UNA DE LAS CREENCIASMÁS ARRAIGADA ENTRE LOS ESTUDIOSOS DEL JUDAÍSMO ES LA DE LA POSIBLE OCULTACIÓN DEL ARCA DE LA ALIANZA EN ALGÚN LUGAR CERCANO AL MONTE MORIAH. El objetivo, al parecer, era evitar su captura por parte de alguno de los muchos estados rivales con los que tuvo que luchar el reino de Judá a lo largo de su dilatada historia. Esa creencia, reforzada por enigmáticos escritos como el Apocalipsis de Baruc o el segundo libro de los Macabeos, empujó a un variopinto grupo de aventureros a tratar de excavar en ese lugar prohibido para hacerse con su inigualable tesoro.
LA POLÉMICA ESTÁ SERVIDA
Entre todas estas expediciones, una fue digna de tenerse en cuenta, al mostrar hasta qué punto puede llegar un hombre íntegro cuando se enfrenta, armado solo con su razón, a una clase dirigente corrupta, ignorante e incompetente: desgraciadamente, al más absoluto y apabullante fracaso. En 1968 Meir Ben-Dov inició unas excavaciones arqueológicas en las inmediaciones de la Colina del Templo, con una finalidad puramente científica, y para tratar de extraer información sobre uno de los lugares más importantes del pueblo israelita.
Pero la polémica y la controversia no tardaron en aparecer, con una oposición que llegó desde todos los frentes y que hicieron exasperar al desamparado arqueólogo. En primer lugar, el Alto Consejo Musulmán sorprendió a propios y extraños, acusando al director de las excavaciones de ser un sionista radical, cuyo objetivo era perforar la colina para provocar el derrumbe de la