CRISIS EN LA IGLESIA PALMARIANA
“Del caso de El Palmar de Troya no es dramático ni trágico: es simplemente grotesco”, manifestó en su día el prestigioso escritor Gonzalo Torrente Ballester. Y tenía razón. Cuando a finales de los años 80 me propuse investigar las apariciones de El Palmar de Troya, pedanía próxima a Utrera (Sevilla), no podía imaginar que me enfrentaba a una delirante historia que derivó en un grave cisma eclesiástico. Ni mucho menos, que encontraría ante una de las sectas más reaccionarias de las que he tenido ocasión de estudiar de cerca.
Desde que el vidente palmariano Clemente Domínguez Gómez tuvo el descaro de autoproclamarse Papa con el nombre de Gregorio XVII, tras el fallecimiento de Pablo VI, el 6 de agosto de 1978, han sucedido demasiados acontecimientos –surrealistas muchos de ellos– en torno a los Carmelitas de la Santa Faz, orden fundada por el citado iluminado (ver MÁS ALLÁ nº 121 y 278). Sectarismo; tramas, traiciones y conspiraciones internas; fraudes pseudomísticos; rupturas familiares; trasfondo lucrativo; evasión fiscal; oscuras conexiones con grupos políticos y religiosos de corte ultraconservador; severos autocastigos físicos; abusos sexuales; deserciones… Todo esto y más convierte esta historia, iniciada hace medio siglo a raíz de una prototípica aparición mariana (ver anexo), en un relato propio de una novela negra. Y es que el suspense y la sangre –surgida a modo de estigma durante un presunto arrobamiento místico o bien mediante cortes con objetos punzantes durante un ataque de locura– jamás han faltado en la secta de El Palmar de Troya.
Pero cuando todo parecía algo más calmado y en mis últimas visitas al enclave observaba cómo dicho entramado mariano se apagaba con el transcurrir de los años (debido al envejecimiento y fallecimiento
You’re reading a preview, subscribe to read more.
Start your free 30 days