Bodas reales, escándalos mundanos
El 20 de noviembre de 1947, Gran Bretaña apartó por unas horas los conflictos propios de la posguerra para sumergirse en un cuento de hadas. La heredera al trono, Isabel (o Lilibeth, como la llamaban), iba a contraer matrimonio con Felipe Mountbatten, recién nombrado duque de Edimburgo. La boda, celebrada en la Abadía de Westminster, reunió a más de 2,000 invitados y fue retransmitida por radio a través de la BBC en una emisión que llegó a más de 200 millones de personas.
Isabel lució un vestido de satén color marfil firmado por quien sería su modisto preferido, Norman Hartnell, y decorado con más de 10,000 perlas. Sujetaba el velo la tiara de diamantes Queen Mary Fringe y, entre las orquídeas blancas de su ramo de novia, destacaba una ramita de mirto, símbolo de amor y felicidad, procedente del árbol que plantara la reina Victoria en 1845 en su residencia de la isla de Wight y que, desde entonces, todas las novias de la familia real británica han llevado en sus enlaces.
Parece que el mirto no surtió el efecto deseado: un par de años después de la ceremonia comenzaron los problemas en la pareja real. Las aventuras del consorte en compañía de sus
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