Las raíces del lenguaje

Los homínidos arcaicos probablemente ya emitían ciertos sonidos que usaban para comunicarse, pero carecían de lenguaje.
Si tuviéramos que destacar el rasgo que nos hace plenamente humanos y que nos diferencia de otros animales, el habla sería uno de los primeros que nos vendría a la cabeza. Esta capacidad, característica de nuestra especie, lleva muchas décadas siendo investigada en todas sus facetas. No obstante, su origen sigue sumido en una misteriosa neblina.
“El lenguaje no se fosiliza”, alega el paleoantropólogo Carlos Lorenzo, investigador del área de Prehistoria de la Universidad Rovira i Virgili y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), en Tarragona, España. Para documentar tradiciones ancestrales, como los rituales funerarios, recurrimos a los restos hallados en los yacimientos, pero ¿qué marcas deja el habla?
Según Lorenzo, los científicos se basan en indicios indirectos para averiguar cuándo podría haberse originado. Estos pueden buscarse en la anatomía de los individuos –en los huesos que van apareciendo– o en los utensilios elaborados por aquellas comunidades. Por ejemplo, ciertos trabajos no pueden aprenderse sólo por imitación. Para transmitir conocimientos complejos, como podría ser la construcción de una talla lítica sofisticada en particular, es necesario que exista alguna forma de lenguaje. Aun así, tal como recalca este experto, no existe una respuesta exacta a la pregunta de cuándo surgió esta facultad.
Recorrido milenario
Buena parte de la comunidad científica se inclina por pensar que nuestros ancestros desarrollaron esa habilidad hace entre 300,000 y 400,000 años. Esto significa que, además de los antiguos Homo sapiens –nuestros antecesores directos–, también se expresaban de una manera parecida a la nuestra los neandertales y sus antepasados.
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