

En las postrimerías del siglo iv, el Imperio romano no solo se enfrentaba a problemas fronterizos y religiosos, también a conflictos políticos internos. Teodosio enfrentó dos guerras civiles marcadas por poderosos señores de la guerra, manipulables niños emperadores y las fricciones entre la pujante elite provincial y la aristocracia tradicional de Roma. Lo hizo con éxito, reconduciendo esos choques de intereses para convertirse en el último emperador de todo el Imperio.
ASCENSO EN UN MUNDO COMPLICADO
Para entender los dos conflictos civiles ocurridos durante el mandato de Teodosio hay que tener en cuenta el contexto de turbulencias en el que él mismo ascendió. Poco antes, el Imperio estaba gobernado por dos hermanos, Valentiniano I en Occidente y Valente en Oriente, pero la muerte de ambos en muy poco tiempo abrió un periodo de fuerte inestabilidad. Cuando Valentiniano I murió en el 375, la parte occidental se repartió entre sus hijos Graciano y Valentiniano II, con tan solo dieciséis y cuatro años, respectivamente. Por supuesto, el cargo de este último era puramente nominal, y su posición se mantuvo gracias a la tutela de su madre Justina y el apoyo de algunos aristócratas fieles, así como del influyente obispo Ambrosio de Milán.
En esa época, Teodosio era un personaje muy bien situado. Su padre, Flavio Teodosio, era comandante de caballería de Valentiniano I y él mismo, haciendo honor a su estirpe, destacó defendiendo las fronteras ante los sármatas como de Mesia, entre otros destinos. Pero nadie podía dar nada por garantizado; en medio de los movimientos políticos que siguieron a la sucesión del emperador, ambos cayeron en desgracia por razones poco claras: el padre fue ejecutado y el hijo abandonó su cargo y se retiró