

Con la dinastía Antonina comenzó una nueva época para el Imperio. Fue la mejor de la historia de Roma gracias a la labor de sus emperadores en las facetas de gobierno, justicia y ciudadanía. Además, sus conquistas aumentaron las posesiones territoriales. De entre todos sus emperadores destacó el hispano Adriano.
ADRIANO, EL ILUSTRE VIAJERO
Publio Elio Adriano [Itálica, 76 d. C. – Roma, 138 d. C.] ha sido considerado el mejor emperador de Roma. Contaba Dión Casio —historiador y político romano—que llegó al poder gracias a sus relaciones con Plotina, la mujer de su predecesor Trajano. Con este compartió no solo la esposa sino también lugar de nacimiento. De carácter complejo, era amante de las artes y las letras. Hizo del historiador Suetonio su secretario y fue amigo de Plutarco.
Casi la mitad de su reinado estuvo viajando Adriano por el Imperio para conocer todas sus particularidades. Durante ese periplo construyó el «muro de Adriano» en las tierras altas de Britania para contener a los pictos, fundó Adrianópolis —en Tracia—, rehízo el Panteón de Agripa y mandó construir su mausoleo, hoy Castel Sant’Angelo.
Continuó la política de Trajano de medidas humanitarias con los más desfavorecidos. Ante la falta de esclavos, durante su gobierno hizo leyes para fijar al campesino en la tierra. Con ello dio comienzo a un principio de servidumbre que fue típico de la Edad Media. A la postre estableció una frontera firme y segura para el Imperio, dentro de la cual se pudo prosperar.
MARCO AURELIO, EL FILÓSOFO
Adriano nombró César a Antonino Pío, pero como era muy mayor a la vez designó a dos sucesores de este, lo