Años horribles
En 1992 Inglaterra se preparaba para celebrar los 40 años de reinado de Isabel II. Nacida en 1926, Elizabeth Alexandra Mary había subido al trono a los 25 años bajo una gran expectación pública. No sólo por el glamur que acompaña a las casas reales, sino también por lo que ella simbolizaba: el rejuvenecimiento de un país que acababa de salir de la Segunda Guerra Mundial y el sentimiento de comenzar un ciclo que esto representaba. Pronto, la monarca destacó por su buen juicio y un interés sincero en la política nacional. “Recomiendo a mi sucesor que haga los deberes antes de sus audiencias con la reina”, dijo en 1976 el primer ministro británico Harold Wilson al dejar el cargo. Por este buen hacer y la ausencia de escándalos notables, la monarquía británica gozó de una gran popularidad entre la población… hasta 1992, cuando el statu quo se sacudió profundamente.
Todo empezó en los 80
Para entender el cariz que tomaron los acontecimientos ese año, es necesario remontarse a la década de los 80, cuando la familia real, hasta entonces de perfil mediático bajo, pasó a ser portada de una prensa sensacionalista que no tuvo reparos en ventilar sus amores o separaciones y los escándalos que los acompañaron. La noticia más importante
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