CUANDO LA SANTA COMPAÑA PREDICE MUERTES

os encontrábamos a los pies de la ermita de San Cibrán de Tomeza, en la provincia de Pontevedra, famosa por ser epicentro de toda clase de rituales para expulsar el mal de ojo (AÑO/CERO, 348), como dar nueve vueltas al santuario en sentido contrario a las agujas del reloj, al tiempo que se lanza una piedra a su tejado de cada vez. Junto al investigador Carlos G. Fernández y a Rafael Quintía, profesor de Antropología y el mejor estudioso de las tradiciones gallegas en la actualidad, nos disponíamos a escuchar el relato de María del Carmen Ligero, una vecina de Tomeza que años atrás se había topado con la Santa Compaña. «Iba caminando hacia el colegio de mi niña, que entonces tendría tres o cuatro años, y justo al llegar a una bifurcación que va a dar al monte de San Cibrán, sentí un olor muy fuerte a cera, como de cirios encendidos», comenzó a relatarnos. Se giró, pero no vio a nadie, el camino estaba desierto. «Sin embargo, en vez de salir corriendo, no sé por qué, me quedé quieta –continuó con su narración–. Me apoyé en la pared de una casa que había cerca y esperé a que pasara ese ‘algo’, aunque, repito, no veía a nadie, solo percibía ese fuerte olor a cera quemándose. Entonces, sentí la primera presencia. Alguien invisible pasó muy cerca de mí, porque el olor a
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