PALESTINA EN EL SIGLO I
ES A TRAVÉS DELOS TESTIMONIOS DE FILÓN DE ALEJANDRÍA (15 A.C-45 D.C.), PLINIO EL VIEJO (23-79), O FLAVIO JOSEFO (37-100) QUE SABEMOS QUE EL JUDAÍSMO DEL SIGLO I NO SE CORRESPONDÍA CON UN BLOQUE MONOLÍTICO DE CREENCIAS. Se estima que la población de la Palestina de la época de Jesús estaría en torno a los 500.000 o el millón de habitantes. Sobre una población mayoritariamente creyente (la masa del pueblo, más conocida como “la gente de la tierra”), que respetaba escrupulosamente las leyes de la Torah–eran circuncidados al nacer, pagaba sus diezmos para el mantenimiento del Templo, rezaban a su Dios y no realizaba actividad alguna los sábados–, orbitaba un sentimiento religioso que se ramificaba en diversas corrientes muy distintas entre sí. Eran, por definirlo de alguna manera, como una especie de facciones o “partidos políticos” que, aunque compartían un tronco común de creencias, se distinguía por ofrecer visiones del mundo diferentes, así como por su sentimiento de rechazo o permeabilidad a la influencia de la cultura grecorromana.
Precisamente esta diversificación de corrientes en el judaísmo surgió en torno a los años 170-160 a.C. como una fragmentación de la respuesta que la sociedad judía–en un intento de preservar su identidad religio sa–desplegó frente a la cultura griega, que entonces se expandía por todo el Mediterráneo.
Esquematizando de manera muy sucinta esa compleja realidad social, en el judaísmo se distinguían tres grupos o facciones fundamentales: los fariseos, los saduceos y los esenios. De los primeros se escindió una “cuarta secta” o “filosofía” que se identificó con el movimiento nacionalista radical de los zelotes (de la que, a
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