Una cabina telefónica con enchufes alrededor para cargar la batería de sus teléfonos celulares es el único medio que los mantiene comunicados, vía internet, con su pasado en Venezuela y su futuro deseado en Estados Unidos.
Sentadas en el piso, cientos de personas migrantes de ese país sudamericano esperan en la Terminal Central de Autobuses del Norte en la Ciudad de México a que “algo pase” para seguir su camino. Muchos no saben cómo lo harán, pero todos confían porque van “con el favor de Dios”.
En los pasillos convergen dos grupos de migrantes venezolanos. El primero es el de aquellos expulsados de territorio estadunidense, por la política migratoria basada en el Título 42 de un decreto de salud pública creado por el gobierno de Donald Trump al inicio de la pandemia de covid-19, pero que se volvió a aplicar desde el pasado 12 de octubre a quienes llegaron de manera irregular.
El segundo es el de