Para muchos fue una sorpresa. Para los habitantes de la villa vacacional de Bad Lobenstein, en el este de Alemania, no tanto. El arresto del ciudadano alemán Heinrich XIII de Reuss, acusado de urdir un complot para derrocar al gobierno de su país y ejecutar a su canciller, dio fin a una investigación encubierta de varios meses en la que se involucraron 3,000 policías y se realizaron casi 50 arrestos, convirtiéndose en la mayor operación de su tipo en la historia moderna de aquel país.
Una parte de los involucrados, quienes se sospecha crearon células secretas en 11 estados alemanes, pertenecían al ejército y policía germanos, todos ellos afiliados a grupos neonazis. Venido de un decadente pasado aristocrático, pero con los medios económicos suficientes, Heinrich creía poder realizar aquel acto motivado por las ideas del grupo político de extrema derecha al que pertenecía, los llamados reichsbürger o ciudadanos del Reich alemán. En su visión de las cosas, tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, las naciones occidentales que ocuparon Alemania la despojaron de su independencia. En vez de un país, sostienen, lo que crearon fue una corporación al servicio de sus intereses, una empresa bien administrada destinada a satisfacer sus caprichos y sostener la economía de Europa. Lo ideal, según su perspectiva, es devolver el país al modelo de nación que habían tenido antes de 1918, una Alemania de alcances imperiales.
Una vez tomada la sede del poder federal alemán y eliminando a su canciller, Heinrich, pero esto solo podría realizarse por medio de la fuerza, así que se puso en contacto con todos aquellos que podían creer en él, incluidas personas convencidas de un destino manifiesto.
