¿Libertad de EXPRESIÓN?
Yo también tengo un botón, y es más grande que el tuyo». La frase parece anodina, infantil y hasta cómica si se analiza fuera de contexto. De hecho, podría confundirse con uno de esos principios del absurdo salidos del ingenio de Groucho Marx si no fuera porque aquí se está hablando de algo muy serio. Esos 54 caracteres (en español) fueron la respuesta de Donald Trump al líder norcoreano, Kim Jong-un, cuando, en 2018, anunció lo siguiente en un discurso televisado: «Todo Estados Unidos está al alcance de nuestras armas nucleares, y tengo un botón para pulsarlo en mi escritorio. Es una realidad, no una amenaza». ¿Libertad de expresión o exceso de ella? La actualidad nos pone en este aprieto cada dos por tres. En España -aunque sea un asunto tan globalizado como la Coca Cola-, el derecho a la libertad de opinión ha polarizado posturas. Para muestra, esta vez, el botón del rapero Pablo Hasél, condenado recientemente por-los medios de comunicación- nació, precisamente, con la misión de contrarrestar, desde el ámbito civil, el dominio de la opinión pública por parte del Estado.
You’re reading a preview, subscribe to read more.
Start your free 30 days