DORA MARÍA TÉLLEZ, UNA VÍCTIMA POR LA QUE AMLO PODRÍA INTERCEDER
BOGOTÁ.— La excomandante sandinista Dora María Téllez, quien el mes próximo cumplirá un año detenida en el penal El Chipote, en Managua, no alcanza a ver el borde de sus pies. Y no es porque le falle hasta ese punto la vista, sino porque la celda de aislamiento donde está recluida permanece en penumbras las 24 horas del día.
Vivir a oscuras en un pequeño calabozo, con exiguas raciones de comida, con una anemia que le produce manchas blancas en los brazos y sin atención médica adecuada no es lo peor para esta ex-guerrillera que, como ministra de Salud de Nicaragua, en los ochenta, fue pionera en América Latina en la ejecución de políticas de género en una región profundamente machista.
La peor de todas sus carencias en prisión es que sus carceleros la hayan despojado de una pasión: la lectura. Ella, desde niña, leía literatura, poesía, historia, filosofía y política. Hoy sus custodios le confiscan los libros que le envían sus familiares y amigos. La orden es mantenerla aislada del mundo. Hace unos días la visitó su hermano Óscar Ramón y no le permitieron
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