ¿verdad? Luego la vas a notar más, mucho más, ya lo verás. Te voy a abrir, dilatar y martillear. Esta noche no vas a dormir, y vas a estallar de felicidad. Seré tu primer macho, y vendrás a por más. Te lo prometo.

    Inclinó la cabeza para besarlo. Sus brazos lo rodearon y sus manos le acariciaron el pecho y el abdomen. Alexandre ya no dejaba de gemir: parecía totalmente ido. Karim decidió comenzar una nueva etapa de caricias por el lado trasero de su amante. Lo hizo arrodillarse, con las piernas separadas. Lo abrazó por detrás. Le pellizcó levemente los pezones. Alexandre se sobresaltó y se empuñó la verga. Karim lo detuvo enseguida.

    – No, mi niño, no debes tocarte. Esta noche todo tu placer me lo deberás a mí. No quiero que te lo proporciones tú. No, no digas nada, que esta noche soy yo quien debe hablar y hacerte el amor.

    Alexandre asintió con una sonrisa. Karim lo besó y reanudó sus caricias en los pezones mientras le cubría con besos y con suaves lametones los hombros, los costados y la columna vertebral. Cuando alcanzó la cintura decidió que había llegado el momento de admirar lo que todavía no había visto: empujó a Alexandre mientras le sujetaba las caderas. Cuando lo tuvo a gatas, le presionó la cintura para que la arquease y se concedió un momento de contemplación. La espalda formaba una bonita V hasta la cintura; luego las nalgas desplegaban su esplendor, totalmente blancas y firmes. Incitaban a las caricias, a los suaves azotes, a los mordiscos. En medio, la raja, primero línea y luego zona ligeramente más oscura en medio de tanto blanco, desembocaba en una especie de estrellita formada por minúsculos frunces rosados y rodeada de una franja de finos pelos que asemejaban hebritas de cobre brillante. Captaban la luz y conducían irresistiblemente la mirada hacia la zona que delimitaban. Los pequeñísimos pliegues de piel se unían en una minúscula línea vertical y oscura, en el centro de la estrella. Debajo de esta última, el perineo desplegaba su curvatura, interrumpida por el escroto ligeramente más claro que el ano. Pelillos de fuego rizados iluminaban los costados del perineo y el escroto.

    – Eres magnífico, dijo Karim mientras acariciaba la raja con un pulgar.

    El dedo acabó su caricia en el centro de la estrellita que se estremeció. Alexandre volvió a gemir. Karim interrumpió el contacto y observó, satisfecho, el movimiento de las nalgas buscándole. Depositó nuevos besos en la cintura del chico y se puso de pie.

    – Ven, ponte en el filo de la cama y sigue a gatas, dijo.

    Alexandre obedeció y Karim se arrodilló sobre la moqueta. Ahora no tenía más que inclinarse un poco para rozar con el rostro el culo del muchacho. Empezó a darle besitos en las nalgas y en lo alto de la raja; con cierto placer perverso, no se ocupó de la región central. Alexandre no tardó en mover las caderas, sin dejar sus gemidos, para buscar el contacto con sus labios. Al cabo de un rato, Karim le hizo caso y se acercó. Más cerca, más...Depositó un besito sobre el ojete, luego otro, paseó la punta de la lengua sobre las arruguitas de esta arandela con la que tanto había fantaseado. De pronto, dio un lengüetazo de arriba abajo, y otro en sentido contrario. Alexandre lanzó un gritito ronco.

    – ¿Qué te pasa, mi niño? preguntó Karim. ¿Algo no te gusta?

    – ¡Qué va!...¡Al contrario!

    – ¿Es lo que te estoy haciendo lo que te pone así?

    – Es…es increíble. ¡Nunca pensé que podía ser así de bueno!

    La frase acabó con un gemido. Karim, a tope, acababa de hundirle la punta de la lengua. Le apartó las nalgas con las manos para poder ir más lejos. Luego empezó a girarla en pequeños círculos. Su víctima se arqueó aún más y echó el cuerpo hacia atrás para facilitar la deliciosa penetración. Nunca imaginó que pudiera existir semejante sensación. Diminutos misiles eléctricos arrancaban de su trasero y le recorrían la columna vertebral, haciéndola estremecer, para acabar estallándole en el cerebro. Volvió a intentar agarrarse el pene pero Karim se lo impidió.

    – He dicho que no te toques. Esta noche quiero que sólo disfrutes con el culo. Y este placer te lo proporcionaré yo.

    Alexandre quiso protestar. Karim, ni corto ni perezoso, sacó algo de la mesita de noche. Antes de que su pareja se percatase de lo que estaba ocurriendo, se apoderó de sus manos y las esposó. Alexandre quedó con la cabeza sobre el colchón. Ante esta postura prosternada, Karim estuvo a punto de volverse loco de lujuria. Movilizando todo su autodominio consiguió reprimir el inminente orgasmo. Cerró los ojos, inspiró y expiró a fondo varias veces, y recuperó algo de calma. Cuando pensó que podía mirar a Alexandre sin correrse, se arrodilló de nuevo en la moqueta. Esta vez su lengua se dirigió hacia el escroto, que tanteó con delicadeza. Alexandre se sobresaltó de nuevo y emitió algo parecido a un estertor. Karim recorrió los testículos con la lengua y bajó a lo largo de la verga. No consiguió, de lo rígida que la tenía, alcanzar el glande y tuvo que limitarse a acariciarlo con los dedos. Masajeó después el asta con la mano mientras cogía un testículo, luego otro, en la boca. Sus caricias se hicieron más complejas: su mano libre se paseó a lo largo de la raja, y el pulgar se puso a presionar suavemente contra el orificio. Al cabo de unos momentos volvió a cambiar: su lengua subió trazando arabescos a lo largo del perineo. Para terminar volvió a ocuparse del dulce ano: llevaba una semana sin afeitarse y la barba y el bigote ya no pinchaban. Podía utilizarlos en sus caricias íntimas sin miedo a hacer daño. Rozó esa piel tan delicada con los labios y el bigote. La respiración de Alexandre se desbocó y sus gemidos empezaron a convertirse en una letanía de , más y otras palabras medio articuladas.

    A lo largo de muchos y larguísimos minutos Karim se entregó a un festival de virtuosismo: barría la raja a lengüetazos ; la lengua llevaba a cabo auténticos ballets en torno al orificio ; éste se veía besado suave o ruidosamente ; la barbilla acariciaba o pinchaba con cuidado la piel delicada del ano, antes de que la lengua lo penetrara ; lo rodeaba con sus labios y aspiraba, mientras sacaba la lengua para volver a penetrar enérgicamente; tiraba de los pelos, uno por uno, sin brutalidad ; al soltarlos, el leve pinchazo despertaba nuevas sensaciones en su joven amante ; de vez en cuando se echaba hacia atrás y soplaba despacio sobre la raja y el ojete. Alexandre gritaba de placer cuando el aire fresco llegaba al lugar más sensible de su anatomía. Mientras tanto, las manos acariciaban sin parar las nalgas, el escroto, el miembro. Karim se dominaba cada vez menos; ya sólo emitía gruñidos sordos. En cuanto a Alexandre, notaba crecerle una zona de calor dentro del cuerpo. Nacía en su ano y se adentraba poco a poco en sus entrañas; creaba en las profundidades una sensación de falta, la necesidad de notar algo que lo llenase. El hecho de no poder recurrir a sus manos lo hacía más receptivo aún a las caricias de Karim.

    Éste se enderezó: la respiración se le cortaba y el sudor le chorreaba. Se secó la cara y miró a Alexandre. El sudor dibujaba riachuelos a lo largo de la espalda del chico y empapaba la sábana. Jadeaba, temblaba y gemía todavía. Karim lo ayudó a enderezarse y se miraron largo rato din decir palabra. Cuando su respiración volvió a cierta normalidad sus labios se unieron y sus lenguas entablaron un nuevo baile. Karim agarró las nalgas de Alexandre con sus dos manos, las magreó y dejó que sus dedos se unieran en torno al orificio. El muchacho suspiró. Karim le susurró:

    – Necesitas un macho, ¿verdad, niño mío? Notas un inmenso vacío ahí dentro, por donde estoy pasando la punta de los dedos. Sí, lo estoy notando, estás falto de hombre, y no lo sabías. Pero yo sí lo sé. Te voy a dar lo que tanto necesitabas. Tu culo me ha hecho perder la cabeza. Quiero volver a comértelo, agrandártelo con los dedos, hundirte la polla hasta los huevos, follarte durante horas y escuchar tus gritos de gozo a cada embestida. Quiero oír cómo me suplicas que no pare, que te dé más fuerte. Te voy a machacar más allá de tus sueños. Te voy a dar por el culo toda la noche. Ya no podrás pasar sin mi polla.

    Alexandre no respiraba. Cada palabra que oía lo calentaba más y el contacto de los dedos de Karim le incendiaba el trasero. Quiso hablar pero no consiguió articular una sola palabra. Su turbación no pasó desapercibida. Karim siguió hablando.

    – Intentas decirme lo que quieres, ¿verdad? No te preocupes, que lo averiguaré. Y luego las palabras vendrán solas, ya lo verás.

    Alexandre lo miró. Sus ojos, cuyas las pupilas se habían dilatado, centelleaban. Juntó su boca con la de Karim y le dio un beso lleno de gula, lengua afuera. Karim la recibió con alegría, le dejó la iniciativa unos instantes y lo apartó suavemente. Le hizo cerrar los ojos. Volvió a su mesita de noche y sacó una venda, preservativos y lubricante. Volvió detrás de Alexandre. Lo besó en el cuello. Luego, rápidamente, le puso la venda en los ojos y la anudó. Alexandre se sobresaltó.

    – Oye, ¿qué haces ?

    – Algo que soñaba hacer contigo. No tengas miedo, estoy seguro de que te va a encantar. Luego te quitaré las esposas, si prometes que no volverás a tocarte.

    – Lo prometo.

    – Gracias, ángel mío. Ahora ponte ahí, en el centro de la cama. Espera, que te ayudo.

    Le hizo girarse para que pudiera verse en el espejo el armario cuando llegara el momento, le quitó las esposas y lo puso a gatas en el filo del colchón. Lo besó otra vez y lo inclinó hacia adelante. Se volvió hacia las nalgas, se arrodilló y se inclinó a su vez, aplastando el torso contra la espalda de Alexandre, lo que obligó a éste a descansar la cabeza y el pecho en el colchón. Con las piernas abiertas, la espalda arqueada y las nalgas al aire, quedaba totalmente a la merced de las ansias de su amante. Que por cierto no perdió ni un segundo: su lengua reanudó el frenético y delicioso trabajo de apertura del orificio del muchacho, cuyos gemidos de placer se hicieron más agudos y ruidosos. Largos minutos transcurrieron, ritmados por los ruidos de la lengua de Karim, los gemidos y gruñidos de ambos. Por fin Karim se levantó.

    – Es demasiado, no puedo más, necesito follarte. Quieres, ¿verdad?

    – Sí, ¡oh, sí!

    – Un momentín, que te preparo.

    Karim se puso crema en los dedos. Masajeó el contorno del orificio con un pulgar que hundió lentamente, empujando sin parar. Entabló un suave vaivén y notó cómo poco a poco la pared anal se iba relajando. Alexandre gritaba mientras intentaba tragarse más el dedo. Karim combinó el vaivén con un movimiento rotatorio. Alexandre rozó el frenesí. Karim acabó retirando el dedo: no quería que se corriera tan pronto. El joven virgo hacía gala de un encomiable aguante, pero quedaba todavía mucho. Debía ser desflorado.

    Cogió un preservativo ultrafino con el que se cubrió el sexo, luego se echó lubricante. De pie, apuntó con el glande al palpitante orificio. Restregó son suavidad, empujó, levemente. Incrementó la presión. El culo empezó a abrirse. La punta del glande desapareció. Karim detuvo el empuje y emprendió un suavísimo movimiento circular mientras sujetaba a Alexandre por las caderas. Volvió a empujar. El glande se hundió otro poco, luego el chico tensó el cuerpo: el culo no se le abría lo bastante rápido. Karim se puso de rodillas en el filo de la cama, se inclinó hacia adelante y empezó a besarle los hombros y la nuca.

    – Relájate, niño mío, murmuró. Respira lento y a fondo. No te resistas, que todo irá bien, ya lo verás. Abre el culito, amor mío. Dámelo.

    Sus caricias y palabras alcanzaron su objetivo: el conducto anal perdió poco a poco su rigidez y el miembro reanudó la conquista. Alexandre arqueó nuevamente la cintura para acogerlo mejor. Pronto dejó de sentir dolor: notaba una presión enorme sobre sus esfínteres, un cuerpo inmenso penetrarlo, pero con un movimiento lo bastante lento como para darle tiempo a acostumbrarse a esta amorosa invasión de su intimidad, que ya no causaba esas punzadas de dolor que lo habían asustado en un principio.

    Karim vio su glande desaparecer por completo. Se detuvo un poco, volvió a empujar, alternó empujes y movimientos circulares. Alexandre no era el primer chico que desvirgaba pero nunca se había encontrado con un conducto tan apretado. Y la enormidad de su instrumento no facilitaba las cosas. Pero el masaje que este culo iba a proporcionar a su rabo prometía ser épico. Valía la pena tomarse su tiempo.

    El miembro siguió con su lento avance. Alexandre intentaba controlar su respiración, sin demasiado éxito, y no apretar los esfínteres. La estaca que lo invadía parecía no tener fin, notaba su trasero calentarse al rojo vivo. El movimiento cesó cuando la parte más gruesa del pene llegó a la entrada. Karim añadió crema por cuarta vez. Alexandre preguntó con vocecita vacilante:

    – ¿Has llegado al final?

    – No, chiquitín, todavía no he llegado a la mitad.

    – ¿A la mitad? ¡Pero si no voy a poder tomarla toda!

    – ¿Por qué? ¿No te gusta?

    – ¡Oh, sí! Pero…

    – No temas, ángel mío, que lo vas a conseguir, ya verás. Veo estos leves meneos que haces para tragarte mejor mi polla. Te la vas a meter en el culo hasta la raíz.

    Al terminar Karim de pronunciar estas palabras, el culo pareció abrirse más y el miembro aceleró su progresión. Ahora el glande llegaba a zonas sumamente delicadas en las entrañas del chico y un movimiento incontrolado podía hacerle muchísimo daño. Karim fue con más cuidado que nunca. Afortunadamente, él no era virgen, sabía utilizar su instrumento. Unos cuantos empujones y algo de lubricante más tarde vió llegar el final de la penetración. Estuvo a punto de aullar de placer cuando – ¡por fin! – su vello púbico cosquilleó el culo de su amante. Se mantuvo inmóvil mientras observaba los temblores del cuerpo que atravesaba con su lanza y volvió a inclinarse para susurrar al oído de Alexandre, entre dos sesiones de besitos en la nuca y el cuello:

    – Ya está, amor mío, te lo dije, ya tienes toda mi polla en el culo. ¡Ya no eres virgen! No, no te muevas, quédate así, yo me moveré. ¿Estás bien?

    – ¡Sí, pero no voy a poder sentarme por lo menos en una semana!

    – No te preocupes, te voy a follar bien, no te dolerá. No tengas miedo.

    Karim siguió con su suave monólogo: sus palabras y la inmovilidad que le había impuesto a su sexo tranquilizaban al muchacho. Cuando juzgó que habia llegado el momento, secó tiernamente el sudor que bañaba el rostro de Alexandre, le pasó la lengua por las orejas y el cuello y se enderezó; sin volver a empujar movió levemente les caderas en círculo, luego de arriba abajo, luego de izquierda a derecha. Alexandre se puso a jadear: esos movimientos, casi imperceptibles a nivel de las caderas de Karim, lo eran mucho menos al del glande, y tocaban una multitud de puntos sensibles en lugares de su intimidad cuya existencia ni sospechaba. Aulló cuando una pequeña embestida de su amante estimuló nuevos sitios, lo que le hizo ver estrellas: apretó convulsivamente las nalgas y las echó hacia atrás.

    – ¿Qué tal? ¿Te gusta?

    – Es increíble, ¡como si estuvieras en todas partes al mismo tiempo!

    – Estoy en todas partes al mismo tiempo. ¿Me notas bien?

    – ¡Sí! ¡Sí!

    Karim le acarició la nuca y le quitó la venda. Alexandre levantó la cabeza y se vio en el espejo. Tenía el cuerpo bañado en sudor; su enculador, tan sudoroso como él mismo, le sujetaba las caderas firmemente y lo miraba, sonriente. Le devolvió la sonrisa, no sin cierta dificultad, ya que aún no se había acostumbrado a la monumental lanza que acababa de apoderarse de su trasero. Tampoco se daba plena cuenta de lo excitante que era la imagen reflejada en el espejo. Karim le preguntó:

    – ¿Qué es lo que quieres, mi pequeñín?

    – Quiero…quiero guardarte dentro de mí.

    – ¿Te gusta esta polla tan grande que tengo, verdad, monín?…Vamos, quiero oírte, ¿qué quieres que te haga? ¡Dímelo!

    – Tengo ganas de que…de que me tomes.

    – No está mal, pero quiero oír otras cosas, palabras más crudas. Venga, suéltate.

    – Pues…tengo ganas de que me folles a fondo.

    – Ya está mejor; vé más lejos.

    – Quiero sentir cómo tu rabo me agranda el culo y me lo destroza.

    – Bien, bien…pero puedes decirlo mejor. ¿Qué más?…No tengas miedo, mi niño, adelante. ¡No me voy a escandalizar, al contrario!

    – ¡Lléname! ¡Cañonéame!

    – Quiero que me supliques que te dé por el culo toda la noche. ¡Adelante, amor mío!

    – ¡Oh, por favor, dame por el culo! ¡Toda la noche! ¡No te pares!

    Karim retrocedió unos cuantos centímetros, y se hundió de nuevo. Un corto descanso más tarde, repitió la jugada. La amplitud de sus embestidas, siempre lentas, fue creciendo paulatinamente. A su vez, la velocidad y profundidad de los empujes aumentaron. Alexandre no tardó en rozar la histeria: ya no estaba al rojo vivo, sino al blanco. El suave calor que la lengua y los dedos de Karim habían extendido por sus entrañas se convertía en un fuego que lo consumía entero. Por su parte, Karim perdía pie: el placer que sentía al observar el de Alexandre se igualaba con las sensaciones que le proporcionaba este culo: seguía apretadísimo pero se iba ablandando y las embestidas resultaban más fáciles y profundas. Su miembro, cada vez que se retiraba, arrastraba durante dos o tres milímetros la delgada piel del borde del orificio; a cada embestida, esta piel volvía a desaparecer. La visión de estos diminutos movimientos lo calentaba hasta más no poder.

    El recato que Alexandre todavía conservaba se desvanecía rápidamente: sus gemidos, sus , sus más se sucedían, entrecortados por estertores primero agudos y luego más y más roncos. Le pareció que iba a perder el sentido cuando el vientre de su amante empezó a golpearle las nalgas con un ruido seco. Se olvidó de su promesa, se agarró el sexo y empezó a meneárselo frenéticamente. Karim se detuvo inmediatamente y se apoderó de su mano, no sin dificultades.

    – Te he dicho que no te toques. Olvídate de que tienes polla, sólo quiero que disfrutes con el culo. ¿Quieres acabar ya?

    – No, pero ¡no puedo más!

    – Vale, seguiré más despacio, sólo unos instantes. No quiero que te corras tan rápido. Quiero follarte a fondo, seco, duro y durante mucho tiempo.

    Karim besó a Alexandre en los hombros y reanudó su vaivén. El cuarto volvió a llenarse con los ruidos de la follada, las palabras de Karim y los gemidos de ambos. Luego Karim dejó de hablar: las embestidas se aceleraban y necesitaba concentrarse al máximo para no explotar de inmediato. El culo que estaba machacando era una pura maravilla: la excitación y su propio buen hacer no se habían limitado a ablandarlo. Se volvía jugoso por dentro, y le aprisionaba el pene de un modo cada vez más placentero. Además la extrema delgadez del preservativo le permitía notar el menor estremecimiento, la menor contracción de este culo, lo que lo conducía hacia el éxtasis. Frenó brevemente sus asaltos y aprovechó para acariciar, con la punta de los dedos, la raja, desde el inicio hasta el delgado anillo de piel que su miembro tensaba. Alexandre gritó de placer. Karim siguió con su caricia.

    – ¿Te estoy dando bien, mi amado gatito?

    – ¡Oh sí ! ¡Sigue!

    – Esta preciosa arandela se ha vuelto tremendamente sensible. ¿No lo notas?

    – ¡Sí! ¡Sí!

    Karim se apoderó de las nalgas y las apartó. Al mismo tiempo hundió violentamente el miembro. Alexandre aulló. Karim se retiró – unas cuantas pulgadas – y continuó con ínfimos movimientos de vaivén. Sin previo aviso, volvió a embestir. Nuevo aullido. El juego continuó, una vez, y otra, y otra…desatando nuevos aullidos de placer. Karim cambió de estilo. Ataques poderosos, rápidos, profundos, seguidos por retiradas casi completas. Un auténtico martilleo. Alexandre ya no sabía quién era, ni dónde estaba. Su ser se limitaba a un culo que palpitaba, y su universo a esa tranca que ahora lo machacaba sin piedad. Karim intuyó que su joven amante no aguantaría por mucho tiempo el tratamiento que le infligía. También él estaba a punto. Secó el sudor que amenazaba con colársele en los ojos y preparó un último juego antes del gran final. Se retiró por completo y miró. El agujero que había dejado al salir se cerró. Alexandre levantó la cabeza, intrigado. Karim no se movió y se quedó con la mirada clavada el el culo que acababa de abandonar. El chico se agitó, nervioso, y empujó las nalgas hacia atrás, en busca del pene de su amigo. Éste retrocedió ligeramente y preguntó:

    – ¿No te encuentras bien, amor mío? ¿Te falta algo?

    – ¿Por qué te has salido?

    – ¿Yo? Si estoy aquí, mi angelito. No he salido.

    – ¡Sí, te has salido de mi culo!

    – ¡Vaya, era eso! Sólo quería ver si me echabas de menos. ¿Sigues queriendo mi pollón?

    – ¡Sí, sí!

    – ¿De verdad?

    – ¡De verdad!

    – ¿Ya?

    – ¡Ya!

    – Tus deseos son órdenes. ¡Allá voy!

    El pene volvió a su sitio dentro del caliente culo de Alexandre. Éste gritó de placer, y luego de despecho, porque el aguijón que tanto bien le hacía se fue enseguida, dejándole una desagradable sensación de vacío. No tuvo tiempo de protestar: el rabo de Karim volvió y de golpe entró entero. Karim, hundido hasta el vello, dio embestidas breves, secas y rápidas que hicieron de nuevo gritar a Alexandre de puro gozo. Volvió el vacío. Y el juego continuó. Una vez… Dos veces… Tres veces… Cuatro veces…Cinco veces… Los gritos de Alexandre respondían a los jadeos de su compañero. El muchacho contraía convulsivamente los esfínteres cada vez que Karim empezaba la retirada, y los relajaba cuando volvía la invasión. Al cabo de un rato, Karim puso punto final a este último juego y preguntó, ronco de lujuria:

    – ¿Quieres más?

    – ¡Oh sí, oh sí!

    – ¿Más fuerte?

    – ¡Sí, con todas tus fuerzas!

    – ¿A fondo?

    – ¡A fondo!

    – ¿Me das este culito que tienes, que te lo llene como es debido?

    – ¡Adelante, adelante!

    Alexandre no tuvo tiempo de decir las palabras que le quemaban la boca: las embestidas de Karim ganaron velocidad y fuerza, cortándole el aliento. El placer que nacía en su trasero llegó a cumbres nunca alcanzadas antes, y supo que no tardaría en tomar el camino del orgasmo. Karim se dio cuenta y sus asaltos se hicieron rabiosos, produciendo un ruido de martilleo frenético cuando su vientre golpeaba las nalgas de su amante. Ahora notaba circular chorros de lava en sus adentros y a lo largo de su verga. Sabía que estaba a punto de correrse y quería que Alexandre lo hiciera primero.

    – ¿Te doy lo bastante fuerte? ¿Quieres más?

    – ¡Como sigas así me voy a correr!

    – ¿Quieres que haga que te corras?

    – ¡Sí, venga!

    Unos asaltos más, y Alexandre notó que se iba. Aulló con toda su alma y el orgasmo barrió su ser. Apretó el culo convulsivamente en torno a la lanza que lo atravesaba. Después se derrumbó, presa de espasmos. Karim lo mantuvo por las caderas y continuó con su golpeteo. Los chorros de lava se unieron en un único río de fuego y le pareció que su sexo estallaba, mientras su cuerpo se convertía en puro gozo. Sus piernas dejaron de sostenerle y se desplomó encima de Alexandre, con el miembro firmemente hundido en su trasero. El orgasmo fue tan fuerte que creyó que no lograría sobrevivir. Un chorro. Dos. Tres. Cuatro. Le pareció que eyaculaba litros de semen. Siguió con embestidas cada vez más suaves y abrazó al chico. Mientras recuperaba el aliento le besó repetidas veces, con suavidad, los hombros. La piel de Alexandre exhalaba un olor ligero y embriagador, que no lograba analizar. Al cabo de unos instantes se retiró lentamente y se quitó el preservativo. Efectivamente estaba lleno de semen. Lo dejó encima de la mesita de noche y regresó con su compañero. Lo tumbó boca arriba y se acostó sobre él.

    – ¿Qué tal estás, mi amor? dijo con voz todavía jadeante.

    – Estoy destrozado, contestó Alexandre con sonrisa radiante. ¿Y tú?

    – Aniquilado.

    La sonrisa de Karim respondió a la de Alexandre. Le cubrió los labios con tiernos besos,

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