TRATADO DE TRIANÓN LA HERIDA DE HUNGRÍA
ROBERT SCHUMAN (1866-1963) DEFINÍA A LAS FRONTERAS COMO “LAS CICATRICES DE LA HISTORIA” Y RAZÓN NO LE FALTABA A UNO DE LOS PADRES DEL EUROPEÍSMO. EUROPA ESTÁ JALONADA DE CICATRICES, SÍNTOMA DE SU CONVULSO Y VIOLENTO PASADO. Hace cien años se trazaron una serie de fronteras nuevas, obra de los vencedores de la Primera Guerra Mundial. El mapa de la Europa Central y Danubiana fue, totalmente, cambiado y pocos lograron prevenir sus adversos resultados. Una de las principales víctimas de este nuevo diseño de fronteras fue Hungría.
En la actualidad la república de Hungría es un pequeño país situado en Europa Central, sin acceso al mar, con una extensión aproximada de 93.000 kilómetros cuadrados. Su relieve es, básicamente, llano y la gran llanura húngara (Alföld) domina más de la mitad del territorio húngaro. Este espacio plano y estepario, como la puszta, tiene un gran ascendente en la población húngara pues es cuna de antiguas tradiciones y hogar de los vaqueros húngaros. Sin embargo, el mapa de Hungría no ha sido, precisamente, estático durante el siglo XX. Tras el fin de la Gran Guerra, y la consiguiente disolución del Imperio austro-húngaro, las fronteras del Reino de Hungría (1000-1918) fueron radicalmente modificadas. El Tratado de Trianón (1920) firmado con los aliados, certificó la pérdida para Hungría de dos tercios de su territorio y cerca de 2,6 millones de húngaros quedaron desperdigados en los nacientes países vecinos como Yugoslavia y Checoslovaquia.
UN DUALISMO PERFECTO
El emperador Francisco José de Habsburgo (1830-1916) pasa por ser uno de los monarcas más longevos de la Historia de Europa. En sus 68 años de reinado fue testigo de sublevaciones, guerras y revoluciones que sacudieron con fuerza las viejas estructuras políticas de su Imperio. El dominio de los Habsburgo estaba constituido por una pléyade de pueblos y etnias diferentes: checos, rutenos, rumanos, polacos, judíos, croatas, etc. Tal heterogeneidad debía ser gobernada con creatividad y con un sistema político sometido al cambio. Uno de los pueblos que más “sacudieron” a la Corte de Viena fueron los húngaros.
Tras el ímpetu revolucionario de los húngaros en 1848, bajo el liderazgo del fogoso (1802-1894), el emperador Francisco José no tuvo más remedio que hacer concesiones políticas y dar mayor cabida a las reivindicaciones y el ministro salvaron la negociación. Los gobiernos de Viena y Budapest se repartieron las funciones políticas de la siguiente manera: tanto austríacos como húngaros compartían mismo soberano, Ejército, Finanzas y Política Exterior, pero cada gobierno dispondría de su propia Dieta, Constitución, Gabinete y Administración. Acababa de nacer la Monarquía Dual mediante el Compromiso de 1867; Ausgleich (en alemán) o Kiegyezés (en húngaro).
