LA VERDAD SOBRE EL INFORME GODDARD
En la guerra y el amor todo está permitido. Esta frase (con los dos sustantivos que encierra en orden inverso) se atribuye al poeta inglés del siglo xvi John Lyly. Puede aplicarse en su primer término a ciertas gestiones republicanas en la Guerra Civil. Es un tema conocido, pero frecuentemente malinterpretado. Sirve para encuadrar una noticia de la que se han hecho eco, con aparatosas exclamaciones y denuestos contra los malvados republicanos, varios medios digitales a raíz de un pequeño artículo de un periodista e historiador que lo presenta como algo novedoso.
Se trata de la supuesta cesión a Gran Bretaña de bases navales hecha por el dirigente socialista Indalecio Prieto, ministro de Defensa Nacional en plena Guerra Civil. Es un tema manido; no en vano, lo sacaron a la luz el capitán Alberto Bayo, el del desembarco en Mallorca, y el hispanista Burnett Bolloten. Ambos, para mí, con relatos lamentables. ¿La conclusión a la que llegan algunos periodistas en nuestros días? Que Prieto fue un traidor. No como Franco (ya han olvidado sus pactos ultrasecretos de 1953 con Estados Unidos, que las autoridades de ambos países no se atrevieron jamás a publicar).
Los historiadores solemos analizar, encuadrar y contextualizar informaciones desde que, a principios del siglo xix, se inició el tratamiento metodológico y científico del pasado basado en evidencias documentales. ¿Cómo hacerlo aquí? El caso en cuestión depende de un informe remitido al Foreign Office en febrero de 1938. No se trata de ninguna novedad. Lo descubrí en , en 2008, tercer tomo de una tetralogía. Ha tenido varias ediciones,
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