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La iluminada
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Ebook437 pages6 hours

La iluminada

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About this ebook

¿Y si son ciertas las leyendas? Jason Masters dudaba de los mitos que hablaban de unos seres humanos que eran llevados a través de un portal a otra esfera, donde eran esclavizados por unos dragones. Pero cuando recibió un enigmático mensaje de su hermano perdido, comprendió que era necesario que descubriera la verdad y hallara el portal antes que fuera demasiado tarde. Al mismo tiempo, Koren, esclava junto con los demás humanos que se hallan en la esfera de los dragones, descubre que posee un don que lo mismo podría salvar, que ayudar a destruir a los suyos. Mientras Jason y Koren se esfuerzan por rescatar a los seres humanos esclavizados, una profecía mística acerca de un huevo negro habría podido hacer inútiles todos sus esfuerzos. En La Iluminada, el exitoso escritor Bryan Davis entreteje de una manera maestra la fantasía con la inspiración para crear una cautivante modela dirigida a los adultos jóvenes.

LanguageEspañol
PublisherZondervan
Release dateSep 4, 2012
ISBN9780829762563
La iluminada

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Reviews for La iluminada

Rating: 3.8076923076923075 out of 5 stars
4/5

39 ratings7 reviews

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Review must be at least 10 words

  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    Starlighter is another wonderful book from Bryan Davis. The story is fantastic, I loved all the characters and plots! I can't wait to see what the next book is like. Mr. Davis has truly created another masterpiece here, and I would recommend this book to anyone!
  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    this book started yet another great adventure by Bryan Dvais. all i shall say is that i absolutely loved it and recommend it!!!
  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    I am usually really good at picking out books that I know I will like. So when I found myself having a hard time getting into this book I was upset. I really want to like it but I found that I just could not.The plot for one moved to slow for me and it was a bit confusing. As soon as you started the book, you were thrown into the story with hardly no back round on the legends on the Dragons. You learn secrets but all of it was cryptic. I had a hard time relating to Jason the character whom we follow in the book. Jason is younger and is pretty much kept in the dark about things.Even now I have a hard time writing this review because I really wanted to like it. But in the end this book is just not for me.
  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    It's not a bad fantasy adventure, but lots of it just isn't all that amazing. Aside from Arxad, most of the characters aren't all that interesting and full of depth. I do like Jason and Koren, and Elyssa's not bad, but they are rather one-dimensional. Tibalt and Randall are too, but they're so much fun and awesome that it's okay. Besides, they're secondary characters, so I can cut them some slack.Lots of the adventure and puzzles and stuff seemed kind of...pointless. I didn't really follow all the mess of them falling down the hole and the river and the portal and everything. It all felt very far-fetched, and I guess I was expecting a little more realism from the book.The character interactions are also a little strange. Most of the time they don't seem very smart, like when Elyssa sends Jason out to die and yet has a plan to stop the flooding. Why not wait until she tried her plan? Little things like that get me, where the solution seems so simple and instead of doing it all the characters make things more complicated instead.That's basically what the book was: complicated, when the solution could've been simpler. The problems seemed too easily solved and yet it was a complicated mess.I will say that the Black Egg gives me the creeps. There were times when I was unsure if it was good or bad, and then I would reassure myself as Koren reassured herself. That was very well done.
  • Rating: 4 out of 5 stars
    4/5
    Attention fantasy lovers, this is a new series that you will likely enjoy! It has a lot of the best things you can ask for in a fantasy novel, lots of action, great characters and a adventure. There was even a little romance thrown in to spice it up.I have to say, I fell in love with one character, Koren. There was something about her right from the beginning that had me captured, and at first I couldn't place what that was. The more I read, the more it became clear, she was the true star of the book.A really great read for people of all ages, though it is a young adult book geared to teens.I want to add this is book one in a series, though the series is new and not named in the book. I think it is one to watch out for!I have to recommend this story, it was awesome!
  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    Finally a book for adults!When Adrian went off on his adventure in the beginning of Starlighter I really wanted to know what happened to him, and now I get my wish. Plus this books deals with adult characters which I appreciate. I am nineteen years old, which still puts me in the category of teenager but also legal adult and I still enjoy reading books for teenagers, but I begin to feel old when the heroes of the story are fifteen and sixteen, who says once you hit twenty-five you can’t have fun? As an older reader I appreciate having characters closer to my age that still go on the sword swinging, dragon riding adventures that I have always loved.
  • Rating: 4 out of 5 stars
    4/5
    An interesting story

Book preview

La iluminada - Beverly Davis

CONTENIDO

Cover

Title Page

Capítulo uno

Capítulo dos

Capítulo tres

Capítulo cuatro

Capítulo cinco

Capítulo seis

Capítulo siete

Capítulo ocho

Capítulo nueve

Capítulo diez

Capítulo once

Capítulo doce

Capítulo trece

Capítulo catorce

Capítulo quince

Capítulo dieciséis

Capítulo diecisiete

Capítulo dieciocho

Capítulo diecinueve

Capítulo veinte

Capítulo veintiuno

Capítulo Veintidós

Copyright

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Capítulo uno

Encuentro de sangre. Las palabras resonaron en la mente de Jason mientras permanecía de pie en su esquina del cuadrilátero del torneo y agarraba la empuñadura de su espada. Al igual que un tambor que retumba, el anunciador debía haber repetido esa frase cientos de veces, como si la posibilidad de un derramamiento de sangre pudiera avivar el entusiasmo de la multitud.

Jason recorrió con la vista a los doscientos espectadores que estaban a su favor. Sentados en el anfiteatro circundante cubierto de hierba durante el calor del mediodía, ellos no le ofrecieron ninguna ovación, ningún aplauso, solo se escuchaba un murmullo bajo que indicaba una expectativa creciente. Jason Masters, un muchacho campesino, había avanzado a las finales y se enfrentaba al favorito, Randall Prescott, el hijo del gobernador de todo Mesolantrum. Y con la ronda final llegaron nuevas armas y nuevas reglas, diseñadas a fin de plantearle un nuevo desafío a la experiencia y el coraje de un joven guerrero.

Acercando su espada, Jason miró su extremo. El árbitro había encajado un círculo obstructor a un centímetro de la punta, asegurando así que sus estocadas no infligieran una herida mortal. Por supuesto, un golpe en el rostro podía arrancarle un ojo, pero tal ataque de inmediato descalificaría al infractor. Y nadie quería que esto sucediera, por más que sintiera aversión hacia su adversario.

Randall caminó con pasos largos y lentos hasta la esquina opuesta, pareciendo muy satisfecho mientras deslizaba sus grandes pies a través del piso de tierra. Siendo el hijo del gobernador, le habían proveído el mejor equipo y fue entrenado por algunos de los mejores esgrimistas en el dominio de Prescott.

Sin embargo, no por el mejor. Jason miró hacia el palco real donde el gobernador Prescott se encontraba sentado. Sus guardaespaldas estaban de pie junto a él, siempre vigilando, siempre dispuestos a defender al gobernador contra los ataques del mejor esgrimista de la tierra, el hermano de Jason, Adrian Masters. Con su uniforme de soldado: pantalones gris oscuro y una holgada camisa verde de mangas largas, y sus botas lustradas de cuero, se veía muy fuerte, sobre todo con la espada y el cinturón atado a su cadera.

Entrenar con él le había proporcionado a Jason todo lo que necesitaba para tener éxito y llegar lejos en el torneo, ¿pero sería suficiente para derrotar a Randall?

Marcelle, una mujer joven, se sentó al otro lado de Prescott. Ella todavía llevaba sus pantalones grises del torneo y una camisa blanca, ambos manchados de sudor, y sobre su cabello castaño recogido hacia atrás descansaba una corona de laurel. Había desempeñado el papel de nueva campeona adulta bastante bien.

Jason se tensó. Decir que «desempeñó el papel» estaba bien. Ella no debería ser la campeona. Si solo Adrian estuviera tan preocupado por la verdad como lo estaba por la caballerosidad…

—¡Ahora escuchen las reglas! —gritó el árbitro.

Un hombre alto con una barba negra y tez morena, el árbitro principal del torneo, se hallaba en el centro del cuadrilátero y miraba hacia Jason y Randall a la vez.

—El honor y la integridad como siempre serán su guía —continuó con su voz profunda—, pero en este encuentro la competencia terminará en el momento en que uno de ustedes haga brotar sangre, y tal competidor será declarado el ganador. No obstante, quedan advertidos de que cualquier extracción de sangre por encima de los hombros descalificará al infractor.

»Los jueces llevarán la cuenta de los puntos, como de costumbre, pero los puntos no influirán en el resultado a no ser que nadie haga brotar sangre antes de que los cuatro minutos expiren. En la ausencia de sangre, los puntos totales se usarán para determinar el ganador, como en todos sus encuentros anteriores".

Mientras el árbitro disertaba sobre las reglas habituales del encuentro, Jason buscó la sección de los campesinos. Su padre y su madre estaban sentados juntos. Su padre alternadamente hacía chasquear sus nudillos y empujaba hacia atrás su escaso cabello gris, mientras que su madre se mordía las uñas en los extremos de sus ásperos dedos. Meredith, la esposa del carpintero y la mejor amiga de su madre en la comunidad de campesinos, estaba sentada cerca, dejando un asiento vacío por el medio.

Jason soltó un suspiro. Aquel asiento era para la hija de Meredith, Elyssa, quien había sido una vez su mejor amiga. Su amistad se había desvanecido cuando él comenzó a asistir a la escuela de guerreros y ella comenzó a trabajar en el palacio del gobernador. Era una pena, pues en realidad había sido una buena amiga. Si Elyssa aún estuviera viva, ahora lo estaría animando.

El árbitro observó a cada competidor.

—La regla final es simple. Toda clase de astucia está permitida, pero nunca deben dejar el cuadrilátero.

Luego dio un paso atrás y gritó:

—¡Que comience la batalla!

Randall embistió hacia el centro con su espada al frente, obviamente en busca de un ataque rápido. Jason corrió a su encuentro y bloqueó su avance. Las dos hojas sonaron y entonces se oyeron gritos mientras el metal se deslizaba contra el metal.

Jason empujó con sus piernas. Randall era más fuerte, más pesado. Permanecer abrazados el uno al otro por mucho tiempo sería un gran error.

Con una explosión de fuerza, empujó a Randall hacia atrás, pero antes de que pudiera saltar hasta una distancia segura, Randall golpeó con su espada la manga de Jason. El material se rasgó y un ligero arañazo se marcó en su piel.

La muchedumbre rugió, los nobles con aplausos de aprobación y los campesinos con gemidos de lamento.

Mientras Randall caminaba hacia atrás, amenazando con su puño, Jason miró fijamente la herida. El árbitro vino corriendo y agarró el brazo de Jason. Ambos estudiaron el rasguño superficial, Jason respiraba con dificultad mientras en silencio suplicaba: «No sangres. Por favor, no sangres".

Volvió la cabeza y buscó a Adrian. El gobernador se hallaba de pie y aplaudiendo con entusiasmo, mientras que Adrian permanecía estoicamente a su lado. Adrian puso una mano sobre su corazón y murmuró:

—Escucha a tu corazón —luego movió su mano y apuntando a su cabeza añadió—, pero usa tu cerebro.

Jason asintió con la cabeza. Ellos hacía tiempo que habían dominado la lectura de los labios, resultaba útil para la comunicación durante los largos sermones del consejero en la Catedral.

Después de unos segundos, el árbitro levantó la mano y gritó:

—¡No hay sangre! ¡Que el encuentro continúe!

Randall se encontraba de pie cerca de su esquina y agitó su espada.

—Tu turno, Masters —luego agregó con un tono burlón—, haz tu movimiento.

Avanzando lentamente hacia su oponente, Jason lo miró a los ojos. Escucha a tu corazón, repetía en su mente. Escucha a tu corazón. Su corazón le decía que ya era hora de que un campesino pusiera a uno de estos aristócratas magnánimos en su lugar, pero su cerebro le indicaba que enfrentarse a Randall haciendo uso solo de sus músculos sería un juego tonto. Les gustara o no, Randall era más grande y fuerte. Explotar las mayores debilidades de Randall —su falta de velocidad y astucia —sería su única esperanza. Y ya habían pasado dos minutos. Si los cuatro minutos expiraban, los jueces, todos provenientes de la clase noble, le concederían a Randall la victoria sin importar el buen desempeño de cualquiera de los competidores.

Jason lanzó una estocada con su espada y se detuvo. Entonces, con la punta de la hoja, rasgó varias letras en la tierra. Luego asintió hacia Randall y habló con una voz normal.

—Ya hice mi movimiento.

—¿Qué? —Randall inclinó su cabeza—. ¿Qué hiciste?

—Lo escribí aquí —Jason señaló hacia las marcas—. ¿No puedes leerlo?

Colocando una mano en su cadera, Randall se rió entre dientes.

—¿Realmente crees que voy a caer en ese viejo truco? No soy tan estúpido como…

Jason se abalanzó, punzando a Randall en el muslo, y saltó hacia atrás. La sangre brotaba de inmediato de la herida y empapaba el pantalón.

Mientras la muchedumbre rugía de nuevo, Randall miró hacia Jason. Su rostro estaba casi tan rojo como su sangre. El árbitro agarró a Jason por la muñeca y levantó su brazo en el aire.

—¡El ganador y campeón de la división juvenil!

Jason le hizo a Randall la tradicional reverencia del competidor y habló en un tono suave.

—La escritura decía: Nunca bajes tu guardia.

Como una explosión, Randall estalló desde su rincón y con una cólera marcada, gritó:

—¡Tú, pequeño conspirador!

El árbitro empujó a Jason fuera del camino y tomó a Randall por sus brazos.

—Contrólate, Randall. No te hagas el tonto delante de tu padre y toda la gente. Las reglas permiten emplear la astucia de Jason, por lo que tendrás que aceptar el resultado con dignidad.

Todavía rojo, Randall inclinó sus hombros y se alejó.

—Sus espadas, por favor —dijo el árbitro, tendiéndoles las manos.

Jason puso su empuñadura en la palma del árbitro y Randall hizo lo mismo. Luego Randall ofreció una reverencia rápida y salió del cuadrilátero. Cojeando en poco ahora, se deslizó por un hueco en el círculo del anfiteatro, lo cual le permitió desaparecer rápidamente de la vista.

—¡Jason Masters!

Jason se volvió hacia la voz. El gobernador Prescott estaba en el cuadrilátero, sosteniendo una corona de verdes hojas de laurel, Adrian y Marcelle se encontraban a su lado. Con una expresión severa, Prescott extendió la corona con ambas manos.

—Inclínate, por favor.

Manteniendo sus ojos fijos en Adrian, Jason se inclinó. Con sus labios delgados apretados y sus mejillas rojas, Adrian parecía avergonzado. ¿Marcelle le había dicho algo que hirió su orgullo?

Cuando se enderezó, Jason le preguntó:

—¿Qué está mal?

—Hablaremos más tarde —respondió de forma silenciosa.

—Y ahora… —Prescott extendió sus brazos, colocando uno en el hombro de Jason y otro en el de Marcelle—. ¡Honremos a los campeones de la división de guerreros adultos y jóvenes!

Los campesinos se pusieron de pie y vitorearon, mientras que los aristócratas se sentaron y aplaudieron cortésmente. Jason supuso que no estaban entusiasmados con la victoria de Marcelle. Aunque era la hija de un noble, nunca había sido popular entre la élite. Su franqueza había contribuido a ello.

Ella tomó la mano de Jason y la estrechó cordialmente.

—Felicitaciones, Jason —ella miró de reojo a Adrian—. Fue un placer ver a un hijo de Edison Masters luchando en la ronda final. Me alegro de ver que eres lo suficiente valiente como para enfrentarte a un oponente que podría ser capaz de derrotarte.

Con una sonrisa final dirigida a Adrian, Marcelle salió del cuadrilátero y avanzó entre la multitud, descendiendo del anfiteatro.

Adrian colocó una mano en la espalda de Jason, presionándola con sus dedos. Sin dudas estaba molesto.

—Será mejor que vayas a casa tan pronto como puedas, Jason. Estoy seguro de que mamá y papá querrán felicitarte.

Jason se volvió justo a tiempo para ver a sus padres marcharse. Por supuesto, no había ninguna ley en contra de que los campesinos entraran en el cuadrilátero, pero acercarse mientras el gobernador estaba allí de pie sería mal visto.

Mientras que el gobernador Prescott le hablaba a un anciano noble, Jason se acercó a Adrian y le susurró:

—¿Te quedarás en casa por un tiempo, o saldrás a una de esas misiones a cazar dragones de nuevo?

—¡Cállate! —le dijo Adrian dándole un codazo—. Te veré en casa esta noche. Tenemos mucho de qué hablar.

—Está bien. Te veré luego.

Mientras Jason caminaba entre dos secciones del anfiteatro cubiertas de hierba, tomó la corona de hojas de laurel de su cabeza y la miró. De cierta manera, no se sentía del todo bien, como si algo le faltara. Claro, era genial ser reconocido como el mejor esgrimista juvenil en Mesolantrum, pero si Adrian hubiera ganado también la corona habría sido mucho mejor. ¡Si tan solo él no se hubiese retirado!

Mientras Jason pasaba junto a un roble macizo, dos campesinos acurrucados bajo las ramas detuvieron de repente la conversación que sostenían en voz baja. Jason los saludó con la cabeza, reconociéndolos como dos de los amigos de Adrian de otra comunidad. Ellos lo saludaron a su vez. Un trozo de pergamino sobresalía del bolsillo delantero del hombre más cercano.

Girando con rapidez la cabeza, Jason se alejó a grandes zancadas. La mayoría de los amigos de Adrian creía en los perdidos y el mundo de los dragones, y el pergamino escondido probablemente significaba que una nueva publicación de El Portal Subterráneo estaba circulando. Eso explicaría los susurros. Desde que el gobernador había prohibido el boletín de noticias, los creyentes nunca hablaron de ello abiertamente. Importante o no, el papel no era seguro de transportar.

«Seguro", murmuró Jason para sí mismo. A excepción del torneo, toda su vida había sido demasiado segura. Trabajar, estudiar, comer, dormir y luego hacer todo de nuevo al día siguiente. ¡Qué existencia tan aburrida! Sin embargo, ¿matar dragones? ¿Rescatar esclavos? Eso bien podría ponerle fin a la monotonía.

Miró de nuevo hacia los hombres. Ambos le habían dado la espalda. ¿Estaban leyendo el boletín? Si ellos tenían una copia, ¿tendría Adrian también una?

Jason dejó ver una sonrisa en su rostro. Incluso si las historias no eran más que cuentos de hadas, solo leerlas lo conducirían a una aventura, algo que haría que su entrenamiento con la espada pareciera valer la pena. Hasta el momento, su vida había consistido solo en lecciones, entrenamientos, torneos, y por supuesto, sus tareas en la sociedad. Desde que el gobernador había permitido a un guerrero guardián en cada comunidad, ser escogido a fin de entrenarse para aquel deber estaba supuesto a ser un gran honor. Sin embargo, ¿para qué había pasado todas aquellas horas de preparación? ¿A fin de ahuyentar a un lobo de vez en cuando… o para algo más emocionante?

Jason retomó su paso y se dirigió hacia su casa. Las respuestas no podían llegar lo suficiente pronto.

****

Koren parpadeó al abrir sus ojos. Mientras yacía sobre su delgada colchoneta, sus músculos cansados se quejaron de las labores del día anterior, arrastrando los árboles talados de modo que los hombres pudieran construir nuevas balsas para trasladar las piedras. Tal trabajo por lo general era reservado para los jóvenes varones, pero ellos habían sido llamados a la mina número dos a fin de ayudar a los más viejos a abrir una vena especialmente productiva, así que las chicas más fuertes habían sido convocadas para el servicio de las balsa.

Al resplandor de una sola vela que ardía en un rincón de su reducido espacio, miró hacia Natalla y Petra, sus compañeras huérfanas, aun durmiendo en sus colchonetas entre ella y Madam Orley. Ellas también estaban agotadas. Madam, por supuesto, era demasiado vieja para ayudar con los árboles, pero había realizado las tareas de las chicas mientras ellas estaban afuera. A su edad, esto conllevaba un gran esfuerzo.

Apretando un puño, Koren se sentó. ¡Lo que aquellos monstruos conductores de esclavos no harían para conseguir su precioso gas, el feterone! ¡Incluso azotar a chicas jóvenes para obtener la última medida de fuerza de sus cuerpos agotados!

Apoyó su barbilla en sus manos y suspiró. Nada de eso importaba. Conductores de esclavos o no, ellos estaban a cargo, y los otros seres humanos y ella no tenían más remedio que obedecer. El amanecer llegaría en menos de una hora y las tareas no esperarían. Arxad era más paciente que sus amos anteriores, pero su expectativa de que los esclavos debían obedecer de inmediato era la misma. Él quería su desayuno a tiempo.

Koren avanzó hasta la colchoneta de Natalla y la sacudió.

—Despierta. Es hora de ir a trabajar. Arxad querrá carne fresca esta mañana.

—¿Mmmm? —Natalla se dio la vuelta, apoyándose sobre su estómago, y escondió su rostro—. Dile que vaya a matar una ardilla.

—Madam le compró dos ciervos al comerciante ayer por la noche —dijo sacudiendo a Natalla de nuevo—. Tenemos que matarlos antes del tiempo de lectura.

La almohada de Natalla ahogó su voz.

—Lee ahora. Los matamos luego. Estoy oyendo.

Poniendo sus ojos en blanco, Koren buscó bajo su propia almohada, sacó un pequeño libro, y lo sostuvo abierto en las palmas de sus manos. Lo hojeó hasta llegar a la página cuarenta y una, y manteniendo su voz baja leyó sus dos párrafos en voz alta, mirando hacia Natalla cada pocos segundos a fin de asegurarse de que estaba escuchando. Cuando Koren llegó al final, repitió la última frase:

—Reconocerás el amor cuando veas a alguien sacrificándose a sí mismo por un pobre.

Koren sacudió a Natalla una vez más.

—¿Estabas escuchando?

Natalla se sentó, sonriendo.

—Reconocerás el amor cuando veas a alguien sacrificándose a sí mismo por un pobre.

—Payasa —dijo Koren empujando el pie de Natalla con el suyo—. ¿Pero sabes lo que significa?

—Creo que sí —la frente de Natalla se frunció—. ¿Somos pobres?

—Desde luego que no —respondió Koren cogiendo un cepillo de pelo de un escritorio cercano y apuntando a Natalla con él—. A excepción de los esclavos ascendidos, tenemos una de las mejores asignaciones posibles.

—¿Entonces quién es un pobre?

Mientras ella cepillaba su cabello, ahora hasta la mitad de su espalda, de la forma que a Arxad le gustaba, Koren dejó su mente vagar de casa en casa, pensando en todas las asignaciones disponibles en Estrella Luminosa. Finalmente, sus pensamientos vagaron a la deriva más allá de las paredes… hacia los campos de hierba seca y el suelo lleno de guijarros donde los niños desafortunados trabajaban a la espera de que los comerciantes o los separadores decidieran su destino. Con un suspiro, ella dijo:

—Los niños del rebaño son los pobres.

—¿Entonces se supone que debemos sacrificarnos por ellos?

Koren dio unos golpecitos en la página con su cepillo.

—Eso es lo que dice aquí.

—¿Pero cómo? ¿Cómo puede un esclavo del pueblo ayudar a alguien en el campo?

Koren cerró el libro y acarició la vieja cubierta de cuero.

—No estoy segura, pero algún día voy a encontrar una manera de ayudarlos. Alguien tiene que hacerlo.

—Te meterás en problemas.

Koren sonrió.

—Solo si me atrapan.

—Creo que lo he memorizado —dijo Natalla agarrando el libro—. Stephan es el siguiente. Él memorizará su parte rápidamente. Puedes contar con eso.

Koren colocó el libro en las manos de Natalla con una sensación mezclada de alivio y pérdida. El libro del Código resultaba algo muy preciado, y mientras estuviera en su poder era su responsabilidad. Si su dueño lo encontraba, todos los seres humanos en Estrella Luminosa lamentarían su destrucción. Y mantenerlo fuera de la vista de Arxad por mucho más tiempo no sería fácil.

Mientras sus dedos se deslizaban del libro atesorado, Koren hizo una mueca.

—Dile a tu hermano que si las abejas son hostiles, puedo necesitar algo de ayuda hoy.

—¡No dejes que te piquen! —exclamó Natalla aplastando a unas abejas imaginarias que volaban alrededor de su cabeza.

—No lo haré —contestó Koren poniéndose de pie y alzando a Natalla por sus pies—. Vamos. Tengo una idea.

—¿Una idea? ¿Cuál?

—Las colmenas están cerca del rebaño de niños. Tal vez pueda llevarles alguna comida, al menos un pedazo de pan.

—Pero hay docenas de niños allí —dijo Natalla—, y podrías ser atrapada.

—Lo sé, pero si vamos a sacrificarnos por los pobres, tenemos que comenzar en algún momento, y ayudarlos uno a la vez podría ser el único camino.

Capítulo dos

Jason se quedó mirando el mensaje que parpadeaba a un lado del tubo plateado. Deposite material genético para el acceso.

Ahora, esto era diferente. ¿Por qué Adrian tenía un cilindro con un mensaje oculto bajo el suelo de su dormitorio? Marcelle no se comunicaba con él, no después de la última negativa de Adrian a su petición de competir en un torneo. Y ciertamente ella no lo codificaría con un filtro de identificación genética, pues no era una de esas personas que se preocupan de que alguien escuche lo que tiene que decir.

Arrodillado mientras sostenía el tubo, Jason miró el agujero que había hecho en el suelo durante la búsqueda del boletín. Adrian a menudo mantenía una copia oculta debajo de los paneles de madera, pero un tubo de mensajería se utilizaba solo para las comunicaciones oficiales del gobernador Prescott o su personal. Seguro que Prescott no tendría nada que ver con las operaciones encubiertas del Portal Subterráneo.

Jason se levantó y miró a través de la puerta. La sala estaba vacía. Ahora bien, con la cosecha y las horas de escuela a punto de terminar, Adrian volvería desde el castillo pronto. A él no le importaría que su hermano hubiera estado buscando el último boletín. Después de todo, Adrian había querido durante mucho tiempo que Jason aceptara las enseñanzas del Portal Subterráneo y se uniera a sus filas, pero tal vez este tubo estaba supuesto a ser un secreto. Sin embargo, ¿por qué razón? Debido a que Adrian era el guardaespaldas de ceremonias del gobernador, no tendría por qué ocultar las comunicaciones oficiales en casa. ¿Y quién podría haberlo enviado?

Meneando la cabeza, Jason introdujo el tubo de nuevo en el agujero. No había dudas, la conducta secreta de Adrian se habían desplazado de anormal a extraña.

Jason exploró la habitación, posando su mirada en las dos colchonetas delgadas que descansaban sobre el suelo de madera. Sin almohadas ni mantas, las camas, si se podían llamar así, tenían solo dos sábanas azules sobre ellas, las cuales no ofrecían mucha protección durante las frías noches que la tercera estación había traído consigo.

Como si fuera una señal, entró en la habitación proveniente de una ventana abierta una brisa húmeda y con olor a leña. Jason pasó por encima de las camas y asomó la cabeza por la ventana. Afuera, una niebla fina velaba el castillo del gobernador y la boscosa colina en cuya cima este se hallaba. De algún modo la cortina blanca hacía parecer distante al castillo, como si tardaras más de la hora habitual para realizar el viaje hasta el camino del bosque y subir por la pendiente cubierta de hierba.

A los pies de la colina, la niebla envolvía por completo la escuela de dos pisos de Jason. La misma se había observado claramente durante el día. Quizás este rápido cambio presagiaba una tormenta nocturna. El humo en el aire demostraba que muchos se estaban preparando para pasar una noche fría y húmeda.

Un fuerte ruido le llamó la atención. A la derecha, su padre blandió un hacha y partió un tronco por la mitad, elevando otra nota agradable, como de percusión. Era un sonido de bienvenida, una especie de cambio anual o algo así. Las labores de la cosecha terminarían pronto, y una temporada de días más cortos, lectura de libros, y preparación más intensa para la batalla comenzaría.

Jason miró hacia fuera, su padre llevaba una brazada doble de leña hacia el cobertizo, cojeando fuertemente, como siempre. ¿Por qué no pedía ayuda? Con la vista fija al frente y el ceño fruncido, parecía preocupado por algo. Tal vez quería estar solo.

Extendiendo los brazos, Jason entrecerró las persianas, dejando solo suficiente espacio para proporcionarle algo de luz a la habitación. La pared a su derecha le llamó la atención, como lo hacía a menudo. Allí estaba el mural de Adrian del sistema planetario, decorando lo que fuera una vez una blanca pared. Lo había dibujado siguiendo los datos recogidos en el observatorio del gobernador, donde tres telescopios observaban el cielo oscuro cada noche. Debido a la fascinación de Adrian por las leyendas que rodeaban la localización del mítico mundo del dragón, saber cómo los planetas daban sus pasos en la danza cósmica se había convertido en parte de su obsesión.

En el centro estaba Solarus, rodeado de llamaradas de color naranja que recorrían su superficie rojiza. Dieciocho planetas, algunos grandes y otros pequeños, se hallaban en órbita alrededor del punto central, cada uno de ellos dispersos de un lado de la pared al otro, y congelado en su lugar a varias distancias de la estrella roja.

Jason tocó el cuarto y grande planeta a partir de Solarus, Mayor Cuatro… su hogar. Adrian había añadido un detalle sorprendente, incluyendo un mapa en relieve de Mesolantrum que mostraba el río Elbon y los océanos que bordeaban su país por tres de sus partes.

Moviendo su dedo por la pared, Jason mencionó el nombre de cada planeta en voz alta hasta que llegó a una esfera oscura justo enfrente de Mayor Cuatro. Se detuvo y plantó el dedo en su centro.

«Dracon", dijo mientras se acercaba. Adrian no había dibujado ningún detalle sobre su superficie, solo un esbozo vago de un dragón. O así se imaginó. Ningún telescopio había localizado nunca a Dracon, por lo que tan solo un bosquejo de una bestia mítica parecía apropiado para representarlo.

Mientras se arrastraba de nuevo hasta el agujero, vio un cabello arremolinándose en el aire. Lo agarró y lo colocó frente a sus ojos para observarlo. Era largo y de color marrón claro, y obviamente le pertenecía a Adrian. Perfecto.

Se agachó y recogió el tubo. Más o menos de treinta centímetros y tan grueso como la muñeca, este era más corto y más delgado que el modelo anterior, pero la pantalla en el lateral tenía el mismo tamaño, un cuadrado de la longitud de su dedo pulgar.

Abrió la puerta de metal situada junto a la pantalla, era la escotilla para el material genético. En el momento en que cayera el cabello, la pantalla daría su aceptación, lo que le permitiría mirar a través del extremo del tubo para ver el mensaje en vídeo.

Al suspender el cabello por encima de la escotilla, observó un dibujo apoyado en el escritorio, un retrato de sí mismo y Adrian cruzando sus espadas. La culpa invadió su corazón. Extraño o no, Adrian había hecho mucho por él, enseñándole todo en cuanto a ser un hombre, desde cómo prepararse para la batalla hasta de qué forma tratar a una mujer con honor y respeto. Cuando su padre trató de enseñarle las mismas lecciones, la mente de Jason no las había retenido, pero las palabras de Adrian parecían mucho más fáciles de entender.

Miró hacia abajo, hacia el lugar donde había estado el tubo. Un trozo de pergamino yacía allí, un pedazo del Código. Con las últimas copias conocidas del gran libro quemadas por los hombres de Prescott, solo unos pocos vestigios sobrevivieron, y esta cuarta parte de una página permanecería oculta hasta que un hombre mejor ocupara el puesto de gobernador.

Aunque era demasiado pequeño para leerlo desde tal distancia, las palabras de ese pergamino antiguo se introdujeron en su cabeza y hablaron con la voz de Adrian. Si deseas que otros te traten a ti y a tus pertenencias con respeto, entonces bríndales respeto a ellos en el flujo de tus pensamientos, tu discurso y tus actos.

Jason dejó caer el cabello al suelo y colocó el tubo de nuevo en el agujero. No podía hacerlo. No importaba el extraño comportamiento de Adrian durante los últimos días, no había excusa para inmiscuirse en sus asuntos.

Unos pasos rápidos se aproximaban. Conteniendo el aliento, Jason usó su pie para deslizar el panel del suelo en su lugar. Adrian entró en la habitación, miró a Jason y ladeó la cabeza.

—¿Buscas algo?

Con los ojos de acero, la piel morena, un rostro anguloso y una ventaja de más de siete centímetros de altura, Adrian asumió su actitud interrogativa habitual, resultando imposible, como de costumbre, sostenerle la mirada.

Jason desvió la vista y deslizó el pie sobre el panel del suelo.

—Sí, pensé que podrías haber recogido el último comunicado.

Volvió a observar a su hermano. Ahora podía mirarlo de frente. Esa era la razón por la que había entrado a la habitación, pero el cilindro con el mensaje le hizo olvidar sacar el boletín.

—Sí, lo tengo.

Adrian se arrodilló sobre el suelo de tablones y retiró una única página de pergamino del agujero.

—No hay noticias —dijo mientras se la entregaba a Jason—. Solo los rumores de siempre con un toque diferente.

—¿No hay rumores de rebelión? —preguntó Jason.

Adrian negó con la cabeza.

—Hasta que no encontremos la entrada, no son muchas las personas que están dispuestas a arriesgar sus vidas por un sueño de esperanza.

Dándole la espalda a Adrian, Jason miró a la línea del encabezado escrita en negrita —El Portal Subterráneo— antes de leer la letra pequeña. Durante meses este rumor había sido otra de las obsesiones de Adrian, y como las historias ocupaban gran parte del tiempo de su hermano mayor, Jason quería estar al día en lo que ocurría.

Leyó el boletín, la usual colección de cuentos acerca de antepasados perdidos hace mucho tiempo que habían sido llevados cautivos por los dragones a otro mundo. La historia principal hablaba de la profecía de Uriel Blackstone, la cual describía la evasiva entrada y cómo encontrándola se podría lograr salvar de la esclavitud a los perdidos, así como también liberar de la opresión a aquellos que los rescataran.

Con la dictadura del gobernador cada vez más tiránica, la última parte de la profecía siempre provocó la imaginación de Jason. ¡Qué emocionante sería usar su espada para romper las cadenas! Y para muchos de los creyentes del Portal Subterráneo, la posibilidad de derrocar a la dictadura era algo que hacía de la idea de rescatar a los esclavos más que un simple deseo. ¿Y por qué no? Nadie sabía qué les pasaba a los pobres infelices en el otro mundo, pero todo el mundo conocía sin dudas las injusticias que tenían lugar aquí en su propio mundo.

Después de terminar de leer el artículo, Jason movió el tablón del suelo hacia los lados.

—¿Por qué tienes un cilindro para mensajes?

Adrian se levantó y deslizó el panel en su lugar.

—Se trata de un mensaje de alguien que tiene una nueva pista, una mucho más prometedora de lo habitual.

—¿Sobre el portal? ¿Vas a tratar de encontrarlo?

—Estoy haciendo las maletas —explicó Adrian sacando una bolsa de lona de un hueco en la pared—. Me voy hacia el desierto al atardecer. Dos señuelos alejarán a los guardias de mí, así que debo tener el camino libre.

—¿Puedo…?

Jason cerró la boca. No podía pedirle ir con él de sopetón. Sería demasiado rápido, y parecería excesivamente ansioso.

—Quiero decir, ¿puedes simplemente abandonar tu trabajo? ¿Qué dirá el gobernador Prescott? ¿Qué dirá nuestro padre?

—Ya he solicitado permiso para irme —le dijo a Jason guiñándole un ojo—. Y el gobernador aprobó la sustitución. Nuestro padre estuvo de acuerdo también.

—¿En serio? ¿Quién es el que te reemplaza? ¿Marcelle?

Riendo, Adrian alborotó el cabello de Jason.

—No, no es Marcelle. Ella odia las posiciones ceremoniales. Además, cuando se entere de que no es la elegida para la misión, arderá más que un tizón. Si el gobernador siquiera menciona mi nombre, podría matarlo ella misma.

Jason murmuró en voz baja.

—Ella no es tan buena como tú de todos modos.

Adrian le dio un golpe amistoso en el brazo.

—Siempre animando, ¿verdad?

—Bueno, es la verdad. Todo el mundo lo sabe.

—Su corona dice lo contrario.

La cara de Adrian se endureció, pero rápidamente volvió a relajarse.

—Ella es una excelente guerrera, y tú lo sabes.

Jason se percató del gesto en el rostro de su hermano. Él estaba más angustiado por sus propias decisiones de lo que dejaba ver. Sí, Marcelle era buena, pero no era la mejor. Jason dejó que sus hombros se hundieran con resignación. Si su hermano no fuera tan caballeroso, habría tenido la oportunidad de demostrar su superioridad. Cuando entró en el cuadrilátero del torneo para la batalla final del año con Marcelle, ni siquiera se molestó en acercarse al árbitro y tomar la espada, simplemente pronunció su famosa frase: «En honor de la experiencia de la dama, me rindo".

Esta vez ella lo dijo por él antes de que pudiera abrir la boca, y su tono no fue exactamente tan galán como el de Adrian.

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