
Disfrazadas de amabilidad, despiste o espontaneidad, algunas actitudes a priori inocentes esconden una carga realmente dañina llamada agresión pasiva. Frases del estilo «Mira, hoy sí que estás guapa» —tras la que se oculta un intencionado «hoy sí», que busca hacer sentir inseguro o mal al otro—, o comportamientos que camuflan una desdeñosa indiferencia o una profunda discriminación se encuadran dentro de este modus operandi.
La agresividad pasiva no entiende de ámbitos y puede encontrar su espacio en todo tipo de relaciones, ya sean laborales, académicas o personales. Una decisión deliberada por parte de quien la ejerce de ocultar sus sentimientos de ira, enfado o manipulación es un combinado peligroso que acaba por minar a quien lo recibe, provocándole confusión y sensación de desconcierto.
¿A qué responde este comportamiento? Desde el punto de vista psicológico, los especialistas advierten de que para las personas que ponen en práctica esta agresión de alto voltaje camuflado, su conducta actúa como un bálsamo para sus emociones. «La agresión pasiva se torna un mecanismo de defensa para aquellas personas que recurren a ella, perfiles de personas que no son capaces de afrontar el conflicto, que no han aprendido a expresar su disgusto o enfado de una manera sana y evitan la comunicación directa y sincera de sus emociones», explica la psicóloga sanitaria Pilar Santana.
Aunque el punto de