Adoradores de LA CIENCIA


El pasado mes de mayo, más de veinte sociedades científicas españolas protestaron porque la nueva ley educativa presentada por el actual Gobierno –aún en proceso de aprobación– reduce la presencia de las matemáticas como materia obligatoria en el bachillerato. Esta asignatura se imparte en los bachilleratos de ciencias y de humanidades, pero no en el de arte, algo que ha sido así desde los tiempos de BUP y COU, con sus ciencias, letras mixtas (con matemáticas) y letras puras. Desde hace décadas, en España hay estudiantes que a los dieciséis años dejan de tener contacto con la ciencia, algo chocante en el mundo moderno.
Esta separación entre letras y ciencias es un ejemplo de la guerra soterrada que se libra en la trastienda de las universidades desde hace doscientos años, cuando el Romanticismo se apropió de las humanidades y chocó con la Ilustración, el terreno de juego de la ciencia.
Según algunos, vivimos sometidos a un imperialismo científico que cree poder explicarlo todo –del universo a la conducta humana– con procesos físicos medibles
A mediados del siglo XX esta grieta entre dos movimientos intelectuales se convirtió en un profundo abismo. El reconocimiento público de tal división tiene fecha de nacimiento: el 7 de mayo de 1959, el físico y novelista británico Charles P. Snow impartió en la Universidad de Cambridge una conferencia titulada en la que mostró no solo el desencuentro entre ambos mundos, sino el desconocimiento que cada uno tenía del otro. “Mientras el gran edificio de la física moderna crece, la mayoría de la gente inteligente en Occidente tiene el mismo conocimiento científico que sus antepasados del Neolítico”, dijo
Estás leyendo una vista previa, regístrate para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos