TODO SABEN LO DE TI
Hoy en día nos han convencido de la necesidad de estar permanentemente controlados y vigilados. De que no pasa nada porque aportemos nuestros datos. Y lo hacemos incluso en momentos y situaciones que nos parecen inofensivos. Por ejemplo, con las tarjetas de puntos y descuentos de supermercados, grandes almacenes y otros comercios, ¡hasta farmacias! Estamos entregando muy valiosa información sobre nuestra dieta, capacidad de consumo, para cuánta gente compramos y con qué regularidad, además de datos básicos como nuestro domicilio o teléfono. Con estos datos es fácil deducir qué tipo de vida llevamos, cuánto dinero ganamos e, incluso, cuándo nos vamos de vacaciones. Y con ellos se crean bases de datos muy completas, con información que es vendida sin nuestro consentimiento a terceros, que las emplearán con fines comerciales, entre los que se incluye el envío de publicidad personalizada.
Sin duda, esta situación, la facilidad con la que se adquiere información sobre una persona, es una gran ventaja para la inteligencia (las personas que tienen como misión la obtención de información ajena para su transformación en inteligencia útil). Pero una verdadera pesadilla para la contrainteligencia (aquellos que actúan para proteger la información propia). No significa que la importancia de la inteligencia humana haya desaparecido, ni vaya a hacerlo. Aunque es obvio que muchas de las operaciones de recogida de información, en algunos casos muy arriesgadas, se han convertido en innecesarias, o al menos en secundarias. Es más, en no pocas ocasiones, el espiado aporta voluntaria e inadvertidamente más información de la que se buscaba. Y hay un aspecto que no se debe olvidar:
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