GATOSOFÍA O CÓMO HACER EL GATO
onviene comenzar reconociendo, sin ambages ni florituras, que al menos hasta donde sabemos nos hemos inventado el término gatosofía, y también que, adentrándonos en la filosofía que pretende contener, importa más bien poco su grado de precisión. Objetivamente cumple correctamente la función de colocar al gato como ejemplo a seguir, con independencia de si somos más bien perrunos o incluso alérgicos a su invasivo pelaje. En el felino hogareño, una vez pasado por nuestro filtro humanizador que interpreta sus hábitos y comportamientos, tenemos a un maestro que no sabe que lo es, o al menos, que tampoco parece importarle lo más mínimo el serlo. El minino como ejemplo a seguir y objeto de sana envidia no es ni exclusivo de la gatosofía ni algo de nuevo cuño. Nunca le han faltado admiradores ni fervientes devotos, hasta el punto de haber sido definido como el mejor maestro zen al que un humano puede aspirar. Hacia ese y otros dones parece apuntar un cuento budista que describe la ocasión en la que un gato se quedó dormido sobre, constituye una fabulosa síntesis del porqué de su protagonismo en esta sección: «He amado y compartido hogar con muchos gatos a lo largo de mi vida y sé que observando a nuestros amigos felinos podemos aprender un par de cosas sobre el arte de vivir bien. Los gatos son expertos en disfrutar, amar y salirse con la suya. También nos enseñan a sentirnos en paz con nosotros mismos y a apreciar las cosas importantes de la vida: comer, dormir y gozar de una buena compañía.
You’re reading a preview, subscribe to read more.
Start your free 30 days