EN BRAZOS DE LA AYAHUASCA
Meto en la mochila una manta y una almohada, me han dicho que es todo lo que voy a necesitar. Salgo de Madrid por una carretera que va hacia el norte, hace un rato que ha anochecido y un cuarto de hora después, frente a una verja verde, la robótica voz del navegador me indica que he llegado a mi destino, que no es otro que mi primera ceremonia de consumo de ayahuasca. Y creo que no va a ser la última. Pero no adelantemos acontecimientos.
«Tras la toma, cada uno se acurruca en su colchón y se dedica a su trabajo de introspecci—n mientras Nak canta»
tradicional utilizada por los chamanes del Amazonas desde tiempos ancestrales, y hace relativamente pocos años que salió de la selva para ponerse de moda en EEUU y Europa, especialmente en España. Se elabora a través de la decocción de una liana que crece en la selva (la ayahuasca, de la que el brebaje toma su nombre), junto a las hojas de otra planta, la chacruna. El resultado es una poción con un fuerte poder alucinógeno y, para muchos de sus defensores, sanador. Al entrar en el cuerpo, la sustancia produce entre otros efectos alteraciones en la percepción y la cognición que permiten abrir determinadas puertas que nuestro cerebro tenía cerradas, en la mayoría de los casos como mecanismo de autodefensa. A lo largo de nuestras vidas, vamos acumulando traumas y experiencias conflictivas, muchas de las cuales nuestra parte consciente esconde debajo de la alfombra como si nunca hubiesen existido, de forma que no tengamos que vivir con ese dolor. Lo que ocurre es que siguen ahí, condicionando sin saberlo muchos aspectos de nuestra existencia, de
You’re reading a preview, subscribe to read more.
Start your free 30 days