GUERRA TECNOLÓGICA CONTRA EL CORONAVIRUS
Así es como la Wikipedia define zona de confort: “Es un estado en el cual la persona opera en una condición de ansiedad neutral, utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo”. Y así es como tendemos a mantenernos. Controlando. Sin sobresaltos. Con tranquilidad. Hasta que sucede algo que irremediablemente nos saca de esa ansiedad neutral, perdemos el control y tenemos que volver a acomodarnos. A veces, ese algo tiene una dimensión inaudita y lo trastoca todo. El ejemplo más cercano, doloroso y todavía insuperado se llama SARS-CoV-2.
Vivíamos confiados en que estábamos cubiertos por un sistema de salud pública eficaz y suficiente, a pesar los recortes generalizados y de los avisos que lanzaban las marchas blancas de médicos. Si te dolía algo, ibas al médico; si necesitabas recetas, te acercabas al ambulatorio del barrio; había listas de espera, pero las enfermedades más graves se atendían con cierta rapidez; te operaban; había camas suficientes y plazas de UCI... Las herramientas para atender mediante telemedicina estaban ahí, listas, pero preferíamos ir a la consulta. Hasta ahora.
“A los españoles no nos gusta la asistencia médica a distancia, pero la pandemia nos ha obligado a utilizarla —dice Norberto Mateos, director general de Intel para España y Portugal—. Los países nórdicos,
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