LA GUERRA ATÓMICA
EL FÍSICO JUDÍO LEÓ SZILÁRD, NACIDO EN HUNGRIA, PERO QUE HABÍA HUIDO AL REINO UNIDO PARA ESCAPAR DE LA PERSECUCIÓN NAZI, ERA SIN DUDA UN TIPO SINGULAR. Tenía un don casi profético para deducir el futuro a partir del análisis de los acontecimientos políticos. Durante años dormía solo en hoteles con una maleta lista a mano y, ya de joven, predijo la Primera Guerra Mundial. Luego advirtió que el nacionalsocialismo controlaría Europa y, al poco de llegar a Inglaterra, detalló como empezaría la Segunda Guerra Mundial.
Al parecer, Szilárd leyó el relato de ficción Bombas atómicas, incluido en la obra de H. G. Wells The World Set Free, y pensó en la posibilidad de una reacción nuclear en cadena el 12 de septiembre de 1933, mientras esperaba para cruzar la calle en la Avenida de Southampton en Bloomsbury. De esta forma, aparentemente tan tonta, había nacido la idea del objeto más horripilante que la imaginación humana pudiese concebir.
Convencido de que su idea era factible, Szilárd solicitó en 1934 una patente–U.S. Patent #2708656–, en la que describía, con todo lujo de detalles, la reacción en cadena que había imaginado. Tras intentar, infructuosamente, recrearla usando berilio e indio, fue consciente de que era preciso mantener el secreto de su idea, pues podía dar lugar al arma más mortífera de la Historia.
En consecuencia, dos años después, de una forma algo ingenua, entregó su patente al Almirantazgo Británico, para garantizar su secreto y que quedase en "buenas manos"–UK Patent #630726–. Sin saberlo, pues el arma que había concebido no existía, Szilárd era el primer defensor de la no
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