El dominio Británico
Cuando en 1612 la corona británica procedió a fundar su primera colonia en suelo indio, en el puerto de Surat, nadie habría podido imaginar que algunas décadas después el subcontinente acabaría por convertirse en la joya del Imperio, en la clave de bóveda de la estrategia colonial de la corona británica. Por aquel entonces los principios morales de la expansión, la oportuna justificación, la daban teóricos como Richard Hakluyt, que fijándose en los intereses británicos en Norteamérica sentenció que “no hay gloria mayor que pueda legarse a la posteridad que conquistar a los bárbaros, rescatar a los salvajes y paganos a la civilidad e integrar a los ignorantes en la órbita de la razón”.
El yugo británico sobre la India se fue estrechando más y más en las décadas sucesivas y, al igual que otras naciones en pleno frenesí colonizador en los cinco continentes, Gran Bretaña se esmeró por producir un cemento ideológico que hiciera de su política imperialista
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