El camino que nos unió a EUROPA
Hace mil años, emprender un viaje de larga distancia por tierra era algo que hoy difícilmente podemos imaginar. En realidad, nada de cuanto constituía aquel mundo medieval resulta ahora fácil de imaginar. La vida estaba dominada por la ignorancia y el miedo. La religión no era, para la inmensa mayoría de la gente, sino un inmenso cúmulo de supersticiones y terrores en base a los cuales se vivía y se moría. Más que ninguna otra idea, el motor que hacía girar el mundo era la fe en la vida de ultratumba, y por ganar la salvación eterna no se dudaba en perder la única existencia que conocemos.
Para comprender la naturaleza histórica de la Edad Media en la península ibérica, es necesario antes que nada tener en cuenta su realidad geográfica. A diferencia del centro continental, tierra de paso y comunicación tanto de norte a sur como de este a oeste, España y Portugal son zonas periféricas a las que hay que llegar con un motivo voluntario y predeterminado. Esto significa también que mientras los viajeros que circulaban por las rutas continentales producían incesantes contactos culturales, comerciales, políticos y sociales que se traducían en cambios y mestizajes de hábitos y creencias, la Península, separada del resto por la barrera física entre el Atlántico y el Mediterráneo que suponen los Pirineos, se hallaba prácticamente aislada del resto de Europa.
La llegada de los pueblos bárbaros –visigodos, suevos, alanos
You’re reading a preview, subscribe to read more.
Start your free 30 days