
Hace unos días, en una librería, uno de los puestos más visibles, el central entre los más vendidos, era para las Meditaciones, las de Marco Aurelio. Un libro que se ha catapultado a esa posición de la mano de una de las palabras que también están hoy más en boga que nunca: estoicismo.
Para muchos, la filosofía ha pasado de la pura teoría, esa que conectaba con los tiempos del colegio reviviendo a Platón y su caverna, a resurgir como una aliada práctica para alcanzar una forma de vivir mejorada, más calmada y organizada. Hablar de hábitos, regulación de impulsos, gestión emocional, constancia o ética parece calar en un nutrido colectivo en busca, nunca mejor dicho, de una filosofía de vida. Motivaciones que abandera el estoicismo y que, en compañía de la psicología, el deporte, o el emprendimiento, resuenan ahora en todo tipo de públicos, formatos y canales.
Buscar el punto de partida de estas enseñanzas lleva la mirada a dos mil años atrás. Una época con escenarios diferentes, pero con igual motivación de alcanzar una vida con más sentido. Zenón de Citio, un rico comerciante de Chipre, fue el impulsor de los cimientos del estoicismo, a los que se sumaron exponentes clave como Epicteto,