Proyecto Manhattan / Proyecto Uranio
ESCRITORA
En 1938, dos eminentes químicos germanos, Otto Hahn y Fritz Strassmann, y una no menos eminente física austríaca, Lise Meitner, hicieron uno de los grandes descubrimientos de la ciencia moderna: la fisión nuclear de los átomos. Era solo cuestión de tiempo que algún Estado se decidiera a explorar a fondo su prometedor potencial en el ámbito de la industria armamentística y, considerando el nivel de la ciencia alemana a finales de la década de los años 30, el Tercer Reich era un muy firme candidato a ponerse a ello.
Por ese motivo, un poco después, en agosto de 1939, científicos de la talla de Leó Szilárd, Eugene Wigner y el mismísimo Albert Einstein dieron un paso al frente exhortando al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt a asumir la gravedad de la amenaza que se cernía sobre el mundo: “Es concebible que bombas extremadamente poderosas de nueva generación sean construidas. Una sola bomba de ese tipo, transportada en barco y detonada en un puerto, podría destruir el puerto completamente y parte del territorio circundante”.
RESPUESTA A LA AMENAZA NUCLEAR
Quien se expresaba en términos tan inquietantes y rotundos era Einstein, en una carta consensuada con Szilárd y Wigner y dirigida a Roosevelt que puso el debate acerca de la bomba atómica sobre la mesa de los planes militares de los enemigos de la Alemania nazi. Roosevelt no se lo
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