PACTOS CON CADÁVERES EN LA ANTIGUA ROMA

La muerte, de una manera directa o indirecta, está siempre presente en nuestras vidas. Sin embargo, conforme el ser humano ha ido evolucionando, la forma en la que nos hemos relacionado con ella ha ido variando. Si bien entre las sociedades antiguas existía una fuerte atracción hacia la muerte como tal, actualmente se produce el fenómeno contrario: buscamos desesperadamente mantenerla lo más lejos posible de nosotros y de todas las personas que nos rodean.
No era así en el Imperio romano. Mediante distintos «ritos de paso», los romanos se preparaban a lo largo de toda su vida para que, tras la muerte, pudieran convertirse en seres divinos, en nuevos miembros de los dioses manes: espíritus de antepasados que oficiaban de protectores del hogar.
En la cultura del Imperio, el contacto entre el Más Allá y el mundo de los vivos era continuo. Desde el mismo momento en el que una persona moría, necesitaba la ayuda de los vivos para trascender y alcanzar el «otro lado». De la misma manera, se creía que los muertos podían seguir influyendo en el mundo de los vivos, por lo que existía cierta preocupación por controlar este tipo de fuerzas de carácter sobrenatural. La muerte, en definitiva, no era el fin, sino solo un proceso de transición hacia una nueva dimensión.

REVIVIENDO CADÁVERES
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