En Argentina, los enemigos hoy se abrazan
BUENOS AIRES.– Jueves 26, el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra atestado de gente, fotografía atípica de la tierra porteña en tiempos de pandemia. La tristeza es colectiva, también lo es la desolación, la incertidumbre de la muerte, el dolor de saber que una persona que se quiere no es eterna: es el funeral de Diego Armando Maradona.
“El Diego de la gente” falleció el día anterior por una descompensación cardiaca, tenía 60 años. Pasado el mediodía la noticia empezó a correr por los medios de comunicación y en las redes sociales. El llanto fue masivo. A los 60 años, el Pelusa, Dios, dejó la tierra para convertirse en una leyenda.
“No lo puedo creer, sabemos que todos nos vamos a morir, pero esta muerte es muy injusta. El Diego es mi infancia; mi papá me llevó a verlo en Boca en 1995”, llora desconsolado Sebastián Fernández, un joven que se encontró con amigos en el Obelisco, uno de los símbolos bonaerenses, tras enterarse de la muerte de Maradona. Va con una camiseta con el 10, el número de Maradona. Esa indumentaria se repetirá en varios jóvenes en las sucesivas horas de la jornada.
Con Maradona se va un pedazo de vida
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