EL RAYO DE LA MUERTE DEL DR. LONGORIA
Viajemos en el tiempo y situémonos en el periodo de entreguerras, es decir, en el lapso temporal que abarca desde el final de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la Segunda, en una época en la que la ciencia ficción estaba haciéndose un hueco en el imaginario de la humanidad. En ese entonces un inventor español saltó a las páginas de periódicos y publicaciones científicas por haber descubierto el llamado «rayo de la muerte
DESTRUCCIÓN MASIVA
La I Guerra Mundial (1914-1918), además del horror y la destrucción que causó a millones de personas durante cuatro años, abrió la veda a las mentes inquietas en busca de la creación de armas que inclinasen la balanza hacia el bando al que pertenecían o, simplemente, hacia el mejor postor. Gases mortales, aviones, tanques, submarinos… el campo de batalla pronto se llenó con estos artefactos asombrosos y mortíferos que sembraron la muerte y la devastación e hicieron saber al mundo que la guerra, o al menos la imagen romántica que se tenía de ella, había cambiado por completo y para siempre.
Tras la firma del tratado de Versalles, la humanidad entera suspiró de alivio al ver que la paz regresaba a sus vidas, pero muchos miembros de la comunidad científica decidieron seguir experimentando en busca de armas de destrucción masiva, dando comienzo una época que podríamos denominar como la de «los rayos de la muerte»., en cuyas páginas se aseguraba que un selecto grupo de periodistas había sido testigo de este asombroso ingenio. Dichos informadores publicaron más tarde noticias que afirmaban que este rayo había encendido una mecha a distancia o que había causado la muerte a ratones expuestos al mismo. Sin embargo, lo cierto es que Grindell Matthews nunca pudo demostrar el poder real de este rayo.
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