
EN CONTRASTE CON LA OMISIÓN QUE HACE DEL “LUGAR DE LA MANCHA”, MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616) ES PROLIJO AL SITUAR EN TOLEDO EL ORIGEN DE LOS MANUSCRITOS QUE RELATAN LAS AVENTURAS DE DON QUIJOTE. Es en una tienda de sedas del Alcaná (alcaicería que integra el casco antiguo) donde el genio cervantino aseguró haber adquirido en una tienda de sedas y al precio de medio real, unos cartapacios conteniendo los viejos papeles, escritos en árabe, que relatan la historia del caballero don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza. Es una licencia literaria con la que Cervantes, al atribuirse el papel de mero traductor de una crónica escrita por otro personaje –un historiador árabe que responde al nombre de Cide Hamete Benengeli–, pretende situar su relato más allá de la ficción, otorgándole así una pátina de realidad. Pero, ¿y si más allá de la iconografía literaria, don Quijote hubiera sido un personaje real, de carne y hueso? Si no tiene otra cosa mejor que hacer querido lector, le invitamos a que siga leyendo.
¿EN UN LUGAR DE TOLEDO?
En septiembre de 1584, después de haber pasado un tiempo en Madrid, Cervantes se trasladó hasta la localidad toledana de Esquivias. El autor de Persiles y Sigismunda (1617) buscaba el remanso de tranquilidad que demandaban sus treinta y siete años –edad madura para la época– y una existencia ajetreada, densa en experiencias vitales. En Esquivias le esperaba Juana Gaitán, viuda de su íntimo amigo el poeta Pe- dro Laínez (¿1538?-1584), que le había solicitado ayuda para publicar una compilación de su obra póstuma. Juana, una morisca conversa, que había rehecho su vida casándose con un mozalbete de veintipocos a los tres meses de enviudar, estaba muy bien relacionada con las familias descendientes de hidalgos de Esquivias.
SE TRASLADÓ DE MADRID A LA LOCALIDAD TOLEDANA DE ESQUIVIAS. ALLÍ LE