LA INJUSTA FAMA DE GODOY
Manuel Godoy y Álvarez de Faria no ha tenido buena prensa. Salvo contadas excepciones, hasta la publicación de la excelente biografía de Emilio La Parra (Manuel Godoy. La aventura del poder) en 2002, la historia lo trató tan mal como sus adversarios políticos. Inexactitudes y falsedades empañaron su figura, presentándolo como el arquetipo del trepador incompetente y sin escrúpulos, estadista nefasto y responsable de la sumisión a Napoleón de la monarquía española y la posterior invasión francesa.
Había que buscar un chivo expiatorio. Y el elegido fue el arribista Manuel Godoy, hidalgo extremeño con escasos recursos, encumbrado como favorito de un rey bobalicón por sus supuestos amoríos con la reina María Luisa de Parma. Tal era su ansia de poder –se decía– que incluso ambicionó el trono frente al heredero de la Corona, el príncipe Fernando. El mito del “Deseado” se desvaneció apenas comenzó a reinar, tras su regreso a España en
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